La venta de cannabis en las farmacias tanto europeas como americanas se realizaba sin problemas.

© Iñigo Montoya de Guzmán

Según las Ordenanzas de Farmacia españolas (1860) los profesionales autorizados para vender haschisch (que era catalogado como “sustancia venenosa”), tanto al por mayor como al por menor, eran los drogueros y los boticarios (Usó, 1996: 115), quienes únicamente debían observar un requisito mínimo para expenderlo: “exigir una nota fechada y firmada por persona conocida y responsable, que exprese con todas sus letras la cantidad de la sustancia pedida y el uso a que se destina”. El consumo de hachís ya gozaba de cierta fama en los ambientes literarios. Hasta mediados del XIX, la mayoría de referencias señalan su empleo como demulcente o emoliente en las inflamaciones de las vías urinarias, utilizándose a este efecto el aceite de cañamones (oleum expresum seminnum cannabis) o más raramente la emulsión o infusión obtenida con las semillas. También existe constancia de su uso tradicional como antilácteo: “El aceite de simiente de cáñamo, obtenido por expresión y aplicado caliente a los pechos en fomentos, unturas y en fricciones en los casos en que conviene disminuir la secreción láctea de las nodrizas. Las mujeres del pueblo de Castilla la Vieja preconizan mucho, para lo que llaman retirar la leche, el aplicar a los pechos una especie de torta de cáñamo en rama o lino, en defecto del primero”

La aparición de la morfina

Durante la guerra civil norteamericana la marihuana se utilizaba para el tratamiento de la diarrea y la disentería entre los soldados; también era el primer analgésico de las tropas yanquis hasta la introducción de la morfina inyectable a finales de 1863.

Tras la invención de la jeringa hipodérmica, por Alejandro Wood, en 1845, la droga más potente era la morfina que llegó a ser conocida en los Estados Unidos como la “enfermedad del ejército”. Al nacer el siglo XIX (1803) el estudiante de F. Sertürner, que practicaba en una farmacia de Paderborn (Alemania), descubrió por primera vez un principio activo químicamente definido, en una droga: la morfina en el opio. El síndrome de dependencia al opio se había descrito por Thomas Sydenhan, el riesgo no se tomó en serio por la mayoría de los médicos. Comenzaron a aumentar los síntomas de dependencia después de 1860, culminando en una serie de artículos en el The Practitioner en 1870. En 1878 Edward Levinstein en Alemania empezó su argumento moral sobre el efecto del opio en el carácter del usuario, fue uno de los primeros en promover la abstinencia como cura para el adicto.

Después de la guerra civil americana los adictos a la morfina se multiplicaron. Para los doctores la morfina era una panacea que aliviaba todos los dolores. El cannabis era un medicamento poco controlable. Los casos de intoxicación cannábica eran frecuentes y se producían “grandes colocones” accidentales. Para controlarlo los médicos aplicaban vómitos forzados, café caliente, jugo de limón, amoniaco, estricnina, óxido nitroso, choques eléctricos o respiración artificial (parece ser que no podían dejar al paciente que se recuperase de su “tratamiento” él solo). A pesar de los “envenenamientos” o “intoxicaciones cannábicas” los médicos se dieron cuenta que hasta con dosis excesivas de cannabis no se provocaba la muerte en ningún caso (no se ha demostrado ningún caso clínico de muerte por cannabis) (Robinson, 1912:159-169). Ocurría muy a menudo que el extracto de cannabis obtenido de un proveedor era distinto a los de otros proveedores con las mismas dosis. Lo que esto provocaba era que algunos pacientes tuvieran “efectos desagradables”; muchos pacientes con una dosis informaban a sus médicos que se encontraban bien y otros pacientes con la misma dosis obtenían delirios y alucinaciones. El cannabis además no era soluble en agua y no se podía tratar por vía inyectable. Un paciente con dolores era más rápido y fácil aliviarle con morfina que era soluble en agua e inyectable que el cannabis que era más lento y no se controlaban aún las dosis. La dificultad de administrar el cannabis, salvo por la vía oral; la lentitud de hacer los efectos y la inestabilidad en diferentes pacientes hizo que el cannabis fuera sustituido por otros medicamentos administrados por vía inyectable, rápidos, con efectos y dosis conocidas (pero que a la larga son mucho más peligrosos). Esto hizo que a principios del siglo XX una campaña de la Asociación Médica Británica eliminó el cannabis de las medicinas sin receta.

