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La revolución de las terapias con psicodélicos que aún es una utopía: “Mi miedo desapareció”

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Photo by geralt on Pixabay

Tras la aprobación del uso de la ketamina en 2019, el MDMA, la psilocibina y la LSD serán las siguientes

Tumbada en un diván, con un antifaz, agitada y con el pulso acelerado, Amanda -nombre ficticio- no podía dejar de hablar con el terapeuta. Llevaba horas allí, aunque había perdido la noción del tiempo. No había comido nada. El terapeuta le daba agua cada cierto tiempo y, en ocasiones, le calmaba para que volviera a centrarse en sus sensaciones: “No hay necesidad de verbalizarlo todo”.

Formalmente, la sesión de terapia no era tan distinta a las que llevaba años asistiendo. Una clínica, una habitación con un terapeuta, una conversación sobre los problemas de depresión que le habían llevado a estar medicada durante año y medio en el pasado. La gran diferencia llegó pronto. Tras una breve conversación con el terapeuta, éste alargó la mano y le dio una pastilla: metilendioximetanfetamina, más conocida como MDMA, “eme” o éxtasis.

“Para mi fue como darme cuenta de que, debajo de todos los conflictos, hay algo mucho más profundo que permanece y los conflictos están construidos encima y ves las soluciones de otra manera, ves el motor de lo que es verdaderamente importante de un modo más evidente”, declara Amanda, de 45 años, sobre aquella sesión, la primera de las dos que ha realizado con esa sustancia que nunca había probado con anterioridad.

La experiencia fue, para ella, “buena”, aunque admite que sus años de terapia convencional fueron claves para poder aprovecharla. “Me siento muy bien, la verdad, no creo que esto sea el santo grial ni la solución a los problemas de salud mental honestamente, pero creo que en mi caso ha funcionado mucho porque también llevo mucho trabajo hecho de terapia previa”, declara Amanda.

En su caso, la sesión de psicoterapia guiada con MDMA fue clandestina, dado que esta sustancia es aún ilegal fuera de los ensayos clínicos en todo el planeta, excepto en Australia, donde este mismo viernes se ha autorizado que empiece a utilizarse con determinados pacientes. Pero el éxtasis puede convertirse en el primero de varios psicoactivos en ser aprobados por las autoridades reguladoras de Estados Unidos y la Unión Europea en los próximos años -en el caso del MDMA, puede que meses- para su uso en psicoterapia para tratar enfermedades como la depresión severa, el estrés postraumático o la ansiedad.

Los primeros resultados arrojados por los pocos estudios hasta ahora disponibles han generado esperanza entre muchos profesionales de la psicología y la psiquiatría, un campo que está peleando frente a una oleada imparable de enfermedades mentales que ha azotado a los países occidentales desde comienzos de siglo.

“Estamos viviendo un renacimiento psicodélico que ha generado una gran expectación porque se ha visto que, estando como estamos en una epidemia de salud mental, las terapias actuales no tiene la eficacia necesaria y ahí es donde los psicodélicos se están mostrando como una de las posibles soluciones”, declara Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo especializado en psicodélicos y autor del libro Guía esencial del Renacimiento Psicodélico.

Sin embargo, muchos profesionales rebajan la euforia ante la falta de resultados concluyentes a largo plazo y señalan los posibles riesgos de este tipo de tratamientos, que -y en este aspecto sí que existe consenso- no serán en ningún caso para todos los pacientes

“Sin duda no será tan efectivo como se está diciendo”, opina Genís Oña, investigador en la Fundación ICEERS y profesor asociado de la Universitat Rovira i Virgili. “Tenemos este problema de que los medios de comunicación y las redes sociales están inflando una burbuja de expectativa en cuanto a estos tratamientos y en realidad tenemos poquísima evidencia”.

¿Estamos ante una revolución o las expectativas puestas en los hasta hace poco demonizados psicodélicos son desmedidas?

De la prohibición al “renacimiento psicodélico”

19 Abril de 1943. Mientras la mayor parte de Europa se desangraba en la más cruenta de todas las guerras, el químico suizo Albert Hofmann volvía a su casa en un agradable paseo en bicicleta después de una jornada de trabajo. El viaje, sin embargo, se volvió pronto bastante extraño. Los colores empezaron a cambiar, la carretera parecía curvarse sola y los árboles cobraban vida. Hoffman acababa de sintetizar por primera vez en la historia la dietilamida de ácido lisérgico, -que pasaría a la historia como LSD- y la había probado en sus propias carnes.

