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Argentina: abuelos quieren cultivar para curar

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Son del Valle de Punilla y apuestan a mejorar la calidad de vida

Hace 82 años un hombre compró un predio en Huerta Grande, en el cordobés Valle de Punilla, para que su único hijo, enfermo de asma, tuviera una geografía amable donde respirar aire serrano. Aquel hijo, que falleció en un choque en 1991, dos años antes había creado el botánico que hoy muestra su explosión de verde junto a la Ruta Nacional 38 y que trabaja integrado a diversas redes ambientales y científicas, tanto locales como internacionales. Actualmente es manejado por su hija, Paula, quien junto a un grupo cada vez más numeroso está comenzando a dar pelea en un tema cada vez con más seguidores en el país: la legalización del autocultivo de marihuana para poder producir derivados medicinales.

“Ya todos somos grandes y serios”, explica Paula. “Ya no nos importa si vamos a quedar bien o mal, o cómo nos van a mirar, ya nadie nos puede echar de nuestros trabajos porque la mayoría estamos jubilados, a muchos ya no los pueden meter presos porque tienen más de 70 años. Entonces qué mejor que dar esta pelea por la libertad y el bienestar de todos nosotros y de los más jóvenes. La planta debe estar libre porque el dolor no espera”, dice. Todos se asumen como un grupo de abuelos que ya han vivido buena parte de sus vidas y quieren ayudar a las personas que emplean marihuana con fines medicinales. Y crearon el colectivo Mayores Cultivan.

En varios puntos del país existen grupos organizados que luchan para que el Estado apruebe el autocultivo de cannabis, pero en el caso de estos veteranos del cannabis, se asumen como una generación más experimentada, que profundiza en la etnobotánica y el uso de fitoterapias para elevar la calidad de vida. Entienden que la modificación que aprobó la Cámara de Diputados de la Nación para permitir la importación de aceite de marihuana con fines medicinales fue un parche insuficiente: el proyecto deja la puerta abierta para que el Estado organice cultivos oficiales de marihuana, pero no hay indicios de que esta posibilidad pueda llevarse adelante en un plazo cercano.

En las reuniones del grupo comparten proyectos, como el de convencer a futuro a las autoridades de Punilla para crear el primer valle canábico de la Argentina, siguiendo el modelo de las regiones de granjas de marihuana que existen en California, que generan miles de puestos de trabajo, nuevas industrias y un nutrido turismo médico. “Es increíble que no exista, por ejemplo, un PAMI canábico organizado por el Estado para la tercera edad que reduzca en miles de pesos el gasto en medicamentos que existe hoy”, dice otra de las asistentes al botánico, vecina de La Falda.

“Tenemos muchos integrantes que tienen entre 70 y 80 años”, cuenta Paula. “Estas personas no están sembrando marihuana para drogarse, para que les pegue más, están buscando alivio, mejor calidad de vida, y eso es lo que queremos conseguir para gente de todas las edades con este grupo”.

Buscan dar pelea “por la libertad y el bienestar de todos. La planta debe estar libre porque el dolor no espera”, dice Paula, dueña del botánico en Huerta Grande.

Por ahora, sin amparo legal

A propósito de la traba legal, los angustian los ladrones: “Varios cultivadores sufrieron robos. Y cuando viene un ladrón y te roba lo que estuviste cultivando durante meses, ¿vas a ir a quejarte a la Policía o a una fiscalía sabiendo que es un cultivo que sigue siendo ilegal?”, dice Paula.

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Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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