En 1868 el médico E. J. Waring, en su libro sobre farmacopea india cita la opinión del doctor Christison, que emplea el cáñamo en forma de láudano o tintura alcohólica :”Por su energía, seguridad y conveniencia, después del opio el cáñamo indio es el mejor analgésico, hipnótico y antiespasmódico, y a veces llega a igualarlo” (Escohotado, 1999: 475).

El mejor tratamiento para la menorragia

En la revista “El practicante americano” (Vol. 28, 1883: 173) se afirmaba que el cannabis indica era un valioso remedio en la menorragia (sangramiento menstrual excesivo). Pero que tenía una serie de problemas y síntomas preocupantes como las alucinaciones, la conciencia doble, etc… Un enfermero joven debe de ser muy cuidadoso prescribiéndolo y advertirles a sus pacientes de la acción del cannabis o podrían perder su confianza. También contra la menorragia. El doctor John Brown, un obstetra inglés, declaró: “No hay ningún medicamento que haya dado tales buenos resultados…los fracasos son tan pocos que yo me aventuraría a llamarlo como un específico de la menorragia” (Brown, 1883:1002), su colega el doctor Robert Batho también está de acuerdo en esa afirmación. El doctor Brown cuenta una anécdota: “Hace cuatro años fui llamado a ver a la señora W., era una vieja cuarentona. Ella había padecido menorragia durante varios meses. Su médico habitual había probado distintos remedios ordinarios sin éxito. Le di cáñamo índico (tintura). Su acción fue rápida y contundente. Sólo tomó una botella. También se la trató de la anemia debido a su pérdida de sangre. Doce meses después mejoró gracias a esta botella de “medicina verde”. Ella había enviado esta medicina a un amigo de la señora que había sido tratado sin éxito por otro médico durante varios meses de los mismos problemas (anemia) demostrando ser igualmente exitoso. La dosis de tintura de cannabis indica es de cinco gotas cada tres horas para tratar la menorragia. Como ya se ha comentado anteriormente el cannabis se aplicó en personas con pérdida de apetito, la incapacidad para dormir, dolor de cabeza, dolores en general, tos excesiva y tratamiento con morfinómanos y alcohólicos. También se utilizó para la dismenorrea. Las dosis de cannabis producen marcados efectos fisiológicos incluso en dosis muy pequeñas.

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La aparición de la cocaína

En 1884 es cuando la cocaína se introdujo en la práctica médica, gracias a Kart Soller, joven médico vienés, tras recibir accidentalmente unas gotas de solución de cocaína en un ojo, que vio como tenía una ausencia temporal de toda sensación en su ojo. La cocaína fue adoptada como anestésico local en operaciones de ojo, nariz y de garganta. Más tarde se comprobarán los problemas de abuso (Bonnie & Whitebread, 1974). En 1887 William A. Hammond, un neurólogo prominente de los EE.UU. aseguraba que la cocaína no creaba más hábito que el café o el té. Perfeccionó el vino de cocaína con un droguero de Nueva York con dos gramos de cocaína y una pinta de vino. Hammond afirmó que su tónica era más eficaz que el vino de coca francés, el Vino Mariani que tenía medio gramo de coca por pinta de vino (Musto, 1991: 40-47). La cocaína se empezó a restringir en Meiningen (Alemania) en 1887 haciéndola obligatoria con receta médica. En 1887 el estado de Oregón (EE.UU.) prohíbe la venta de cocaína sin prescripción (Bonnie & Whitebread, 1970).

