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La secta de los asesinos (segunda parte)

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© Isidro Marín Gutiérrez

En el año 1092 un enviado del sultán exige la rendición de la fortaleza Alamut. Hassan escucha la oferta en silencio, luego da la orden a unos de sus asesinos para que salte al vacío, éste lo hace al momento y salta desde lo alto de la fortaleza. El enviado aterrado de lo que había visto aconsejó al sultán para que no atacase la fortaleza, éste no creyó las palabras de su enviado y ordenó a sus ejércitos el ataque a la fortaleza Alamut. Finalmente la operación fue abortada ya que el sultán había muerto envenenado por uno de los secuaces de Hassan. El primer asesinato cuenta Amin Maalouf se dirigió a Nizam (antiguo amigo de Hassan). Un ejército al mando de un fiel del sultán negocian la muerte de Nizam (que había caído en desdicha al asegurar que el sultán turco era su igual y no Nizam su sirviente) (Maalouf, 2002:144-145).

Este mismo año se produjo el asesinato del visir del sultanato de Saljug, Nizam-al-Mulk, por un “fidai” enmascarado como un sufí; fue una serie de asesinatos que zambulleron el mundo musulmán en el terror (Abel, 1980) (Andrews y Vinkenoog, 1967).

La fortaleza de Alamut

Hassan entonces comenzó a expandir su poder por las montañas. Construyó nuevas medidas para fortalecer la fortificación. Se realizaron una serie de aljibes para recoger el agua de la lluvia y del deshielo. También se excavaron canales para que llegase agua a la fortaleza, se irrigaron los campos que la rodeaban, se plantaron árboles frutales y se crearon almacenes en donde había en abundancia aceite, vinagre, miel, cebada, grasa de cordero y frutos secos suficientes para aguantar un año de sitio. Estaba construyendo una especie de paraíso para incitar a los nuevos seguidores a seguirle. Luego hace incursiones en varias direcciones que tejerán una malla con otras fortalezas que conquistará hasta su muerte en 1124. Contaba con unos 12.000 fieles.

Su líder mantenía a sus seguidores fieles “lavándoles” el cerebro, si ellos morían por la causa, ellos estarían seguros de entrar en el Paraíso, esto me recuerda al prólogo de Luis Racionero de la obra Los asesinos (Burman, 2002), en que realiza un paralelismo entre Hassan y Bin Laden. Hassan a los nuevos miembros les daba un paseo por los jardines que tenía en la fortaleza del Alamut; el jardín estaba lleno de flores exóticas y con fuentes, también paseaban chicas sensuales por aquellos jardines asemejándolo al paraíso. Tras un proceso de lavado de cerebro, utilizando, como no, sustancias alteradoras de la consciencia (entre ellas podría estar en cannabis), los nuevos miembros estaban dispuestos a todo. ¿Qué sustancias sería?: Para ello tenemos una serie de datos: el primero es que Marco Polo nunca menciona el hachís en su obra. El segundo es que la extraña sustancia no se la daban a nadie que se le mandase a una misión. Esta sustancia se consumía a la entrada del jardín. Y tercero la sustancia era soporífera, los usuarios se dormían.

Luchas medievales

Una de sus astucias para ganar buenos adeptos era coger a uno de sus fieles más cercanos y meterlos en un agujero excavado en la tierra en el que sólo sobresalía de la tierra la cabeza, luego se le colocaba una bandeja con un orificio en el centro para que la cabeza pasara por la bandeja y por último un toque para darle mayor veracidad al asunto, sangre en el cuello del actor. Los nuevos fieles entraban y veían desde lejos las cabezas de los actores que hablaban del paraíso en el que se encontraban sus almas gracias a que habían servido fielmente a Hassan. La escena les dejaba una impresión muy profunda a los fieles. Cuando los fieles se habían ido del lugar los que estaban en el suelo riendo de lo bien que habían actuado eran decapitados en el acto y sus cabezas eran de nuevo enseñadas a los nuevos fieles para que no quedase constancia de que aquello que habían visto era un truco.

