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Madres, profesionales, emprendedoras y activistas impulsan consumo de marihuana

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mezclar variedades de cannabis

El mundo cannábico también es color violeta: son madres, activistas, profesionales de distintas áreas, emprendedoras, cultivadoras, consumidoras. Son mujeres cannábicas.

La marea feminista que recorre América Latina, así como los debates por la legalización del cannabis en la región, les ha dado visibilidad. En México, sus voces están cada vez más presentes en las calles, en las redes sociales, a través de colectivos y asociaciones que promueven el uso medicinal o recreativo de la planta, espacios desde los que también buscan romper con los estigmas y exigir una legalización con perspectiva de género.

Karen Growcia es una de ellas. Hace tres años, cansada de ser estigmatizada y de correr riesgos por obtener mariguana clandestinamente, decidió adaptar el patio de su casa y un rincón al interior para sembrar sus propias plantas. “Por la necesidad de dejar de arriesgar mi vida al ir a buscar cannabis a lugares donde no son recomendables para una mujer y dejar de consumir cosas que no sabemos qué tienen, de eso nace mis ganas de comenzar a cultivar”, cuenta.

Integrante del colectivo puertorriqueño YunqueCrew, madre de una niña de ocho años y consumidora desde hace 10 años, ella ha encontrado en el cannabis una manera de sobrellevar los agotadores cuidados maternos y los dolores menstruales: “una como madre sufre mucho estrés; estás emprendiendo y andas muy movida, esto sirve para el estrés. En los ciclos menstruales, en lugar de tomar una pastilla, me fumo un porro o uso el CBD, la parte medicinal, para calmar mis nervios y dolores”.

Jesica Maravilla “marnúñ”, que participa cuidando el huerto en el plantón 420 instalado afuera del Senado de la República desde hace un año, también considera que es una planta que nutre al cuerpo femenino.

Otras llevan años gozando sus beneficios medicinales, aunque eso implique ir en contra de la estructura médica. Es el caso de Erandeni “Gi”, quien usa mariguana desde hace ocho años para controlar la epilepsia. Esta chica que colabora en las redes sociales del plantón 420 cuenta que fue su médico quien extraoficialmente le sugirió tomarla en té para paliar el insomnio y los ataques epilépticos, después descubrió el aceite que le cambió la vida.

“Poco a poco pude dejar el medicamento sin tener problemas, tengo una buena vida y no estoy tomando otros medicamentos alternos. No sé si para todos funcione, pero a mí sí, y es importante que otros entiendan los beneficios”, dice.

Difundir las propiedades curativas del cannabis y derribar los mitos que lo satanizan es justo la misión de The Sisters of the Valley, un movimiento de “monjas” cannábicas nacido en California, que tiene socias en México y en otros países. Desde hace cuatro años, las hermanas Camilla y Luna tomaron el hábito que caracteriza al grupo y se han dedicado a promover y a comercializar productos medicinales en el país.

Camilla y Luna se han dedicado a promover y a comercializar productos medicinales en el país | Ariel Ojeda

Portar el hábito es simbólico, no son religiosas, pero su vida se rige por el respeto a la naturaleza, y la elaboración de sus productos sigue un ritual particular: “Nuestras plantas y productos son elaborados bajo ciclos lunares, es parte de nuestras reglas y compromisos; es medicina y nos importa que tenga lo mejor de nosotras; hacemos ceremonias entre ciclos lunares y la producción de nuestra medicina”, explica Camilla Valley, activista y fundadora del grupo en México.

Sus propiedades medicinales son principalmente desinflamatorias, por eso actúa contra el dolor en las articulaciones, las migrañas y los cólicos menstruales, explica Luna, quien también estudia biomedicina.

Desde otras asociaciones internacionales como ‘Mamá Cultiva’, madres de diferentes países de América Latina cuyos hijos padecen epilepsia u otras patologías llevan años luchando para que el acceso al aceite de cannabis, a semillas de la planta y su autocultivo sean despenalizados. Así han logrado tejer también una red de cuidados colectivos.