Pero siguiendo con la utilización del cannabis terapéutico, en 1887 el doctor H.A. Hare recomendó cannabis por su capacidad de atenuar la inquietud y la ansiedad y distraer mentalmente a los enfermos terminales; escribe: “El paciente cuyo síntoma más doloroso había sido la agitación mental, pudo sentirse más feliz e incluso alegre” (Hare, 1887:225-226). Hare pensaba que el cannabis era tan eficaz para suprimir el dolor como el opio: “Mientras esta notable droga está suprimiendo el dolor, se manifiesta en ocasiones un curioso estado psíquico; a saber, que la disminución del dolor parece deberse a un desvanecimiento en la distancia, de modo que el dolor es cada vez menor, lo mismo que el dolor en un oído delicado decrece cuando el tambor se aleja cada vez más hasta salir fuera del campo de audición”. Afirmaba que era un excelente anestésico tópico, para la boca y la lengua, propiedades bien conocidas por los dentistas en el siglo XIX (Grinspoon y Bakalar, 2001:29-30).

Tratamiento de la diarrea

En la revista Cincinnati Lancet-Clinic de 1887 (en la página 193) aparece un artículo sobre el cannabis indica aplicado en la diarrea, específicamente la diarrea de verano o el cólera inglés aplicando tintura de cannabis indica. Se realizó un ensayo en el que participaron 34 pacientes durante los meses de agosto y septiembre y demostrando la superioridad del cannabis sobre cualquier medicamento. La diarrea de verano tiene unos efectos muy visibles: gran depresión, evacuaciones acuosas frecuentes, vómitos, calambres. Con la tintura de cannabis a partir del tercer día se sienten las mejoras salvo alguna debilidad. La aplicación de la tintura de cannabis debe ser cada hora, dos horas o tres horas dependiendo de la persona y su constitución. No se podía comer durante varias horas y había que beber abundante agua y una copa de coñac. También se debía utilizar morfina por su carácter astringente. Así el cannabis mejora el tono, el apetito, la función digestiva permitiendo así al sistema superar la depresión y el agotamiento rápidamente.

También es muy favorable para perturbaciones gastrointestinales y gastroenteritis. La tintura de cannabis fue probada en una muchacha de 13 años con anemia, dolor constante encima del abdomen, aumento de presión, lengua amarillenta, pérdida de apetito, vómitos, diarrea (con ocho evacuaciones) y alta temperatura corporal. Con la tintura los síntomas menguaron de forma rápida, el vómito, la diarrea y el dolor desaparecieron y el apetito volvió. A finales de la semana todos los síntomas habían desaparecido.

En 1889, el Dr. E. A. Birch escribió en la revista The Lancet el uso exitoso del cannabis (en forma de píldoras) para el tratamiento de consumidores de hidrato de cloral y para la adicción al opio. También como antiemético y como estimulante del apetito y generador de sueño (Grinspoon y Bakalar, 2001:31).

Tratamiento de la neuralgia

En el Cincinnati Lancet-Clinic de 1890 (página 659) encontramos un artículo sobre cannabis y neuralgia. Muy utilizado para el insomnio senil. Se utiliza un cuarto o mitad de grano (un grano se corresponde con 19 gotas de tintura de cannabis) dados antes de acostarse al paciente. También es muy útil para las migrañas. También en los casos de tumor cerebral, en calambres, para el asma espasmódico, la dismenorrea. El medicamento debe de darse con gran cuidado y deben de repetirse de cuatro a seis horas hasta obtener el alivio indicado. Se recomienda también que las gotas vayan en azúcar o en pan.

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En el año 1893 en la misma revista, el Cincinnati Lancet-Clinic (página 160), se afirma que no se ha registrado ninguna muerte por consumo de cannabis, por lo tanto es un medicamento muy seguro. Su uso más importante es para el tratamiento de la migraña; también muy eficaz en los ataques debido a la fatiga, ansiedad o cambios climáticos. También para los dolores de cabeza, neuralgia, neuritis, en dismenorrea, en desórdenes genito-urinarios, en dolores renales, úlcera gástrica. Alivia el dolor y produce sueño sin las consecuencias desagradables de algunas otras drogas.

vino mariani

Intoxicaciones de cannabis o colocones imprevistos

Pero como la dosis de tintura de cannabis nunca se sabía cuál era la correcta y dependía mucho de la persona que lo tomara ocurrían sucesos imprevistos que también aparecen en la literatura médica.

