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Crónicas del frío

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Estrés térmico: ¿cómo afecta a nuestra marihuana?

 Texto y fotos: Marqués de Esquilache

Cualquier manual de cultivo de cannabis nos da unos parámetros de cultivo muy claros, entre los que destaca la temperatura “ideal” para obtener la mejor marihuana. Sin embargo, esto no es tan claro como se dice y, de hecho, algunos cultivadores avezados no están de acuerdo. Una vez más, para gustos se hicieron los colores, y en este reportaje os mostramos unas crónicas basadas en la investigación personal a lo largo de varios años en cultivo exterior. Sacad vuestras propias conclusiones.

Un conocidísimo cultivador y propietario de uno de los mejores bancos de semillas de cannabis del mundo contaba en cierta ocasión que él tiene dos grandes plantaciones de exterior. Una está a 700 metros de altura sobre el nivel del mar (más o menos la altitud de la Comunidad de Madrid), mientras que la segunda se encuentra a 1300 metros, en la montaña.

Al llegar septiembre, en plena floración, las temperaturas de la primera son muy “de manual”, mientras que en la montaña hace bastante frío al caer la noche. Tras muchos años de cultivo en estas circunstancias, sus conclusiones son claras. Las plantas a 700 metros dan más cantidad mientras que las cultivadas con frío dan bastante más calidad. Esta marihuana es más psicoactiva, aunque menos productiva. ¿Por qué? Vamos a intentar dilucidarlo.

En efecto, cualquier manual de cultivo te dice que las temperaturas ideales oscilan entre los 20 y los 24 grados Celsius. A esta temperatura, la planta no sufre nada de nada y se dedica a lo suyo, que es, en definitiva, seguir un ciclo vital. ¿Cómo afecta entonces el frío? ¿Hasta qué punto soportan el frío las plantas de cannabis? ¿Qué frío pueden soportar y dar buena marihuana?

Es difícil de decir, pero lo que a continuación os relato es el fruto de mis experiencias personales. Por lo tanto, no intento ofrecer claves científicas en este ámbito, pero sí os puedo asegurar que algo de frío le viene muy bien al cannabis de exterior. Algo, pero no un frío terrible, aunque os puedo asegurar que he podido cultivar muy buena marihuana con heladas al final de la floración. No sólo eso; también he visto una sativa de cinco metros de altura cubierta de nieve a principios de diciembre, cuando le faltaban menos de siete días para la cosecha. Pues bien, dio una marihuana de una calidad extraordinaria. Sin embargo, hay que entender bien lo siguiente: el frío puede ayudar… al final; nunca al principio. Veamos por qué esto es así.

Germinadas el 20 de agosto

Pocas especies vegetales tienen la especialización genética del cannabis. Porque, efectivamente, cada fase de su vida está dominada por la más alta sofisticación y especialización genética. Cuando crece se dedica en cuerpo y alma a crecer. Todas sus funciones están sometidas a este principio vegetativo de producción de celulosa y hojas que se encargarán de cumplir la función clorofílica de la fotosíntesis. Ninguna otra cosa le preocupa. Cuando florece, se olvida de todo lo demás y se pone a cogollar a lo bestia, olvidando cualquier otra función. Por este motivo, es de suma importancia darle y proporcionarle parámetros de cultivo adecuados. Si no lo hiciéramos así, la planta tendría que dedicarse a otras cosas, además de la que le toca por calendario, y ello repercutiría en menor producción y menor calidad.

Para realizar este experimento he hecho lo siguiente: cultivar en septiembre para que la floración se metiera en el mes de noviembre con creces. En efecto, germinando las semillas a primeros de septiembre, se cosecha a finales de noviembre. En la Comunidad de Madrid, en pleno campo, y más en el microclima frío donde han sido cultivadas las plantas que os mostramos, hace mucho frío en esas fechas. Incluso auténticas heladas nocturnas, que llenan los cogollos de preciosos cristales de hielo.