En Texcoco, Mariana López ha tejido sus propias redes de autocuidado con la mariguana. En el jardín de su casa crecen cogollos que utiliza para remedios caseros. Comenzó a prepararlos para aliviar sus migrañas y dolores en las articulaciones, ahora elabora cremas y aceites que luego distribuye entre sus vecinos y madres con hijos con TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad).

Mariana López ha tejido sus propias redes de autocuidado con la mariguana | Ariel Ojeda

No hay duda que en el país, a pesar de que la legalización sigue pendiente, hay una industria cannábica en auge, y las mujeres están poniéndole su propio sello. Productos medicinales, terapéuticos, de higiene femenina, para favorecer el placer sexual, cosméticos. “¡Qué no están haciendo! Hay chicas haciendo lubricantes, hay temáticas diferentes, y todas están apostando por el primer paso, que es no tener miedo a reconocerse y a ser la primera línea de mujeres cannábicas que está luchando por todas”, asegura Cati Villarreal, gestora cultural e integrante de los círculos de mujeres que cada miércoles organizan en el plantón de Reforma.

En ese espacio semanal, Cati y otras chicas han reunido por primera vez a 11 organizaciones de mujeres cannábicas para compartir experiencias y crear redes de solidaridad. Desde ahí también buscan sensibilizar al movimiento cannábico de la lucha feminista y exigir una legalización con perspectiva de género, pues propuestas como la iniciativa de ley que actualmente se revisa en el Congreso deja en desventaja a las que autocultivan para uso medicinal o recreativo.

Están marcando más la estigmatización, dice Karen: “Tengo una hija y a mí la nueva ley me está diciendo que no puedo cultivar ni consumir si tengo un menor de edad en casa, aunque tengo un espacio con patio para no hacerlo donde él está, y también me dice que no puedo fumar en la calle, en vez de ayudar nos está estigmatizando y criminalizando más”.

Cualquier persona debería cultivar lo que consume sin ser etiquetada como criminal, sostiene. En su opinión, la ley que se discute beneficiará sólo a grandes compañías: “Si yo como mamá cultivadora quiero hacer un emprendimiento, me las voy a ver muy difícil porque no voy a tener el dinero para comprar un permiso y poder sacar un producto, una marca”.

Tanto la iniciativa de ley como el reglamento que rige el uso medicinal de la mariguana publicado recientemente no toman en cuenta ni a las mujeres emprendedoras ni a las campesinas o productoras de los pueblos originarios.

Mariela Ayala tallerista y promotora de lubricante íntimo a base de CBD derivado de la cannábis | Ariel Ojeda

“¿Cómo es posible que la regulación nada más contemple cinco plantas o seis y si encuentran una séptima ya voy a ser narcotraficante?”, cuestiona Cati, quien también señala el vacío en el que esta ley dejaría a mujeres campesinas o de los pueblos originarios que cultivan y se benefician de la planta desde sus saberes tradicionales.

“Las señoras diputadas no están hablando de la mujer cannábica y de qué usos le dan, algunas son madres cuidando de sus hijos. Ellas van a tener que pedir más de cinco licencias para curar a sus hijos”. Asegura que están dejando en desventaja a grupos vulnerables de mujeres, como las de la tercera edad, campesinas o madres solteras.

The Sisters of the Valley México ven avances en la regulación, pero también critican que sólo beneficie a unos cuantos. Además, cuestionan que el reglamento de uso medicinal publicado el 1 de enero indique que cualquier promoción de medicina cannábica sea dirigida únicamente a profesionales de la salud, no a la población en general.

“Se me hace grave que no puedas hacer promoción porque eso limita información muy valiosa que todos debemos saber, y nosotras como activistas tenemos la de labor hablar sobre los beneficios que tiene la planta. No se me hace justo”, dice Camilla Valley.

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Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.

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