Desde 1971, Jean-Pierre CHAUMEIL, etnólogo francés, ha efectuado varias estadías en la Amazonía peruana, especialmente entre los Yagua de la región nor-oriental con los cuales convivió más de tres años en compañía de su esposa.
Su interés toca en prioridad el estudio comparado del chamanismo y, de manera más general, todo lo que rodea las nuevas formas de religiosidad en la Amazonía. Es autor de varios libros, entre los cuales están ‘Voir, savoir, pouvoir”, (Ed. de I’EHESS, París, 1983) y ‘Ñihamwo” (CAAAP, Lima, 1987). Encargado de investigaciones en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), pertenece al Equipo de Investigación en Antropología amerindiana del mismo (Francia).
A través del mundo son numerosas las sociedades que otorgan un lugar privilegiado a los vegetales en su sistema de pensamiento. Es en particular el caso de las sociedades amazónicas que según J. Barrau (1990 : 1293) se podrían calificar de “vegetalistas”. Varias de ellas hasta consideran ciertos vegetales como la fuente del saber y de los poderes (cosmológico, terapéutico y otros). De manera general, todo ocurre como si esas sociedades concibieran una continuidad, una solidaridad mística entre los vegetales y los hombres, entre el “crecimiento” vegetal y el crecimiento humano, entre los modelos de reproducción vegetal y humano. Este pensamiento se fundamenta en parte en la idea que el conocimiento de las cosas y de los seres del mundo no tiene su asidero en el hombre mismo, sino dentro de la naturaleza (vegetal) que lo rodea.
Este concepto de planta-saber (o planta-poder si se quiere) está ampliamente difundido en la Alta-Amazonia y es muchas veces traducido en lenguaje chamánico por “espíritu” o “madre” de los vegetales (Luna, 1986; Chaumeil, 1983).
Así que abordar los fenómenos de terapia chamánica en el mundo amazónico sin evocar las plantas alucinógenas sería despojarlo de un elemento dinámico esencial. Sin embargo, no habría tampoco que limitar el uso de alucinógenos al campo terapéutico. Numerosas sociedades amazónicas los emplean dentro de un contexto sociocultural más amplio (rituales de iniciación, de caza y de cultivo, prácticas adivinatorias, etc.) y las integraban otrora como productos de intercambio en los grandes circuitos comerciales que vinculaban la selva amazónica con los Andes y el litoral Pacífico. Pero de hecho, el uso de alucinógenos en el ámbito indígena parece esencialmente ligado a la iniciación chamánica; es muy ocasional en las curas donde el tabaco (fumado, masticado o bebido) se vuelve el vegetal de referencia (Wibert, 1987). Según los conceptos indígenas, las madres de los alucinógenos son ante todo entidades que “enseñan” más que actúan por sí mismas y para sí mismas. Sin embargo, progresivamente, los alucinógenos entraron en la parafernalia terapéutica clásica de los chamanes mestizos que ejercen en las ciudades y en consecuencia, retroactivamente, este uso se difundió entre algunos chamanes indígenas. La extensión del campo de los alucinógenos a un ámbito de aplicación estrictamente terapéutica (diagnóstico y cura) parece ser un fenómeno relativamente reciente si se toma en cuenta los datos de la etnografía indígena que los asocian más a un modo específico de aprendizaje y conocimiento.
Efectivamente, en numerosas sociedades del alto Amazonas, la iniciación chamánica implica un noviciado (a veces de varios años) que se inicia con la toma periódica, según un orden establecido, de alucinógenos (y en forma facultativa de jugo de tabaco) bajo la dirección de uno o varios chamanes experimentados. No se puede considerar seria ninguna iniciación sin esos alucinógenos que se dice encierran espíritus extremadamente poderosos, cuyo amaestramiento se consigue mediante los viajes visionarios inducidos por la ingestión escalonada de esas mismas plantas. La operación consiste en añadir paulatinamente nuevas decocciones, creando mezclas más y más heterogéneas para así multiplicar y diversificar las fuentes del saber. Esos mismos espíritus o madres de los alucinógenos figuran además en el espectro de auxiliares favoritos de los chamanes, como dadores de saber y proveedores de armas mágicas (ver los relatos posteriores).
