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Drogas en el deporte – Las sustancias dopantes (XIII)

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Advertencia: describimos productos comercializados por laboratorios legales y fácilmente identificables, no drogas prohibidas. El propósito de este artículo es informar sobre las sustancias dopantes que utilizan los deportistas, no recomendar ninguna de ellas. Tan sólo citamos principios activos, no marcas concretas, para evitar hacer publicidad de medicamentos con receta. No fomentamos el uso de drogas deportivas y estamos en contra del consumo no responsable.  Leer todas las entregas


Producto ruso con testosterona inyectable

Pioneros de la coca y la cocaína

 

En esta entrega analizamos los anabolizantes disponibles en el mercado, pero antes comentaremos otro problema relacionado con estas drogas, la biggerexia.

La biggerexia


A finales de los años ochenta leíamos en revistas norteamericanas acerca de una nueva presunta enfermedad que consiste en no verse nunca suficientemente musculado y voluminoso. La llamaban entonces “anorexia inversa” y más tarde biggerexia (del inglés bigger = más grande). Decían -y dicen- los psiquiatras que las personas que van mucho al gimnasio, quieren estar musculosos, se miran mucho al espejo, siguen dietas altas en proteínas y muestran demasiado interés por las sustancias ergogénicas, pueden padecer un grave trastorno que deriva en un cuadro obsesivo-compulsivo. En inglés se quedaron con la expresión “dismorfia muscular” –muscle dysmorphia-, pero en España alguien tuvo la feliz idea de inventar el palabro “vigorexia” -fonéticamente parecido a biggerexia, pero sin relación semántica, extremo que no mencionan los artículos que la describen-, con lo que de paso colaron en el término la afición desmedida por el deporte, por sentirse fuerte, estar en forma, no sólo por tener músculos grandes. Como ya hemos mencionado, se suele incluir entre los trastornos obsesivos-compulsivos, y también dentro de la dismorfofobia o percepción alterada de la imagen corporal. Seguramente será considerada síndrome o trastorno independiente en la próxima edición del prestigioso DSM, el manual diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana. Así ampliarán su ya abultada lista de presuntas enfermedades mentales, de categorías para etiquetarnos, con las que nos diagnostican como enfermos y luego nos aplican sus terapias. La medicalización de la vida cotidiana sigue extendiendo sus redes, y en lugar de atacar la raíz del problema -la excesiva preocupación por el físico, por la apariencia, que a su vez no es sino una manifestación más de la sociedad consumista y superficial en que vivimos- nos ofrecen pequeños parches con los que nos convierten en clientes, una vez más. La verdadera solución no consiste en inventar supuestas enfermedades mentales, para las que recetan fármacos que no curan nada (¿cómo van a curar una enfermedad que no existe?), que se limitan a tapar los síntomas, a ocultar su expresión externa al precio de sufrir una lobotomización química. En fin, de alguna manera tienen que justificar el desarrollo de medicamentos que llenen las arcas de las multinacionales farmacéuticas: los psicofármacos, el gran negocio médico de las dos últimas décadas (¡y lo que nos queda!).

A propósito, un médico norteamericano ha creado el término “ortorexia” para referirse a la obsesión por la comida sana, y está haciendo todo lo posible para que sus colegas acepten esta nueva enfermedad y que los psiquiatras la incluyan en el DSM, lo cual le supondría suculentos beneficios. Steven Bratman (1) (así se llama nuestro personaje, autor de Health Food Junkies, Los Yonquis de la Comida Sana, si traducimos el título al castellano) afirma que ya muere gente debido a esta enfermedad, y que a algunas personas se les diagnostica anorexia cuando en realidad padecen ortorexia anoréxica porque la causa subyacente es distinta: mientras que un anoréxico quiere perder peso, un ortoréxico quiere sentirse puro, sano y natural. ¿Conseguirá el reconocimiento mundial de la clase médica? ¿Tendremos una nueva enfermedad en la lista de trastornos mentales? Todo depende de que algún laboratorio consiga dar con algún mecanismo neuroquímico presuntamente responsable de este mal y de que fabrique un medicamento para curarlo (también supuestamente) (2).

Clasificación de los anabolizantes esteroides


Ya dijimos en pasadas entregas que los esteroides tienen un doble efecto: anabólico y androgénico. El primero es el deseado y origina los efectos buscados por los deportistas. Consiste en un aumento de la síntesis de proteínas en el músculo, con lo que se incrementa el diámetro de las fibras musculares (hipertrofia) y se consigue un aumento de la fuerza física. El segundo es el componente hormonal asociado a estos productos, por estar todos relacionados con la testosterona, que en el organismo se convierte en dihidrotestosterona -altamente androgénica para los receptores- y en estrógenos, hormonas feminizantes. Estos dos tipos de efectos sirven también para clasificar a los esteroides en predominantemente anabólicos o androgénicos, según destaquen unas propiedades u otras, aunque nunca puedan separarse por completo.

ESTEROIDES ANDROGÉNICOS (3)

1. Testosterona


Existen varias clases de testosteronas en el mercado, con ciertas diferencias entre ellas en lo que a efectos se refiere según su rapidez de acción y duración en el organismo. En farmacias españolas hay diferentes productos que se vendían sin receta hasta el comienzo de esta década, pero que en la actualidad sólo se pueden conseguir con prescripción médica. Los deportistas los obtienen por cauces no legales, lo que conlleva que carezcan de control sanitario. Así, a los riesgos inherentes a su consumo se une ahora que no se conozca con seguridad lo que contiene el envase. En contra de lo que suele creerse, no solamente utilizan testosterona los fisicoculturistas, sino también deportistas de fuerza como halterófilos y powerlifters, así como los de disciplinas donde la potencia y velocidad son importantes, como por ejemplo carreras de corta distancia, lanzamientos y natación.

Referencias

(1)  Web de Steven Bratman: http://www.orthorexia.com

(2) Los medios nos bombardean con nuevas enfermedades que en su mayoría no son tales, o que son más bien procesos normales del ciclo vital. Son dignos de consulta los libros Los inventores de enfermedades, de Jörg Blech, publicado en castellano por Ediciones Destino, y Traficantes de Salud, del periodista español Miguel Jara, de quien podemos leer un artículo en http://diagonalperiodico.net/article619.html. Es también interesante este artículo de Antonio Palomar sobre el mismo tema: http://diagonalperiodico.net/article1002.html

(3)Hay pocas fuentes fiables sobre anabolizantes en castellano. En Internet hay páginas con información, pero en su mayoría ofrecen datos anecdóticos o experiencias individuales de consumidores. Un buen recurso son los artículos de Bill Roberts en http://www.mesomorphosis.com/steroid-profiles/index.htm. En cuanto a publicaciones escritas, existe también poco material. El más conocido lo forman unos libritos que editó hace años una revista de culturistas y dirigidos a ese público en concreto. La traducción es muy mala, pero tenemos poco más en nuestro idioma: “Guía de Referencia Anabólica”, de Bill Philips; “Más allá de los esteroides anabólicos” y “Uso y detección de drogas en los deportes amateurs”, de Mauro Dipasquale. Un libro más reciente, más enfocado al público general y menos al deportista consumidor de esteroides es Anabolizantes, estimulantes y calmantes en la práctica deportiva, de Cynthia Kuhn, publicado en español por Editorial Paidotribo.

(Continuará)

 

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