Antes de proseguir hemos de aclarar algo. En cierta ocasión, contando esta experiencia a un cultivador avezado y dueño de un grow, me preguntó cómo era posible cultivar en septiembre cuando ya las plantas comenzaban a cogollar desde el primer día. Bueno, esto no es cierto ni mucho menos. Aunque efectivamente las plantas “normales” comienzan a florecer hacia el día 10 de agosto (algunas incluso antes), la realidad es que ninguna planta florecerá antes de ser sexualmente madura, independientemente del fotoperiodo al que estén sometidas. Y para ser sexualmente maduras necesitan cierto tiempo, algunas semanas, que puede oscilar más o menos, dependiendo de la variedad que cultivemos. Si es una sativa pura tendremos más tiempo, mientras que para una indicorra de pro dispondremos de menos. Pero, en ambos casos, hasta que la planta deje de ser una niña y se convierta en toda una mujercita, no florecerá. Esto es muy importante para la productividad, así que, si os decidís a probar este interesantísimo experimento, no os preocupéis en absoluto por la época, ya que os garantizo buenos resultados en productividad, además de en calidad. De hecho, en zonas como Murcia, algunos agricultores cultivan todo -o casi todo- el invierno en exterior. Es cierto que quizás nos tengamos que ayudar de una especie de invernadero por las noches, pero aún así vale la pena. Y cuando digo invernadero me refiero a un simple plástico por encima de las plantas para evitar que les caiga encima lo más duro de la helada nocturna. No obstante, las plantas que os mostramos en este reportaje no han sido protegidas de ninguna manera. Y, por si fuera poco, han sido cultivadas en maceta. Aclaro esto porque una planta cultivada en tierra madre siempre está más protegida, tanto del extremo calor como del frío. Es lógico y natural. Por otra parte, es aconsejable recurrir a un acolchado (mulching) a base de paja, papeles de periódico, mantillo o lo que sea, cuando el frío arrecie. Una simple cama de paja evitará que el frío llegue a las raíces y tan sólo afectará a los cogollos. Pero insisto: las plantas que os mostramos han sido cultivadas sin ningún tipo de protección, en macetas, y germinadas el día 1 de septiembre. Hacia el día 5 del mismo mes comenzaron a asomar los cotiledones, y no fue hasta el día 15 del mismo mes cuando se podían llamar plántulas.

Pero volvamos a la especialización genética. ¿Qué tiene que ver este tema con el frío y la calidad de la marihuana? Muy sencillo. Cuando una planta de cannabis se pone a florecer, a cogollar, se pone a ello con verdadera devoción e impulso genético. Sabe que es su última fase, su última misión en la vida, y hace lo posible e imposible por conseguir su fin vital: la reproducción. Tan pronto reciba el polen macho, se relajará, porque sabe que producirá semillas que garanticen la supervivencia de su linaje. Pero, cuando florece y ve que ningún polen macho la fecunda, se estresa y se pone a producir más y más resina. ¿Por qué? Sencillamente, porque cuanta más resina -pringosa y aceitosa- produzca, más posibilidades habrá de que algo de polen macho se quede atrapado en ella. Así que cada vez se pondrá más y más pringosa, que es lo que a nosotros nos interesa.

Este mismo principio genético es el responsable de una mayor producción de resina al sentir la planta un frío superior a lo esperado. Para una planta de cannabis, el indicador genético de que debe ponerse a cogollar porque su vida comienza a declinar, es sobre todo el fotoperiodo. Pero también el frío. Cuando llega la floración, las plantas notan que los días son más cortos y también que hace mucho más frío, sobre todo por las noches. Los calores terribles del estío dejan paso a días más templados y noches frescas. Pero, entre frescas y frías hay una buena diferencia.

El frío supone un verdadero estrés para la planta, cosa que no sucede con el fresco. La planta literalmente se asusta, se estresa. Como ya es mayorcita, lo que hace es ponerse a resinar como loca. Por una parte lo hace porque su fin es inminente y, si es una planta de buena casta, hará lo imposible por sacar ingentes cantidades de resina. Pero es que, además, esa misma resina hace las veces de abrigo, de protección térmica. La marihuana que he cultivado muy tarde me ha dado dos tipos: la mejor y la peor calidad.

Si la planta consigue mantener su integridad física, los resultados serán excelentes en todos los sentidos. Por el contrario, algunas plantas se resienten tanto que acaban por marchitarse. Los cogollos se vuelven flácidos, al igual que toda la planta. Pero si tenemos una buena genética, el resultado será una planta con las hojas moradas (preciosas) y cogollos duros como piedras. E insisto: estas plantas no han recibido la menor protección contra las heladas que sufrieron en ocasiones. Eso sí, sólo al final de sus vidas, nunca durante su corto periodo vegetativo.

¿Cómo acertar con la genética?