Cabe volver a subrayar que la toma de alucinógenos no es de uso reservado de los chamanes. La mayoría de los individuos, hombres y mujeres, sea en un medio indígena o mestizo, pueden vivir esa experiencia guiados por chamanes entrenados. En este caso, las tomas se orientan claramente hacia la auto-curación o la búsqueda de efectos telepáticos. En todo caso, las tomas nunca son anárquicas ni indiferentes. Los Yagua de Loreto, por ejemplo, han elaborado una “tipología-procedimiento” de los alucinógenos: primero están los que “hacen ver” y los que “hacen viajar”; los que “enseñan” el arte de curar o de hechizar; luego aquéllos que calientan” el cuerpo o los que “afinan y embellecen la voz” para seducir; los que “dan fuerza”; los que “queman” las almas o “cicatrizan” las heridas y, finalmente los que se “intercambian” con las entidades invisibles (Chaumeil, 1983). Recordemos también que, para esos mismos Yagua, el universo de los alucinógenos es un componente de la realidad tanto como la realidad inmediatamente visible vivida por cada uno en su cotidianeidad.
En lugar de desarrollar, como ya lo hicimos en el trabajo antes citado, la manera como una sociedad específica piensa y utiliza los alucinógenos en el contexto chamánico, hemos preferido dar la palabra sobre este tema a varios chamanes procedentes de diferentes tradiciones pero que ejercen en la misma región (entre Iquitos y la frontera colombiana). Sus relatos, recogidos entre 1984 y 1985, nos parecen ilustrar mejor que cualquier otro discurso la importancia del elemento vegetal y de los alucinógenos en el modo de aprendizaje, los sistemas de pensamiento y las culturas amazónicas de hoy en día.
Alberto Proaño (Shamán Yagua, quebrada Marichín, 1976)
“Mi padre ha sido un gran curandero Yagua, nëmara. Se le llamaba también sandatia “el-que-sabe”. El me enseñó el vegetal. Primero el piripiri que es el vegetal para preparar el cuerpo. La primera vez que tomé el piripiri, vi una candela grande que se transformó en serpiente y escuché solamente a lo lejos rumores de voces. La segunda vez tomé piripiri con tabaco que es el “camino de las almas”. Vi nuevamente a la candela, pero luego se presentaron dos mellizos (madre del tabaco) que me enseñaron los cantos del tabaco y de los cigarros-mágicos. La madre del piripiri se presentó más tarde bajo la forma de un animal-fantasma: me entregó una pastilla para curar y sopló en mi boca un virote (dardo mágico) para resistir a las enfermedades.
Antes de tomar el ayahuasca mezclado con el piripiri y el tabaco, mi padre finado me hizo tragar 5 flemas (que sacó de su cuerpo) para preparar mi estómago. Cuando tomé la purga, la madre del ayahuasca me entregó un cigarro encendido de donde salía un olor perfumado que me hizo ver muchas cosas. Luego me llevó hasta el cielo, pasaron varias capas de nubes. Ahí me dio un vestido para mudarme de manera que las enfermedades no penetren en mi cuerpo. La madre del ayahuasca asusta la primera vez, pero después es como tu hijo; puedes hablar con ella soplándole tabaco. Cada vez que la necesitas, está contigo, te cuida. Después tomé la purga con el toé, su mezcla.
El toé me hizo conocer el mundo de la gente-sin-ano (bajo la tierra) y el medio-mundo donde también vive gente, más allá del mundo de los buitres. La purga me hizo conocer toda clase de gente (de espíritus). Un día mi padre finado me hizo la prueba y me dijo que sanara a mi abuelo enfermo. Le he chupado en la garganta y le he sacado dos flemas. Pero todavía no se transformaban. Me dediqué con más y más frecuencia a las curaciones hasta que yo vi esas flemas transformarse primero en virotes y luego en gente. Desde entonces podía saber quién había mandado la enfermedad, podía conocer la fuente de la enfermedad. He probado más luego muchos otros vegetales como el naranjillo y el venado-caspi que me hicieron conocer más. Así me he graduado de nëmara” (versión resumida del texto presentado en Chaumeil, 1983:33-43).