Los “asesinos” hacían uso de la daga y reducían el asesinato en un arte, desarrollaron el agnosticismo, Hassan los iluminó acerca de la superficialidad de los profetas y los animó a no creer en nada y atreverse a todo. Hassan les enseñaba que ellos no eran meros asesinos, sino ejecutores que actuaban en público para dar ejemplo. No bastaba con saber matar y aterrorizar sino también había que saber morir. Muriendo de la manera más valerosa posible provocaban la admiración de la multitud y que luego se unirían a la causa. Más importante que el asesinato (que era su defensa) era la muerte ya que con ella convertían a los demás y así ganaban. “Conquistar es una meta, y defenderse es sólo un medio” (Maalouf, 2002: 153).

Los asesinatos se cometían preferentemente los viernes en las mezquitas a la hora de la oración (cuando más gente había). Las víctimas eran personas relevantes (visires, príncipes, dignatarios religiosos) rodeados de una guardia. Los fidais llegaban al lugar disfrazados para no levantar sospechas y en el momento más insospechado asesinaban a su objetivo. Luego son inmolados pero su actuación hace varias nuevas conversiones. Hassan conocía muy bien las plantas y sus virtudes curativas, sedantes o estimulantes. Los haschischins recibían una provisión abundante de hachís (mezclado con mandrágora o belladona) antes de partir hacia el combate, nunca durante las operaciones y se distinguieron en las Cruzadas por su bravura y por relajar su censura moral lo que les permitía arrasar con cualquier cosa que se enfrentaran, producir despiadadas matanzas y de mostrarse indiferentes ante el asesinato suicida; el rey Luis de Francia estuvo a punto de perecer a manos de miembros de la secta (Escohotado, 1999:261). Pero sin lugar a dudas su droga más peligrosa era una fe inamovible, fortalecida por enseñanzas rigurosas, una eficaz organización y el estricto reparto de tareas (Maalouf, 2002:155).

Fe ciega en el líder

Era una organización piramidal, debajo del Gran Amo, el Gran Maestro, el predicador Supremo y el poseedor de todos los secretos (que era Hassan) estaban los grandes priores e inspectores, cada uno en un distrito particular (uno para Persia oriental, Jorasan, Kuhistán y Transoxiana; otro para Persia occidental e Iraq y un tercero para Siria) que dirigían las actividades de la secta en informaban a Hassan de aspectos importantes. También tenían misioneros que propagaban las enseñanzas de la secta (los day). Justo debajo estaban los ragik, los jefes del movimiento.

Más debajo de la jerarquía se encontraban los lasek, vinculados a la organización. Son los creyentes de base, sin predisposición ni para los estudios ni para el asesinato. Entre ellos se encuentran pastores, agricultores, mujeres y ancianos (Maalouf, 2002:155).

Por debajo se encuentran los muyib, “los que responden”, que son los novicios. Reciben las primeras enseñanzas y según sus capacidades se les orienta, ya hacia los estudios más avanzados, o para fiday “los que se sacrifican” (Maalouf, 2002:155).

Aquellos que estaban listos para ejecutar cualquier cosa que el Amo pidiera siguiéndolas meticulosamente y sin hacer preguntas (los “fidais” o “fedawis” que significa “los consagrados”) tenían pocas actitudes para la enseñanza ya que aquellos instruidos los utilizaban para otros menesteres. El entrenamiento del fiday era una tarea delicada (aprender a ocultar la daga, como matar al objetivo, conocer las palomas mensajeras, memorizar los alfabetos codificados, aprender algún dialecto o saberse infiltrar en un medio hostil sin levantar sospechas). Una vez un fidai recibe una orden tiene que cumplir sus propósitos (no importa los obstáculos o las consecuencias que tuviera para su vida), lo único importante es la misión, morir en ella era un privilegio y un boleto para el paraíso.

Con la muerte de Conrado de Monferranti la fama de los asesinos se extendió hasta Europa Occidental. El fidai encargado del asesinato estuvo seis meses esperando el momento oportuno disfrazado de monje en el campamento de los cruzados.

No era un requisito indispensable la muerte del enemigo, a veces sólo bastaba con la amenaza. Saladino envió a un general para tomar la fortaleza del Alamut. El general, la noche antes de atacar, encontró una daga clavada en la tierra justo al lado suyo. Atado al cuchillo un mensaje le aconsejaba que se largara. Saladino optó por retirarse de esa zona.

