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La meta con la que se colocaban los soldados nazis

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Cannabis Magazine

Publicado por inaki en Multaspordrogas.com

Hoy en día, a cualquier militar le meterían un tremendo puro administrativo si le pillasen drogado estando de servicio. En cambio, a los soldados del Tercer Reich no sólo no se les castigaba, si no que el Ejército alemán era el camello del barrio.

A finales de los años 30, cualquiera en Alemania podía acercarse a la farmacia de la esquina a por un bote de anfetaminas con las que hacer más llevaderos los interminables discursos radiados del tito Adolf. La vitamina para adultos se llamaba Pervitín, un vigorizante fabricado por la compañía farmacéutica Temmler Werke.

Sin embargo, al poco de estallar la guerra, el régimen nazi decidió cerrar el grifo a los coloquetas y hacerse con el control de los postres. La invasión de Polonia había sido un juego de niños, pero el resto de Europa podía ser más dura de pelar, así que la Werhmacht se hizo con tres millones de comprimidos del compuesto químico para salpimentar el ardor guerrero de sus tropas y conseguir que se lanzasen con ganas y alegría toxicómana a la carnicería. ¿Qué querías mezclarlo con opiáceos o alcohol? No problem. Pide por esa boquita que, mientras conquistes terreno al enemigo, nada te ha de faltar.

¿A quién debemos la brillante decisión de crear un ejército de toxicómanos? Según un informe de Klinische Wochenschrift (“El Semanario Clínico”), el potencial bélico del pervitín fue impulsado por el médico militar Otto Ranke, director del Instituto para Fisiologia General y de Defensa de la Academia Militar de Medicina de Berlín. En sus estudios declaró que las anfetas producían en el organismo un efecto similar al de la adrenalina, creando un estado de alerta en el consumidor. Otros efectos era un incremento de la autoconfianza, la concentración y una pérdida del temor al riesgo, al mismo tiempo que reducía la sensibilidad hacia el dolor, la falta de sueño, el hambre y la sed. En septiembre de 1939, Ranke experimentó con 90 voluntarios universitarios y concluyo en su informe que el Pervitín podía ayudar a la Wehrmacht a ganar la guerra.

Y es que esta droga era además muy práctica para su uso durante el fragor de la batalla. No había que retirar la vista de las trincheras enemigas para andar buscando una superficie estable donde cortarla, ni pedirle a Gunther un billete para hacerte un rulo. Era una pastilla que te tragabas y te tenía puesto durante siete horas vaciando cargadores de metralleta a troche y moche o lanzando bombas desde un avión que ni el Call of Duty. Los pilotos alemanes la llamaban “droga maravilla” “pastillas Stuka” o “píldoras de Goering” en honor al morfinómano Mariscal del Aire alemán. Los tanquistas la conocían como Panzerschokolade (chocolate de tanque). El ingenio químico estaba en todos los kits de primeros auxilios (Persönlicher Verbandmittelsatz), junto a 2 vendajes, pastillas potabilizadoras, analgésicos (aspirina) y desinfectante.

Parece ser, aunque nadie se pone de acuerdo en la cifra, que se distribuyeron más de 200 millones de dosis de Pervitin entre la soldadesca, en su mayor parte en el Frente Oriental. Las constantes masacres, los feroces ataques y contrataques, y un clima atroz, hicieron que gran parte de la tropa germana optase por enfrentase a la gran picadora de carne soviética poniéndose hasta la colcha.

En un memorando alemán distribuido a oficiales médicos se puede leer: “el Pervitín es un estimulante altamente diferenciado y poderoso, una herramienta que permite, en cualquier momento, ayudar de manera activa y eficaz a ciertos individuos dentro de su rango de influencia a alcanzar un desempeño superior al promedio”.

Tal fue el éxito obtenido por la droga nazi que los aliados rápidamente copiaron la fórmula y se la distribuyeron a sus propios pilotos y tripulantes de bombarderos, sujetos al estrés de llevar a cabo largas misiones sobre territorio enemigo bajo el temor constante de ser derribado por los cazas o la artillería antiaérea germana.

Pero el envés de la trama tenía una sorpresa reservada a los militares alemanes. Los efectos secundarios de ir a la guerra morao de metanfetamina incluían muertes por infarto o suicidios durante brotes psicóticos, aunque los más corrientes al dejar de consumir Pervitín eran los de cualquier síndrome de abstinencia: abundante sudoración, mareos, temblores, alucinaciones y depresión. Todos hemos visto Breaking Bad, ¿no?

Pese a los intentos aislados de algún alto cargo para paralizar el suministro de drogas a sus soldados, al final de la guerra incluso los niños y los ancianos, que se convirtieron en los últimos defensores de los despojos del Reich de los mil años, recibieron Pervitín para hacerles más llevadero su inútil sacrificio.

Epílogo

El Pervitín no se retiró del arsenal médico del ejército alemán de postguerra, la Bundeswehr, hasta los años 70. El Ejército Popular de República Democrática la retiró en 1988. Una encuesta publicada en 2009 en la República Checa (Protectorado de Bohemia y Moravia durante el control del III Reich) reveló que el Pervitín era la droga más usada, casi un un fetiche patriótico, con más de 20.000 enganchados en todo el país.

Fuente Multaspordrogas.com

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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