Juan Pacaya (curandero de origen Cocama, lago de Caballo-cocha, 1984)
“Mi abuelo Bartolomé Pacaya ha sido Omaguino (de Omaguas), igual que mi abuela Margarita Iruyara. Vinieron a Caballo-cocha hace años, en el tiempo que costaba el jebe. Mi padre se llamaba Gavino Pacaya Marín, aquí ha crecido pero ha nacido en Omaguas. Mi madre Narcisa Wayunga era de Balsapuerto, Cocama era. Yo he nacido aquí, en Caballococha y tengo 70 años. Mi mujer era también Cocama, Artuwari Macuyama, y nació en la boca del río Nanay. Primero yo era pescador, de joven. Luego trabajé la shiringa un año, después la madera dos años. Ahora me dedico a los cultivos. Tengo aquí 3 hermanos, Bartolo, Miguel y Rafael (él también sabe curar). Yo he aprendido en el río Nanay, en el tiempo de conflicto con Colombia en 1932. Así que he sido militar también pero nosotros no hemos peleado. La toma de Leticia ha sido cosa de puros civiles. En el Nanay de mis paisanos, los Cocama. Yo he aprendido de joven antes que yo tenía mi mujer. Yo aprendí poco a poco, tengo una memoria bien suavita; lo que canta uno, un paisano,. yo le aseguro todito, tengo buena cabeza. Asi aprendí con ayahuasca en el mismo Nanay durante los años que estuve allí. Tenía dos compadres que hacían curanderismo Cocama. Yo tengo mi cachimbo también, yo también saco chonta. Yo he querido aprender para ser curandero, para eso he nacido. Cuando vinimos a Iquitos se enfermó uno de mis hijos, quería morir. Le pregunté a mi mujer finada: “¿dónde vamos a hallar médico aquí? a ver, yo voy a probar”. Le he probado y se sanó. Yo he sanado, hermano, no uno, he sanado cientos de muchachos! Grandes también, de todas partes. Yo utilizo medicina Cocama, la soga ésta, el ayahuasca con su mezcla. Yo utilizo también un “santito” de este tamañito, se llama Encanto; es como una persona chiquita, parece un callampito (hongo). Es medicina también y se Ie apega donde duele. Cuando tomo la purga (ayahuasca y su mezcla), veo toda clase de cosa, gente, animales, hamacas … Hasta ahora he tomado muchas veces la purga, hasta para sanarme yo mismo. Hace un año he querido morir, adentro me dolía. Me fui al hospital de Caballo-cocha a ver al médico: “yo estoy enfermo, doctor, le digo, tengo un dolor adentro, no por encima, sino por adentro!”. “A ver, saca la camisa, me dice”. Me ha tocado, me ha golpeado por aquí, por acá: “Señor Pacaya, me dijo, no estás enfermo!” De cólera me fui y tomé el ayahuasca, dos veces tomé. Me ha purgado, me hizo vomitar. El segundo día desapareció el dolor y me sané por completo! En mi mareación vi dos tremendas sombras, de dos metros de altura con pantalones blanquitos. Me miraban cuando vomitaba. ¡Adiós hinchazón de barriga! Nunca más hasta hoy día. Desde entonces nunca me voy al hospital. Todo se sana con purga, todo es purga”.
Rafael Pacaya (curandero, hermano de Juan Pacaya, 1984)
“Mi medicina es la Mukura, planta que se toma en cada luna verde, a las 12 de la noche. Esta planta tiene muchos secretos. Viene la madre y te enseña los icaros para sanar, pero también para hechicería. Con el ayahuasca, yo no he visto nada. La madre de la mukura es como un enano o una viejita con el pelo amarrado sobre la cabeza. Se presenta también la madre del toé (su mezcla), es como una persona pero parece que no tiene huesos. Yo he empezado a aprender a los 67 años, ahora tengo 74. He tomado la mukura por primera vez porque estaba enfermo, tenía paludismo. He tomado un año y me he sanado. La mukura es buena para el paludismo. Después he seguido tomando la mukura como medicina. La mukura es mi jefe, me ha enseñado toda clase de hechicería y de curación. La mukura hace conocer el hombre”.