Cada gran monarquía tenía infiltrados a varios asesinos dentro de la corte. Si los gobernantes no les gustaban a los ismaelitas éstos eran asesinados en una premeditada emboscada. En el 1150 los “asesinos” están sólidamente instalados en Siria bajo la dirección de su gran maestre Rashid al-Din al-Sinan (que morirá en 1192); que subsistirán hasta ser exterminados por los mongoles, precisamente por el bisnieto de Ghengis Kan, Hulagu Kan, que buscó y destruyó el califato de las fortalezas uno por uno en 1256 junto con sus castillos en Persia para que su destino no se sellara con el cuchillo de alguno de sus asesinos. La fortaleza del Alamut, un paraíso terrenal fue destruido junto con la biblioteca que Hassan había ordenado construir. Después de la captura de Masyad en 1260 por los mongoles, el sultán de Mamluk Baybars en 1272 les dio el golpe final a los asesinos sirios.

Etimología de la palabra “asesino”

Fueron llamados asesinos por sus enemigos; Federico Barbarroja, gobernante del Santo Imperio Romano los llamaba haeyssessini y el arzobispo de Tiro, William lo llamaba assissini (Novell, 1947). En el siglo XIII se utilizaba dicha palabra para los asesinos profesionales pagados. Un fraile del siglo XII, el abad Arnoldo de Lübeck, en su obra Chronica Slavorun (III, 17; VII, 10), relata los efectos del cáñamo entre los turcos y declaró que los asesinos utilizaban hachís para cometer los asesinatos (Lewin, 1964:110): “El cáñamo los transporta a un estado de éxtasis, locura o embriaguez: Es entonces cuando los hechiceros se les aproximan y les muestran imágenes placenteras, placeres y diversiones, prometiéndoles que estas delicias serán perpetuas si ejecutan las órdenes con las dagas que se les propone”. El nombre de la secta proviene de “hassas” que significa en árabe matar o “asas” que se aplica a los líderes religiosos del Islam. Para el historiador Maalouf Hassan llamaba a sus adeptos Asasiyum, los que son fieles al Asás, el “Fundamento” de la fe (Maalouf, 2002:154). En Francia la palabra asesino (“assassin”) era ya conocida en el siglo XII y seguramente sería llevada por los cruzados franceses (entre ellos, los templarios) de vuelta a su tierra. La palabra castellana de asesino proviene de assissini. La primera documentación sobre dicha palabra proviene de las Partidas de Alfonso X el Sabio. Con otra forma de ortografía, “anxixin”, aparece en la Gran Conquista de Ultramar a principios del siglo XIV. El infante Juan Manuel en 1330 escribe “assesino”. En 1535, Juan de Valdés afirma que “assasinare” es una palabra italiana. Y ya en el siglo XVII ya está en el “Tesoro de la Lengua Castellana” de Covarrubias. Finalmente en el siglo XVIII en el Diccionario de Autoridades de 1726 se pone “assasino” y “assesino” de forma indistinta. La forma definitiva no quedó fijada hasta finales de ese siglo (Historia y Vida, nº 201: 63).

Bibliografía

 

  • Abel, E.L. Marihuana: The first 12,000 years. Plenum Press, Nueva York (1980)
  • Andrews, G. y Vinkenoog, S., The Book of Grass: An Anthology on Indian Hemp; Chandler and Sharp Series in Cross Cultural Themes, Grove Press, N.Y. (1967)
  • Bartol, V. Alamut. Editorial Planeta DeAgostini. Barcelona (2000)
  • Burman, E. “Los asesinos” La secta de los guerreros santos del Islam. Martínez Roca, Barcelona (2002)
  • Escohotado, A. Historia general de las drogas, Espasa Forum, Madrid (1999)
  • Lewin,L. Phantastica. E.P. Dutton, New York (1964)
  • Maalouf, A. Samarcanda. Alianza Editorial (2002)
  • Sahebjam, F. Hasan Sabbah y la secta de los asesinos. Editorial Eldhasa. Barcelona (1996)
  • Soler Insa, P.A., Sole Puig, J. R. San Molina, LL. Bernardo, M. Toxicomanías, un enfoque multidisciplinario, Ed. Fontanella S.A. Barcelona (1981)

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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