¿Qué genética deberíamos escoger para este experimento, que, os garantizo, vale la pena? En principio, se debería optar por genéticas provenientes de las zonas montañosas de Pakistán, Afganistán, India (Manali) etc. Pero sólo en teoría, ya que la realidad es que es casi imposible encontrar en los grows genéticas puras. Casi todas son híbridos. Personalmente, he experimentado con genéticas provenientes de los U.S.A., que no se comercializan en España. Pero creo que todas las que acaban en ‘Kush’ y las genéticas White (White Widow, White Russian, etc.) son idóneas para este tema. Aun así. creo que casi todas valen la pena para experimentar.

Insisto en que el experimento, hecho por mí en varias temporadas, se llevó a cabo en un microclima extremo. Las noches en mi zona son extremadamente frías. Para que os hagáis una idea, en estos días (este artículo se está escribiendo a día 18 de agosto, y en medio de una de las peores olas de calor del verano) yo duermo con una manta ligera. Mis amigos se quejan de que no han podido conciliar el sueño por el calor, y cuando les digo que aquí las temperaturas nocturnas bajan hasta los 14 grados en plena ola de calor… ¡Se mueren de la envidia!

Digo esto, no para contaros cómo duermo de bien aquí, sino más bien para decir que en media España el clima es mucho más moderado que en mi zona y, por lo tanto, más fácil de cultivar.

Yo lo he hecho en maceta, que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El mayor inconveniente es que la planta está más desprotegida del frío y del calor. Ahora es el frío lo que nos ocupa y el hecho de que el sistema radicular esté protegido a varios centímetros de la superficie y el hielo…ayuda a mantener toda la planta más templada. Por otra parte, al tener yo mis plantas en macetas, si viniera un otoño especialmente lluvioso, siempre puedo proteger las macetas de las copiosas lluvias si estas fueran muy intensas y pudieran traer exceso de humedad con su terrible consecuencia: la botritis, los hongos.

Localización y cultivo “ideales”

Esta temporada es para mí la cuarta de experimentación en cultivo de septiembre. He introducido pocas variantes. Cuando llegue mediados de octubre, pondré una generosa capa de paja seca (mulching) a modo de acolchado. Además, este año estoy cultivando en tierra madre y en maceta. Las macetas, para variar, son negras. Digo para variar porque cultivar en exterior, en España, en macetas de plástico negro, es una aberración. Literalmente cueces las raíces por exceso de calor. Lo ideal es, o bien utilizar macetas de colores claros (blanco si es posible), o, incluso mejor, de barro. El barro transpira y es natural. Imaginaos que en pleno verano os pusieseis una camisa de material sintético (poliéster) y de color negro. Creedme que os desmayaríais del agobio y sofoco. Pues bien, a las raíces del cannabis les sucede lo mismo. Por lo tanto, en pleno verano, o bien macetas de barro o bien de plástico de color claro.

Sin embargo, las plantas que comienzo a cultivar este septiembre van en macetas grandes y negras. Utilizo macetas grandes, de 50 litros, en las que pongo tres semillas lo más separadas entre si posible. Durante las tres primeras semanas (aproximadamente) pongo una tabla en el lado sur para que las proteja del exceso de calor del mediodía de primeros de septiembre. Pero al finalizar este mes, retiro toda protección contra los rayos del sol y dejo que todo siga su curso. Ya en pleno octubre el calor es muy moderado y, aunque haga algo al mediodía, no es terrible. Y, por el contrario, en pleno noviembre, las plantas agradecen mucho el calorcito proveniente de las macetas negras. Aunque, como ya he dicho, es siempre mejor utilizar macetas de barro, de color arcilloso, que ni es muy claro ni demasiado oscuro. Es “ideal” poner las macetas en una orientación sur y, si es posible, ponerlas contra una pared que las proteja del frío del norte… mejor que mejor.

Abonad bien. Y cuando digo bien no quiero decir mucho; quiero decir correctamente. Por experiencia sé que la mayoría de los cannabicultores pecan más de exceso que de defecto al abonar. Creo de verdad que es mejor pecar de defecto que de exceso. Pero esto es otro tema que merece todo un reportaje por sí mismo. Suponiendo que le tienes cogido el punto al abonado, lo que quiero decir es que, para este experimento, es necesario partir de plantas sanas y fuertes. Por este motivo, la planta elegida ha de ser bien abonada y gozar de gran salud. Si resiste el tratamiento térmico os dará una marihuana que nunca olvidaréis. Haced la prueba; vale la pena.

 

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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