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El humo de la marihuana llega al Congreso

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En marzo se presenta el proyecto de ley para la legalización integral del cannabis, un asunto que, de momento, está fuera de la agenda del Ministerio de Sanidad

 

Cuando tenía once años, Carola Pérez se cayó patinando. Un juego de niños que acabó en tragedia. Se rompió el coxis. Los médicos intentaron salvarle el hueso, pasó desde entonces por varias rehabilitaciones. Ocho años después, con el final de una niñez marcada por un accidente crucial para el resto de su vida, la operaron para extraer la parte afectada. «No se puede quitar hasta que termina de crecer», explica Carola Pérez, que ahora preside el Observatorio Español del Cannabis Medicinal (OECM). «Quedó peor. Tengo fuertes dolores neuropáticos, que son los peores y que tienen mala respuesta farmacológica». Desde entonces, ha pasado trece veces por el quirófano, incluyendo estos últimos dos años. La última cirugía, hace seis meses. Para soportarlo y mantener una vida activa, necesita los sedantes más efectivos.

Para «engañar» al dolor, Carola asegura utilizar dos fármacos: fentanilo y diazepan, ambos sintéticos. El primero, un opioide, cien veces más potente que la morfina; el segundo, un relajante derivado de las benzodiazepinas. El uso del cannabis ayuda a Carola a restringir esas drogas químicas que causan una mayor dependencia, mientras aprovecha las ventajas ofrecidas por los derivados de la marihuana. El cannabis, que ya se empleaba con fines medicinales en el siglo XIX, funciona para controlar náuseas, paliar el dolor neuropático y otros dolores crónicos, aporta espasticidad en la esclerosis múltiple y sirve en la atención paliativa del cáncer y en la epilepsia infantil intratable, según la evidencia científica recopilada en el reporte de diciembre de 2018 «Uso medicinal de cannabis y cannabinoides», del Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción a las Drogas de la UE.

 

El lado oscuro de la marihuana, ilegalizada en 1961 cuando se incluyó como droga sin usos médicos en la Convención Unica sobre Estupefacientes, se asienta en el mismo lugar donde actúan sus beneficios: el cerebro. «Hay evidencias científicas de que el consumo de cannabis deteriora la memoria y podría producir anemia», alerta el neurocientífico Diego Redolar, profesor de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «Algunos de sus principios activos, como el THC o el cannabinol tiene efectos muy negativos sobre la plasticidad sináptica, modifica las conexiones de las neuronas, afecta el aprendizaje. Hay pruebas moleculares en animales. En personas jóvenes sus efectos serían más marcados».

Sin importar la finalidad del consumo, su adquisición debe hacerse en el mercado negro, siempre en la ilegalidad. El resultado: más de 10.000 individuos detenidos por tráfico de cannabis en el 2017, según estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, y la incautación de 34 millones de gramos de marihuana y 335 millones de gramos de hachís. También se incautaron productos medicinales como los aceites de cannabis (6.000 gramos, un 60 % más que el año anterior). Mientras tanto, la legalización de la marihuana se debate en el Congreso, con la lentitud del humo. Leyes y políticas En un país donde casi la tercera parte de la población ha fumado hachís alguna vez en la vida, la política obvió el tema hasta finales del año pasado, cuando Podemos avanzó los lineamientos de un proyecto de ley para su legalización «integral». «Una regulación en todas sus fases para todos sus usos», explica Txema Guijarro, secretario del grupo parlamentario de Podemos. «El enfoque de partida es de salud pública, porque la lucha contra las drogas no ha sido eficiente: aumentan los niveles de consumo en todas las edades».

A pesar de que el objetivo de Podemos es «abrir un debate público que culmine con una regulación integral y responsable», como dice un documento interno, otros actores prefieren que no se mezcle el uso medicinal con el recreativo. «El uso lúdico es otro tema, más complejo, que tendría que cambiar leyes y tratados», advierte Carola Pérez. El mismo día que se entregaba a la policía el jefe del clan de Los Castañitas, Isco Tejón, responsable del 70 % del tráfico de hachís del estrecho de Gibraltar, por donde se mueve casi la mitad de la droga que ingresa en España, se realizaba el foro «Hacia la regulación integral del cannabis», organizado por Podemos. «Después de la salud pública y la protección de la infancia, insistimos en otros efectos positivos de la regulación integral, como la recaudación o la investigación», sostiene Guijarro, quien participó en el debate. En la Unión Europea, hoy en día no existe ninguna autorización de comercialización a nivel continental para productos que contengan cannabinoides, aunque se permiten autorizaciones de «uso compasivo» para recetar o comercializar medicamentos no aprobados, según el más reciente reporte de la Unión Europea sobre cannabis. «La cuestión es debatir para qué vamos a legalizar el cannabis», advierte Redolar. «Hay que tener presentes tanto los beneficios como los efectos adversos, como la alteración del hipocampo y la pérdida de memoria».

En España, el Ministerio de Sanidad ni siquiera incluye el uso medicinal del cannabis en su «Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España» del período 2017-2018 y aseguran que «la legalización del cannabis no está en la agenda» de la ministra María Luisa Carcedo. Catalogada en ese informe como la «sustancia ilegal más consumida en la población española», estima que en un solo año empezaron a consumirla 223.000 personas. La mitad era menor de edad.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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