Por ejemplo el 30 de junio de 1883 en la British Medical Journal (en su página 1281) el doctor W. M. Nelly narra como trataba a una señora mayor, de unos 60 años que padecía de un dolor severo de naturaleza reumática, con un estado de agotamiento nervioso. El médico le indicó unas pastillas de cannabis. Tres horas después de tomar la primera píldora se sentía mareada, era tal su malestar que la obligaba a quedarse en el sofá, sus dedos se volvían fríos y entumecidos, oía ruidos y veía objetos imaginarios que pasaban delante de sus ojos. Además se sentía soñolienta. Todo esto pasó al cabo de unas horas. Parece que le interesó lo ocurrido ya que la paciente pidió otra pastilla para el día siguiente, con lo que le volvieron a ocurrir los mismos resultados. Finalmente el médico le eliminó su tratamiento.

En el año 1896 en la revista Cincinnati Lancet-Clinic (página 405), escrito por Herschel Fisher cuenta el caso de una persona con bronquitis aguda que sufría de una intoxicación cannábica. Los efectos son la falta de atención y concentración, ensoñación, alucinaciones (veía perros tan grandes como toros), problemas espacio-temporales asegurando que la intoxicación “no duró más de treinta minutos”.

El médico de la Reina

En 1890 el médico personal de la reina Victoria de Inglaterra, Sir J. Russell Reynolds, le receta cannabis para sus problemas menstruales (Herer, 1999: 37); él reconoce en el primer número de la revista The Lancet que el cannabis cuando está puro y es administrado cuidadosamente, “es una de las más valiosas medicinas que poseemos” (Reynolds, 1890: 637-638). Él también escribió en su diario el 22 de mayo de 1890: “Parece ser que hay muchos casos de epilepsia en la población adulta, creo que se trata de males de origen nervioso y que el cáñamo indio cura de manera muy remarcable”. Él lo utilizaba para los dolores menstruales, tratamiento para alcohólicos, la dismenorrea, la migraña, las neuralgias, incluyendo los tics dolorosos (un doloroso desorden neurológico facial), las convulsiones epilépticas, las depresiones, el asma y el insomnio senil (afirmando que: “En casos de este tipo no he encontrado nada que sea de utilidad comparable a una moderada dosis de cáñamo índico”). También era útil para prevenir los ataques de jaqueca: “Muchos enfermos han mantenido su sufrimiento en suspenso durante años tomando cannabis en el momento en que el ataque amenaza o está en sus comienzos”. Según Reynolds, el cannabis sigue siendo efectivo durante meses e incluso años, sin necesidad de aumentar las dosis. También lo utilizaba para el tratamiento de desintoxicación de opio (Grinspoon y Bakalar, 2001: 30). Russell lo califica como un euforizante apacible (Grinspoon, 1971:56). El protocolo que seguía Reynolds era que la dosis debía de darse en la cantidad mínima, repetida en no menos de 4 ó 6 horas y gradualmente aumentar por una gota cada tercio o cuarto día hasta que se obtenga un alivio ya que en tal caso sería inútil. Este protocolo debe usarse siempre que sea posible comenzar el tratamiento del cannabis oral.

Bibliografía

  • Bonnie, R. J. y Whitebread, C. H. (1974) The marihuana conviction: A history of Marijuana Prohibition in the United States. University Press of Virginia. Charlottesville.
  • Brown J. (1883) “Cannabis indica. A valuable remedy in menorrhagia” British Medical Journal , 1.
  • Escohotado, A. (1999) Historia general de las drogas, Espasa Forum, Madrid.
  • Grinspoon, L. y Bakalar, J.B. (2001) Marihuana. La medicina prohibida. Paidós, Barcelona.
  • Hare, H.A. (1887) “Clinical and Physiological Notes on the Action of Cannabis indica” en Therapeutic Gazette nº 11.
  • Musto, D.F. (1991) “Opium, cocaine and marijuana in American history” en Scientific American, julio.
  • Robinson, V. (1912) “An essay on hasheesh”, Medical Review of Reviews, 18, Nueva York.

Acerca del autor

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.