Alonso Ruiz Ríos (curandero mestizo, Iquitos, 1984)
“Nací en los alrededores de Pucallpa. Tengo 31 años y vivo en Iquitos desde los 5 años. Mi maestro fue un médico ayahuasquero mestizo de nombre Fidel Mozombite. Me hizo ayunar en el monte durante dos años. Venía a visitarme cada 15 días. Me enseñó los icaros en lengua quechua, tanto para curar como para el “mal de gente”. La cuarta vez que tomé la purga, vi un “hospital” lleno de medicinas. Era como una farmacia donde había remedios para curar y para dañar. La madre del ayahuasca te hace escoger. Hace 11 años que tomo la purga, el ayahuasca mezclado con chacruna, con chiricsanango y con hojas de renaco. Después de dos años de ayuno, una “anciana” (madre de la purga) se presentó y me enseñó. Luego, salí para la madera sobre el alto Ucayali, el río Tamayo, donde me encontré con un curandero Indio, perteneciente a los Campa, Francisco Shumigabi. Me dio una planta parecida al culantro y me hizo ayunar dos años más en un lugar aislado. Me dio también ayahuasca. Después de 6 meses, la madre del vegetal hizo la “prueba”. Vi entonces la Sirena. Podía ver debajo del agua y aprendí el canto triste de la Sirena (madre del agua). Este canto sirve sobre todo para atraer a las mujeres con perfume. También aprendí aquí la gasolina: eso es para tu defensa. La madre de la gasolina es como un viento que te protege, te cuida, es como un vapor que te envuelve. Así, primero tú tomas la gasolina antes de tomar la purga, para preparar el cuerpo. El primer maestro me enseñó los cantos en quechua, el segundo en lengua campa. Ahora canto en quechua-campa y nadie me puede “cruzar”. Después de dos años de ayuno, el curandero campa me sopló sobre el cuerpo como para “despacharme” y desde entonces me dedico a curar. Se llama “maestro” a la madre de la purga y warmicita a los espíritus auxiliares. Cuando curo en casa, pongo “soldados” en los cuatro rincones. Con la gasolina, me cuidan cuando tomo la purga. Mi maestro Francisco me dio virotes, gasolina, petróleo y la serpiente cascabel que tengo todos en mi cuerpo. También me dio un encanto: una piedrita “charapita” que “chupa”. Se pega en las partes que duelen y sólo yo puedo sacarla. Tengo muchas medicinas vegetales pero es la madre del ayahuasca la que me enseñó todo”.
Celso Rojas (curandero mestizo, Iquitos 1985)
“Yo soy Celso Rojas Ucachiua. He nacido en Moyobamba en 1905. Me he criado en esas alturas (alto Tapiche) en el tiempo del jebe y del caucho, y he venido a Iquitos,con mis padres en 1918. Después he ingresado un año en la FAP (aviación). De ahí, me han trasladado a Moyobamba otra vez, un año y medio antes de regresar a Iquitos, donde mis padres murieron. Poco después me puse enfermo; mi pierna izquierda se ha podrido hasta el hueso. No me podía sanar.
Me fui a internarme por 4 meses en el hospital Santa Rosa, pero sin mejoramiento. Antes que me trozan mi pierna, salí nuevamente al alto Tapiche donde tomé por primera vez el ayahuasca, era en 1933. He dietado tres años sin comer sal, ni dulce, ni ver a nadie. De esta manera me sané y aprendí el poco que conozco. No he tenido ningún maestro aparte de la purga misma (ayahuasca). Yo la preparaba, la cocinaba y la tomaba. Conocí sin embargo a un Indio Capanahua, un tal Pedro Nahuatupe, que me mostró cómo preparar la purga, pero no me convenía. En mi casa he cambiado la preparación, pero de todo este tiempo los gusanos llenaban mi pierna malograda. De repente vino en mi mareación un pajarito carpintero, color pardo, cabecita colorada, a pegarse en mi rodilla. El comió todita esa gusanera. Yo sentía, yo veía (en mi mareación) el carpintero comer a todos estos gusanos. Luego cayó el carpintero en la olla de la purga y ahí desapareció para siempre.
