El Club del Hachís

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© Isidro Marín Gutiérrez

Existe un interés muy fuerte por el hachís en la sociedad francesa de principios del siglo XIX tras la invasión napoleónica de Egipto. Sobre todo en los jóvenes escritores, en poetas y artistas que pensaban que el hachís podría mejorar su creatividad. Los poetas parisinos se interesan por esta sustancia. Hacia 1835 el pintor Boissard y Moreau de Tours fundan el Club del Hachís o Club de los “Hashichines” con la finalidad de llevar a cabo investigaciones psicológicas, y con la esperanza de poder utilizar el cannabis en el tratamiento de algunas enfermedades mentales. Junto con otros artistas bohemios y médicos de la época; como fueron Boissard de Boisdeenier, Charles Baudelaire que fue el autor más conocido de esta época, su obra más conocida son “Las flores del mal”. Tenemos también a Alejandro Dumas, Théophile Gaultier, Merimeé, de Musset, Eugène Delacroix. Delacroix era pintor y descubrió el dawamesk (una pasta elaborada con hachís) durante un largo viaje por Marruecos y Argelia efectuado en 1832. Siguiendo con la larga lista de artistas tenemos a Ernest Meissonier, Gérard de Nerval o Daumier.        Honoré Daumier (1808-1879) pintor, grabador, dibujante, litógrafo y escultor marsellés, conocido sobre todo por sus cuatro mil caricaturas de corte satírico-político. Siguiendo con la lista tenemos a Gustav Flaubert, Sainte-Beuve, Théodore de Banville, Menard, Alphonse Karr, Henri Monnier, Aubert-Roche, Chevanard, Pradier, Barberau, Roger de Beavoir, etcétera… Víctor Hugo (1802-1885), no participaba en el Club, tenía vínculos con los poetas y escritores del Club, pero no pertenecía a él. Víctor Hugo, ya era un escritor consagrado. En ninguno de sus textos se encuentran referencias explícitas al consumo de hachís. Honoré Balzac no era socio del Club pero de vez en cuando iba a las reuniones.

El Club del Hachís incluyó el consumo de cannabis asociado a una alternativa, a una cultura oriental, como un contraste positivo al estilo de vida regular, burgués.

El fundador de la neurología: Jean-Martín Charcot

También se encontraría en estas reuniones a Jean-Martín Charcot (1825-1893), clínico perspicaz, gran sistematizador de la medicina interna, fundador de la neurología, consultante de los grandes de su tiempo, hombre de mundo, coleccionista, amigo de artistas y gran dibujante, fue el creador de una escuela y de un dogma psicopatológico que siguieron sus discípulos en un acto de fe que se desmoronó junto con su vida… Pero, pocas veces en la historia de la medicina, un error fue tan fructífero a la postre, por senderos diversos a los previstos. Además, pocas personalidades en la historia de la medicina han sido tan polémicas (Haining, 1976).

