Un joven pone un anuncio para vender cannabis en la web con su teléfono móvil mientras aumentan los partidarios de la legalización de estas sustancias

Brayan, un adolescente de origen latinoamericano, pasa de películas. Nada de ‘deep web’, ni de lenguaje en clave, ni de subterfugios más o menos elaborados para encontrar clientes para su mercancía. Su ‘teledrogas’ es el más abierto de España y, quizá, de cualquier lugar en el que estas sustancias sean ilegales. Basta con teclear lo que uno quiere en Google y después pulsar una tecla. En la pantalla se encuentra su móvil, se le manda un mensaje de WhatsApp y sin demasiada burocracia responde con el contacto de su ‘marca’, Nestor Lechuga, para concretar la transacción. Sencillo y abierto. Tanto como el chaval con gorrita gris y bermudas —muy alejado de los estereotipos de ‘chico malo pandillero’— que saluda desde la esquina de la principal avenida de Getafe, una localidad al sur de Madrid, a pleno día. Unos botellines en una terraza atiborrada de gente que sale del trabajo, unas palabras de cortesía, y 20 euros de marihuana metidos en una bolsita de plástico cambian de manos. “Adiós, Brayan, ha sido un placer”. El camello sonríe con educación, recoge su mochilita, confiesa que está “hasta arriba de curro porque ya se acerca el fin de semana” y desaparece engullido por la boca del metro hacia su siguiente cita.

Después de esta escena, uno se pregunta si se habrá legalizado la venta de cannabis en España. Pero resulta que no, más bien al contrario: la última Ley de Seguridad Ciudadana, la célebre ley mordaza de 2015, endurecía las sanciones por posesión de esta droga y consumo en público, llegando a alcanzar los 30.000 euros las multas previstas. Sin embargo, la presión hacia los consumidores y los pequeños camellos se ha reducido a su mínima expresión. Hasta el punto de dejar un poco en fuera de juego a los clubes de cannabis, que aún recomiendan todo tipo de estrategias más o menos rocambolescas para fumar tranquilamente. Nada de eso parece necesario. No, desde luego, para Brayan y sus clientes.

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La web de Brayan es una página publicitaria en toda regla: “Lo mejor de lo mejor, sin palos, sin ramas y sin semillas, tratada con cariño”

“¡Los hay con mucho morro!”, dice sin casi poder evitar la carcajada un veterano agente del Cuerpo Nacional de Policía. “De todas maneras, de vez en cuando algún chaval pone su correo y cosas así directamente. Al final les pillan por la web de denuncias”, revela, aunque concede que la audacia del camello getafense “es bastante llamativa” y que hay que reconocerle «que tiene mucho desparpajo».

Sin embargo, el anuncio de Brayan, que no sobrepasa la veintena salvo pacto con el diablo, lleva desde 2014 al alcance en un solo clic. Además, ofrece “envíos al norte de Europa” y “en mano en Madrid”. Es una página publicitaria en toda regla: “Seriedad, compromiso, formalidad y buen rollo”. Lo cierto es que la experiencia no tiene nada que ver con el submundo marginal en el que se mueven vendedores y compradores de otras drogas. “Lo mejor de lo mejor, sin palos, sin ramas y sin semillas, tratada con cariño”, continúa su promoción el vendedor, que advierte de que en breve cambiará el teléfono de contacto. Los textos están en español y en inglés, sin descuidar la dimensión internacional del ‘negocio’.

El auge de los ‘telecoca’

En los últimos años, la venta de drogas a domicilio ha aumentado exponencialmente, aunque los teléfonos de estos proveedores no se pueden encontrar en internet. Los llamados ‘telecoca’ son bastante más cautos y su sistema de captación es el de toda la vida: el boca a boca. Además, su estructura es mucho más profesional, participan varias personas con distintos grados de responsabilidad y atienden a los pedidos los 365 días del año a cualquier hora. En realidad, difieren muy poco de los métodos de los clásicos ‘dealers’ de la ‘jet’, aunque ahora también tengan, como casi todo, su versión ‘low cost’. En los últimos años, se han desmantelado estas estructuras con ‘chicos para el reparto en bicicleta o motocicleta’ en todas las regiones de España.

El cannabis ya ha sido legalizado en bastantes países del mundo, especialmente para su uso médico. En España, el debate ha llegado al Congreso recientemente con varias iniciativas que piden su despenalización (la descriminalización del consumo es un hecho). A raíz de estos movimientos, se creó una subcomisión parlamentaria que estudia esta posibilidad en cuanto a su uso terapéutico. Una circunstancia que lleva a una segunda derivada: si se legaliza su uso, no tiene sentido que los consumidores tengan que acudir a un mercado ilegal para proveerse. Diversos estudios cifran en torno al 3% el aumento en el consumo de cannabis una vez se permite su acceso legal. Un incremento que los especialistas achacan al aura ‘curativa’ que se le da a la droga y que empaña la percepción de los riesgos reales que tiene para la salud: daños cognitivos y trastornos psiquiátricos graves.

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24 millones de europeos consumieron cannabis el pasado año, lo que supone casi el 10% de la población del continente

En España, uno de cada tres adultos reconoce que ha fumado cannabis alguna vez en su vida. Es el cuarto país más consumidor de Europa tras Dinamarca, Francia e Italia. Y, desde luego, en cuanto a cantidad incautada, es el líder del continente con aplastante diferencia: el año pasado se incautaron 324.379 kilos. Unas cantidades que siempre han sido muy altas por la proximidad con Marruecos, que desde los años ochenta ha modernizado y multiplicado su capacidad para producir la resina de cannabis. Los datos del ‘Informe europeo sobre drogas’ de 2018, hecho público el pasado viernes, muestran que 24 millones de europeos consumieron cannabis el pasado año, lo que supone casi el 10% de la población del continente. En España, el aumento coresponde a la cocaína, mientras que el tan cacareado de la heroína no se sostiene con las cifras en la mano.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.