Entonces he comenzado a sanarme. A los 6 meses estaba sanito. Faltando poco para cumplir tres años de dieta, he tomado la purga otra vez. Vino una boa inmensa, sus ojos parecían focos de carro. Vino de frente en la olla para batir la purga con su lengua. Después me ha comenzado a lamer, ha.metido su lengua en mi oído, en mis ojos, en mi nariz, todo, y con su lengua ha reunido mis pies así bonito y ha comenzado a tragarme. Y eso, dijo la boa, era para graduarme de sumé, o sea andar por debajo del agua y salir el día que me da la gana y donde quiero. Pero no logré graduarme: cuando estaba a medio cuerpo en su boca he tenido miedo, y la boa me vomitó. Sumé es el último grado, el primer grado es el banco, el segundo es el muraya. El sumé puede vivir en el agua y salir donde quiere, vive en pueblos de vidrio adentro del agua. El banco templa su mosquitero y se echa, en su encima se sientan los espíritus del monte, por eso se le llama banco, es el primer grado. El muraya cura con vegetales, hasta ahí me he graduado yo.
Las madres del ayahuasca son muchas, en distintas formas. Se presentan en forma de lagartija, víbora, lagarto, o gente enana. Todos enseñan. A mí me enseñaron en Inca (quechua). Del Capanahua, conozco algunas partecitas nomás, que me enseñó Pedro Nahuatupe. Yo he empezado a tomar a los 25 años. Antes del ayahuasca, he tomado el chiricsanango, el uchusanango, el ojé con mi padre. Pero recién he “visto” con el ayahuasca, y me he acostumbrado, ahora me gusta, yo lo tomo rico, parece gelatina. Yo tomo ayahuasca mezclado con distintas clases de plantas. He probado hasta con su cogollo del huicungo, de la chambira, con chullachaqui-caspi, con la corteza de ayahuman, huaira-caspi, garabato-casha, zarza, villorenaquillo (macho y hembra), sanango, estoy probando toé también. El chiricsanango le quita su fuerza al ayahuasca, sólo se toma para sacar el frío y fortalecer el cuerpo. El chullachaqui-caspi no vale, pura maldad, la chambira y el huicungo lo mismo. La chuchuhuasi tiene la mitad buena y la otra mala. El garabato-casha y la zarza son todito medicina. He tomado con urcu-huasca, con wayusa, con resina de ojé, con creolina, alcanfor, agua florida, todo he probado. Los que me han servido, los he guardado y los que no me han gustado los he abandonado. Desde el año 1933, sigo de purguero y sané a muchos enfermos”.
Mejandro Vasquez Zárate (curandero mestizo, Iquitos 1985)
“Yo tengo 65 años, he nacido aquí en Iquitos pero yo aprendí en Puca Barranco (caserío del río Napo) con un Indio capturado por caucheros en una correría, por los años 1940. Un día este indio me llamó diciendo que en su sueño escuchó a la madre del ayahuasca que quería conocerme y enseñarme la purga. A los 17 años tomé ayahuasca y su espíritu me enseñó en quechua. Todo lo que conozco es en quechua, mis icaros, mis curaciones. Dos años he tenido que dictar, ya que para saber bien es dos años. Después del ayahuasca, he tomado tabaco por la nariz, en el pico de la pinsha (tucán).