Charcot nació en París, de familia modesta de apenas aceptable nivel económico. Su padre era fabricante de carrozas. Pero al sabio no le gustaba hablar de su infancia, y no escribió nada sobre ella. Georges Guillain, su tercer sucesor en la cátedra de neurología, y su primer biógrafo, escribió: “Se sabe que desde su más tierna edad, Charcot era de un carácter frío y taciturno, que gustaba de la soledad para leer y dibujar”. Una antigua paciente del abate Faria, el misterioso magnetizador, fue la institutriz que le enseñó a leer y a escribir. Luego ingresó en el Liceo Bonaparte (actualmente Liceo Condorcet), en donde destacó como alumno muy estudioso y de prodigiosa memoria, apasionado por las culturas griega y latina, y por las lenguas modernas. Practicó con empeño el dibujo, y a lo largo de su vida mostró un gran interés en las artes plásticas. En 1844 inició sus estudios en la Facultad de Medicina de París, en un momento particularmente brillante del desarrollo de la medicina francesa. El esfuerzo que debían realizar los alumnos era considerable. “Quien necesite más de cinco horas de sueño debe renunciar al estudio de la medicina” diría más tarde. Además de los trabajos de botánica en el Jardín des Plantes, de los cursos de química y física, y de la temprana responsabilidad hospitalaria, debían pasar por dos horas diarias de disección anatómica. La práctica de las autopsias es el pivote de la medicina anatomoclínica que se desarrollaría a lo largo del siglo. Obtuvo el quinto lugar de la promoción 1848, en el concurso del internado seis días después de que Luis-Napoleón Bonaparte fuera electo presidente de la República. En el internado tuvo como “patrón” a Pierre-François-Emile Rayer, médico personal de Luis-Napoleón, lo que le sería a la larga muy útil en su carrera. Más tarde, cuando el príncipe-presidente se convirtió en emperador de los franceses, su profesor lo recomendó como médico a Achille Fould, un riquísimo banquero ministro de Estado de Napoleón III, a quien acompañó en un extenso viaje terapéutico, y cuya frecuentación fue muy útil tanto para el establecimiento de su clientela privada, como para el anudamiento de interesantes relaciones en el mundo artístico y en el de la alta sociedad. Pero durante su internado, antes de iniciar su vertiginoso ascenso como consultante de prestigio y su brillante carrera científica y de “patrón” hospitalario cada vez más reconocido y poderoso, Charcot participó en una de las experiencias de ese curioso grupo que fue el Club des Hachischins (Club de consumidores de hachís). El joven Charcot aceptó ingerir la pasta verde del dawamesc.

Charcot elaboró febrilmente un dibujo extremadamente complicado lleno de figuras fantásticas, chinescas unas, desnudas otras, en medio de líneas ya góticas, ya rococó, ya fálicas, ya arabescas. Intentó describir su autoexperiencia: “¡Qué desorden de ideas!, y sin embargo qué agradable festoneado… todo lo que toco está rodeado de una atmósfera eléctrica… y sin embargo…”. Dentro de todo el garabateo se lee una confesión en inglés que sólo fue posible gracias a la cannabis: “I love you my Jenny Road.” A pesar de este primer contacto, y a despecho de que Moreau de Tours hubiera abandonado el tratamiento “moral” de los pacientes y considerara que la locura era “una afección nerviosa pura y simple” Charcot no mostró interés en dedicarse a las enfermedades mentales. Guardaría la amistad de Moreau, a quien respetó más que a sus colegas. Aceptó también, sin mayor crítica, su concepción de la locura como equivalente del soñar.

Gautier

El fundador del Club: Moreau de Tours

Jacques-Joseph Moreau de Tours (1804-1884). Hijo de un soldado de Napoleón, alumno de Esquirol en Charenton. Jean Esquirol (1772-1840) fue uno de los primeros psiquiatras, fascinado por las alucinaciones y las disfunciones mentales. Gracias a él se interesó por las malfunciones mentales (clave del misterio de las enfermedades mentales) y también por las alucinaciones. Si la psiquiatría podía determinar qué es lo que lo provoca podrían llegar a la causa de la locura. Moreau quería experimentar la locura sin sufrir ningún trastorno mental. Tenía que entender una depresión normal y experimentar los delirios de los locos para entenderlos; evaluar los cambios psíquicos que ocurren en la mente e inventar un método de tratamiento.

La herramienta para provocar esa “psicosis” será el hachís (Moreau, 1973:17). En 1840 se intriga por el potencial del hachís al leer un artículo científico del Dr. Aubert Roche. Louis-Rémy Aubert-Roche fue médico jefe del hospital de Alejandría durante la epidemia de peste de 1834. Allí el joven médico pudo experimentar con éxito las cualidades de cannabis sobre los enfermos de peste. El artículo en concreto se titulaba: De la peste, ou Typhues d’Orient, documents et observations, suivis d’un essai sur le Hachisch et son emploi dans le traitement de la peste (“Acerca del tifus y la peste en Oriente”). Roche descubrió que los egipcios eran menos susceptibles a enfermedades que plagaron a los europeos gracias al hachís. Moreau de Tours tomó de su maestro el encargo de acompañar en un “viaje terapéutico” a uno de sus pacientes, así también podría conocer de primera mano el hachís. De esa manera, Moreau viajó durante tres años a través de Egipto, Nubia, Palestina, Siria y Asia Menor, en donde entró en contacto con el uso habitual y variado del cannabis. A su regreso a Francia, publicó interesantes trabajos sobre el trato que recibían los desequilibrados en Oriente y, en 1845, su obra Princeps, Du hachisch et de l’aliénation mentale (Del hachís y de la alienación mental) en la que consideraba que los efectos de esa planta constituían “un medio poderoso y único de exploración en materia de patogenia mental” (Walton, 1938:3). Estas observaciones del “sentido íntimo” podían conducir hasta la fuente primitiva de todo fenómeno fundamental del delirio: el “hecho primordial” del cual se derivaban los otros síntomas. Consideró que el delirio era de una naturaleza idéntica al estado onírico. La locura para él era una especie de equivalente del soñar despierto.