Ese día comenzaron más de dos décadas de investigación por todo el planeta con ensayos clínicos que se extendieron a enfermos crónicos, personas con adicciones y con una amplia diversidad de enfermedades mentales. 

“Todo esto acabó evolucionando en los que, a día de hoy, llamamos psicoterapia asistida con psicodélicos“, explica Gómez-Escolar, que también es vocal de la recién fundada Sociedad Española de Medicina Psicodélica (SEMPsi). “En vez de tener que estar varios años yendo a terapia para llegar a un resultado curativo final, con la administración de un psicodélico en una o dos sesiones, el paciente vivía un proceso de terapia del equivalente a varios años”.

Mientras esto pasaba en el mundo de la investigación, el uso de psicodélicos se extendía también por las calles. Corrían en Estados Unidos los tiempos del movimiento hippy, el amor libre y las movilizaciones contra la Guerra de Vietnam. Los jóvenes anti-sistema abanderaron el LSD como una de sus señas de identidad y el Estado se mostró implacable. Varios sonados accidentes mortales vinculados al uso del ácido que acabaron por acelerar el proceso de prohibición de la sustancia que, de iure, siguió siendo legal en el ámbito de la investigación. En la práctica, ningún comité ético aprobó nuevos ensayos y los psicodélicos pasaron a la clandestinidad hasta finales de siglo.

Hace unos 25 años, la tendencia empezó a cambiar. Las investigaciones volvieron a ser autorizadas poco a poco ante el incremento de diagnósticos de enfermedades mentales. Los primeros resultados, igual que ocurrió en los 60, empezaron a arrojar resultados esperanzadores. 

La esketamina, un derivado de la ketamina -que se emplea de forma médica como anestésico, pero que también se usa como droga lúdica de forma ilegal- se convirtió, en febrero 2020, en el primer psicodélico en ser aprobado para uso en psicoterapia en España para tratar el trastorno depresivo mayor. Actualmente, el MDMA se encuentra en fase III de ensayos clínicos para tratar el estrés postraumático y se estima que sea legal para este uso -en ningún caso para uso recreativo- este mismo año o en 2024 en Estados Unidos. La seguirá, uno o dos años después la psilocibina -la sustancia que contienen las setas alucinógenas-, para tratar el trastorno depresivo mayor, y la propia LSD, ésta, en un plazo mayor, para tratar trastornos de ansiedad.

Un viaje psicodélico asistido por un terapeuta

El papel del terapeuta es una constante en este tipo de psicoterapia que consta de una o dos sesiones previas de preparación, la propia sesión de dosificación en la que se administra la sustancia, y otras una o dos sesiones de afianzamiento.

“Son sustancias que se deben dar en ambientes muy controlados, siempre bajo supervisión médica”, explica Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm). “En ambientes hospitalarios, ya que hay que hacer una vigilancia de los pacientes al menos durante 6 horas, y , aún con todas estas medidas, hay que tener cuidado de que no haya un potencial abuso en en algunos individuos”.

“Son sustancias que se deben dar en ambientes muy controlados, siempre bajo supervisión médica”

El desarrollo de la propia sesión de dosificación de psicodélicos depende del paciente y de la sustancia. El MDMA, la droga que consumió Amanda, suele favorecer la conversación con el terapeuta. La psilocibina conduce a un viaje mucho más introspectivo en el que el papel del terapeuta es simplemente estar presente por si el paciente siente ansiedad o malestar.

Gemma Guarch es una terapeuta con más de 15 años de experiencia en el campo de los psicolélicos, ha participado en el ensayo clínico con psilocibina para tratamiento de depresión mayor resistente en el hospital Sant Joan de Déu y el Hospital del Mar, ambos en Barcelona y actualmente está a en el equipo que va a iniciar los estudios de MDMA para el tratamiento de personas con Estrés Postraumático en Sant Joan de Déu.

“A nivel de lo que pasa en el cerebro, ambas sustancias trabajan sobre los receptores de la serotonina, pero de forma muy distinta”, explica la terapeuta. “Con la psilocibina las personas suelen vivenciar experiencias mucho más confrontativas, mientras que las experiencias con MDMA suelen ser más amorosas, no por ello menos terapéuticas”.

También tras años de terapia convencional, a la que no ha dejado de acudir, Mario -nombre ficticio- decidió viajar a Países Bajos el pasado diciembre para poder asistir a una psicoterapia con psilocibina, que ya es legal en ese país. En su caso, todo el proceso tuvo lugar en una casa de campo, en la que le acompañaron otra quincena de pacientes y varios terapeutas. Tenía problemas para dormir, ansiedad, “una cabeza rumiadora” y malas reacciones con gente de su entorno más cercano.