El ayahuasca tiene padre, es un hombre chiquito con sombrerito, el cuerpo cubierto de sogas, como un tronco de tamshi. El me llamó “hijo” y me enseñó. Me enseñó primero a silbar bonito ; del silbido se aprende el icaro, de ahí poco a poco viene la voz del icaro. Del ayahuasca hay el macho y la hembra. El macho es más fuerte. Hay también el cielo-ayahuasca o rayo-ayahuasca, que hace ver todo el cielo, y el ayahuasca de tierra. El padre del ayahuasca me una flema, el yachay, por la boca. Es como si uno planta en su cuerpo, crece poco a poco y el cuerpo se hace más y más fuerte. Por eso se dieta. Uno tiene que conocer todos los icaros que existen para ser verdadero maestro, para que pueda sanar cualquier enfermedad (cada enfermedad tiene su icaro propio). El maestro máximo se llama tronco. Yo tengo mi defensa, mis genios, yo tengo mis bombas, mis aviones. Yo puedo mandar una bombardeada, con el rayo se les quema a todos los enemigos, es la mejor defensa. El padre del ayahuasca es el que hace todo”.
Clotilda de Rengifo Marín (curandera de origen brasilero, Iquitos 1985)
“Mi madre ha sido brasilera. A los 15 años vino a aprender el vegetal en Caballo-cocha. Empezó a aprender de la vegetación a los 14 años. A los 15 dominaba la purga, la “ciencia”. La purga es la primera planta que Díos puso en la tíerra para regar la vegetación. De esta manera he empezado a aprender con mi madre directamente de la “ciencia”, yo no tengo icaros. El que enseñó a mi madre era un maestro de Lamas.
Yo tomo puro ayahuasca, soy vegetalista 100 por 100. Mi primer maestro fue Cocama, se llamaba Juan Martín Yawarkani. He tomado 5 años con él la purga, he dietado 8 años y yo curo desde hace 10 años. Yo soy la reina de la vegetación. Soy comando general de mando. Para superarse hay que dietar, hay que botar el cuerpo, hay que quedar huesito. Cuando más te metes en la dieta, más avanzas en la ciencia. Nos enseña el arco-iris del espacio: tiene 7 colores encendidos, 4 son medicinas y 3 son dañinas. Eso el doctor no cura. Los colores buenos son: azul y rosadito, el malo es el amarillo”.
Julia Navas Nibeira (curandera mestiza, Iquitos 1985)
“Yo aprendí así: he sufrido una enfermedad hace muchos años. Llegué a un maestro que era un Indio Chama. El me enseñó a tomar el ayahuasca. De la primera copa, me sané pero me hizo dietar 6 meses. Yo he cantado 7 canciones la primera noche. Seguí dietando durante 3 años por el Ucayali. Mi maestro sabía mucho porque se metía en el agua y salía a las 4 horas completamente seco; sumé era. He dietado varias plantas: ayahuasca principalmente, murcuhuasca, agregando siempre la chacruna que es también primordial para la visión. El ayahuasca sólo marea. El toé también sirve para ver. Mi maestro me enseñó en su idioma chama (Conibo), él me dio el llausa mariri, es una defensa que tenemos en el estómago y con la cual sacamos virotes. Me trasmitió este mariri por medio de vientos. El genio del ayahuasca, el rey de la medicina, es satitucuy, un viejito de color bronceado óxido, de tamaño diminuto, con sombrero de piedra, zapatos de piedra, bastón de piedra, él también viene de un cerro de piedra. Los duendes son los discípulos del viejito, sus ayudantes. Son los cuidadores dé ‘nuestro cuerpo: las arcanas, para que nadie nos cruza. Trozan flechas, son como Indios. Mi animal protector es un águila que siempre pongo en el techo para cualquier cosa que caiga de arriba, él lo coge, todo lo malo. Ponemos también defensa en los 4 costales: los shitaneros que decimos. Son los balisteros, los pucuneros, los guerreros, no dejan pasar a nadie. Son Indios, por ejemplo un Huambiza si tomamos el ayahuasca con el yagé, ya que el yagé viene del Huambiza. El ayahuasca es nuestro maestro a todos, no podemos superarlo, somos sus discípulos. Hay muchas clases de ayahuasca: cielo-ayahuasca, trueno-ayahuasca, encanto-ayahuasca, rayo-ayahuasca, boa-ayahuasca, y muchos más, cada uno tiene sus secretos”.