Moreau empezó a experimentar con el hachís y descubrió una relación peculiar entre la cantidad de hachís que se administraba y sus efectos. Con una dosis pequeña le producía euforia, calma, laxitud y apatía. Con dosis un poco mayores la atención empezaba a bajar. Las ideas aparecían al azar. El sentido del tiempo se torcía, los minutos se volvían horas. Los pensamientos se apresuraban a salir todos juntos, las sensaciones parecían mayores. A dosis mayores los sueños empezaban a inundar el cerebro. Los sueños que Moreau sentía parecían alucinaciones de locura. Estos experimentos le dieron a Moreau la conclusión de que la locura eran cambios o alteraciones químicas del sistema nervioso (Abel, 1980: 168).

Los efectos, descritos por Moreau, producidos por el hachís son (Matthews, 2002:120): Sentimientos generales de placer; aumento de la excitación combinado con potenciación de todos los sentidos; distorsión de las dimensiones de tiempo y espacio, por lo general se magnifican ambas; un agudo sentido del oído combinado con una gran susceptibilidad a la música y el fenómeno de los sonidos normales pueden experimentarse como si sonaran muy agradables; ideas persistentes al borde de la manía persecutoria (“Una vez que se ha roto la cadena ordenada de asociaciones de ideas, se forman los pensamientos más raros y extravagantes, las combinaciones de ideas más extrañas, y toman control de la mente. Pueden producirse por causas de lo más insignificante, como en sueños” [Matthews, 2002:102]); perturbación de las emociones, con mayor frecuencia en forma de un incremento de sentimientos existentes; Impulsos irresistibles e ilusiones y alucinaciones de las que sólo las primeras se relacionan de modo evidente con el mundo real.

Fundó el Club del Hachís con la finalidad de llevar a cabo investigaciones psicológicas, y con la esperanza de poder utilizar el cannabis en el tratamiento de algunas enfermedades mentales. El suministro de hachís en Francia estaba muy limitado y por lo tanto Moreau no explora las posibles aplicaciones terapéuticas que el hachís podía tener. En cambio decidió que quería observar las experiencias del hachís en otras personas para saber si les ocurría lo mismo que a él, así que necesitaba la ayuda de voluntarios para experimentar con el hachís (de ahí viene el origen del Club de Hachís) (Abel, 1980)

Moreau afirmaba que el hachís proveía de felicidad al que lo consumía. Afirmaba que era un goce completamente moral y por ninguno de los medios sensual, como podría suponerse. Así curaba el nerviosismo, la debilidad o la melancolía.

Moreau de Tours fue considerado el padre de la psiquiatría experimental y el iniciador de los estudios sobre las farmacopsicosis, recorrió los principales asilos y clínicas. Se inició en el asilo de Charenton, donde llegó doce años después de la muerte del marqués de Sade; en 1840 pasó al hospital psiquiátrico de Biecètre o Bicêtre donde usa el cannabis en pacientes mentales (en 1845 documenta los beneficios físicos y mentales del cannabis) (Moreau,1845), y en 1861 a la Salpêtrière. Hasta su muerte, a los ochenta años, pasaba regularmente visita a los pacientes de este hospital, “todavía válido”, según dicen sus biógrafos. Tenía que haber sido así porque a la edad de setenta y ocho se casó con su secretaria que tenía diecinueve.

