¿Alguien dudaba de la capacidad de los gatos para ser amaestrados? El protagonista de nuestra historia era capaz de realizar tareas tan complejas como colarse por las grietas de una cárcel moldava y suministrar cannabis a los presidiarios.
Los guardias de la prisión comenzaron a prestar más atención al felino al ver que sus visitas, que consistían en entradas y salidas a las celdas a través de un diminuto agujero que había en una pared, eran cada vez más frecuentes.
Finalmente se percataron de que no se trataba de un gato vagabundo y que portaba un extraño y abultado collar colocado, evidentemente, por alguien. Cuando los vigilantes del penal lograron atrapar al gato (no sin el consabido esfuerzo) e inspeccionaron la correa que portaba, se sorprendieron considerablemente al encontrar dos paquetes de marihuana atados a él.
Según la declaración oficial de los centinelas, alguien del pueblo de Pruncul, situado en las inmediaciones de la penitenciaría, estaba usando al gato como “camello” para hacer llegar el cannabis a los reclusos.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.