Tras dos días de dinámicas grupales y conversaciones con los terapeutas, la sesión de dosificación también se en grupo. Una quincena de pacientes, tumbados en divanes, con un antifaz y música de fondo. Los terapeutas estaban siempre presentes por si alguien les necesitaba.

“Sientes de verdad una sensación de conexión con todo, es muy bonito, desaparece el miedo y la sensación es de que, pase lo que pase, todo está bien así que te da mucha esperanza en todo”, describe Mario, que tiene 52 años y es un alcohólico rehabilitado. “En un momento dado, me empecé a agobiar y marear porque empecé a ver como unas cosas de números y letras, levanté la mano y vino una terapeuta, me puso la mano en la espalda, me dijo alguna palabra tranquilizadora y de repente ¡Zas! Fluyes otra vez”.

“Sientes de verdad una sensación de conexión con todo, es muy bonito, desaparece el miedo y la sensación es de que, pase lo que pase, todo está bien”

La psicóloga Guarch considera que las sesiones con psicodélicos son “experiencias profundas” ya que los pacientes suelen vivenciar impactos emocionales importantes de su biografía. Por ello es importante realizar una buena preparación para evitar posibles efectos adversos y miedos que puedan surgir durante la dosificación. Sin embargo, para ella, la parte más importante del proceso son las sesiones posteriores a la dosificación de la sustancia, conocidas como sesiones de integración.

“Es importante integrar, dejar que lo que he vivido se asiente en mi a nivel corporal, emocional y de mental”, declara Guarch. “Con los estudios de neuroimagen se está viendo que pueden generarse nuevas conexiones neuronales, serían como brotes jóvenes, que si uno no los refuerza y los cuida, se pueden desvanecer”.

Con todo, Mario admite que los problemas por los que decidió probar la psicoterapia con psicodélicos persisten, aunque “hay menos compulsividad” en sus reacciones cotidianas.  “Quizás se hayan suavizado un poco eso miedos que tenia de forma inconsciente, te sigues cabreando o te sigue dando mucha tristeza algo, pero tienes como una base en la que de alguna manea todo esa bien”.

¿Una expectativa desmedida?

Para el investigador Genís Oña, incluso en el mejor de los casos, es improbable que los psicodélicos puedan llegar a sustituir a los medicamentos convencionales que actualmente se emplean frente a las diversas enfermedades mentales. “Será complementario seguramente y yo creo que hace falta buscar el perfil de paciente que más se puede beneficiar de estos tratamientos”, declara Oña. “Se están haciendo estudios de neuroimagen y ver la estructura neuronal de determinados pacientes parece que podría predecir la respuesta a los psicodélicos, aunque todo es muy preliminar todavía”.

La doctora Marina Díaz Marsá, vicepresidenta de la Sepsm, los psicodélicos podrían ser útiles como tratamiento de segunda o tercera línea por detrás de los tratamientos convencionales, “para aquellos pacientes más graves o resistentes al tratamiento o aquellos pacientes que tengan en su etiología un aspecto traumático que condicione que que el tratamiento vaya a ser muy largo”.

Una droga con forma de gominola: ‘la Bomba’, una sustancia alucinógena parecida al LSD

Más allá de que la efectividad de estas sustancias sea mayor o menor a las esperanzas que han generado en muchos profesionales, la psicoterapia con psicodélicos no está exenta de riesgos para los pacientes. En términos toxicológicos, todas las sustancias mencionadas son altamente seguras, es decir, se requeriría una dosis masiva para generar daños físicos -lo que habitualmente se conoce como una sobredosis-.

Al ser sustancias excitantes cuyo consumo provoca el envío de adrenalina al corazón, pueden generar accidentes cardiovasculares en personas propensas a ello, aunque lo cierto es que no se han registrado eventos adversos graves durante los ensayos clínicos realizados hasta la fecha con cientos de pacientes.

La clave para que su administración siga siendo segura es el cribado previo de los pacientes que pueden recibir estas terapias. “Hay algunas personas con trastornos mentales graves, en los que se considera que es mejor ser precavido como la esquizofrenia, la bipolaridad o el trastorno límite de personalidad”, declara la psicóloga Guarch. “Hay que ver qué tipo de perfil de persona tenemos enfrente, porque estas sustancias pueden generar descompensaciones en algunas personas que no tengan una estructura de personalidad que pueda sostener lo que sea que emerge en la sesión de dosificación, ya que suele ser material profundo, intenso”.

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Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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