El lugar de reuniones: El hotel Pimodan

Acostumbraban a reunirse una vez al mes en el hotel Pimodan, también llamado Hotel de Lauzun (palacio parisino construido en 1656, en la isla de San Luis, en medio del Sena, adquirido por el duque de Lauzun en 1682, que murió a los 90 años en 1723 y que, a partir de 1928, pasó a ser propiedad de la ciudad de París) un inmueble situado sobre la parisina Isla de San Luis, en el barrio Latino de París, donde viven Baudelauire y el pintor Boissard de Boisdenier. El edificio era en aquella época un edificio maravillosamente decadente, que una vez fue punto de referencia de la élite parisina (Abel, 1980: 151-153).

En el Hotel se disfrazaban con prendas árabes y consumían cannabis en forma de dawamesk (Escohotado, 1999:580) o dawamesc (como la llamaban los cofrades del Club, conservando su nombre árabe), una preparación en forma de pasta verde hecha a partir de hachís, una masa elaborada con las puntas de las plantas de cáñamo, azúcar, zumo de naranja, canela, clavo, cardamomo, nuez moscada, almizcle, pistachos, piñones (Laurie, 1994:100) y a veces mezclada con polvos de cantárida (extracto de un escarabajo verde, conocido amplia aunque equivocadamente como “mosca española”).       Para Antonio Escohotado es un condimento de hachís con mantequilla y una pequeña cantidad de opio, que se diluía en un café muy cargado y se tomaba en ayunas. La cantidad que se tomaba era el equivalente a una cucharadita de café (4 ó 5 gramos). La experiencia es muy fuerte ya que por vía digestiva sus efectos son mayores que por vía inhalada.

El Club con estas pepitas verdes y aromáticas realizó “viajes extraños”. Lo toman por vía oral, en forma de confitura con unos efectos de lo más salvajes. El dawamesk es una mezcla del extracto graso de la planta con alguna esencia que disimule su mal sabor (azúcar, vainilla, canela…). En el hotel Pimodan le suelen poner miel. El café, el té, los licores o el ayuno ayudan a acelerar el proceso y a que sea más fuerte el “colocón”. Las dosis varían entre los quince y los treinta gramos. La otra sustancia reina es el opio o laúdano.

Gautier pudo escuchar “el ruido de los colores” (lo que se llama sinestesia). Baudelaire logró penetrar en otro “paraíso artificial” en un espacio “en el que ha desaparecido todo dolor, donde ya no hay ecuación entre los órganos y el placer…” subraya que las alucinaciones producidas por el hachís:“… más que crear un mundo irreal interno, transforma el mundo real. La alucinación es progresiva, casi voluntaria, y sólo puede llegar a su madurez por medio de la imaginación. Puede parecer que los sonidos dicen cosas extrañas, pero siempre habrá allí primigeniamente un estímulo. Pueden verse formas extrañas; pero antes de hacerse extrañas, las formas eran naturales”. También escribió:

“Mi cuerpo se disolvía y se hacía transparente. Dentro de mi cuerpo notaba el hachís como una esmeralda chispeante con miles de chispas de fuego. Mis pestañas se alargaron indefinidamente, como desplegándose, como hilos de oro desde husos de marfil que giraban espontáneamente a toda velocidad.”

En próximos artículos seguiremos escribiendo sobre los miembros del Club del Hachís.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Hainig, P. El Club del Haschisch. Ed. Taurus (1976)
  • Moreau de Tours, J.J. Du haschisch et de l´aliénation mentale, Fortin, Masson et Cie, París (1845)
  • Moreau de Tours, J.J. Hashish and mental illness, Raven press, New York (1973)
  • Abel, E.L. Marihuana: The first 12,000 years. Plenum Press, Nueva York (1980)
  • Matthews, P. La cultura del cannabis. Alianza Editorial, Madrid (2002)
  • Laurie, P. Las drogas Alianza Editorial, Madrid (1969)
  • Laurie, P. Las drogas Alianza-ed. Del Prado, Madrid (1994)

 

 

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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