Descubre los avances más recientes en vaporizadores de cannabis, sus beneficios para la salud, y los resultados de las últimas investigaciones científicas.
Uno de los aspectos relacionados con el cannabis en los que se ha producido más cambios en los últimos cinco años tiene que ver con los vaporizadores. Los nuevos estudios científicos son pocos en número pero muy relevantes en cuanto a su aportación a la ciencia. En este número de la serie sobre actualización repasamos los más relevantes.
No existen dudas sobre el hecho de que el uso de vaporizadores es una de las medidas de reducción de riesgos más adecuadas para los usuarios de cannabis. Esta afirmación es válida tanto para los usuarios recreativos como para los terapéuticos. Los principales cannabinoides de la planta, tetrahidrocannabinol (THC) y cannabidiol (CBD), aparecen de forma natural en su forma ácida (THCA-A y CBD-A), pero son farmacológicamente inactivos. Para que produzcan sus efectos es necesario eliminar este componente ácido (proceso químico que se conoce con el nombre de descarboxilación) y la forma más habitual de producir esta reacción química es elevar la temperatura por encima de 180ºC. Por este motivo, la forma tradicional de uso de cannabis a lo largo de la historia ha sido fumarlo.
Pero la combustión de sustancias vegetales da lugar a temperaturas mucho más elevadas y en la punta de un cigarrillo (ya sea de marihuana o tabaco) se llegan a alcanzar los 600ºC. Así, además de los cannabinoides, en el humo aparecen otras sustancias (hidrocarbonos aromáticos policíclicos, benzeno, acrilonitrilos…) que tienen efectos irritativos y carcinógenos demostrados. La mayoría de los usuarios recreativos fuman cannabis mezclado con tabaco por lo que están expuestos a estos riesgos por el mero hábito de fumar. Por otra parte no existe un solo medicamento en todo el mundo cuya vía de administración sea fumada y el uso terapéutico del cannabis a través de este método no es aceptable desde un punto de vista médico. Otras vías de administración como la oral o la sublingual son posibles, pero la superficie de absorción que proporcionan los pulmones y las características químicas de los cannabinoides hacen que la vía intrapulmonar sea una forma de administración idónea para estas sustancias.
Los vaporizadores vienen a solventar todos los inconvenientes asociados a la combustión aprovechando las ventajas de la vía de absorción intrapulmonar ya que permiten llevar a estado gaseoso los principios activos del cannabis sin generar sustancias tóxicas. Incluso permiten ahorrar dinero al usuario y aprovechar mejor la sustancia, ya que las elevadas temperaturas que se alcanzan durante la combustión de un cigarrillo o un porro destruyen entre el 30 y el 40% de los cannabinoides en el proceso. Incluso permiten extraer los cannabinoides de forma selectiva, ya que el punto de evaporación de cada uno de los principios activos del cannabis es distinto: los terpenoides, responsables del sabor y el olor de la marihuana se vaporizan a 130ºC, el THC a 157ºC y el CBD entre 160 y 180ºC.
Pero el inconveniente fundamental a la hora de recomendar un vaporizador tiene que ver con la elevada variedad de modelos, productos y prestaciones. Existen modelos que funcionan calentando el cannabis directamente, normalmente a través de una placa metálica (conducción) mientras que otros calientan el aire que luego difunde a través de la sustancia (convección). La eficacia y seguridad de cada dispositivo depende, entre otros factores, de la temperatura que alcancen, la densidad de los componentes, la consistencia del material que se coloca en la cámara de relleno, el tipo de dispositivo que se utilice para almacenar y difundir el vapor, si el sistema es eléctrico o de gas, etc.
La Unión Europea tiene normas de regulación muy estrictas sobre muchos productos de consumo humano que hacen que, por ejemplo, para que un alimento pueda ser denominado “yogur” o “leche desnatada” deba de cumplir unos requisitos determinados. Todos los productos sanitarios y médicos deben de cumplir con la “Norma CE” que garantizan los mínimos técnicos y legales para poder ser comercializados y distribuidos dentro de su territorio. Los medidores de tensión arterial, los dispositivos portátiles de oxígeno o las vendas elásticas están sujetas a esta normativa que certifica su calidad. Nada de esto es aplicable a los vaporizadores de cannabis porque, oficialmente se trata de una droga nociva sin ninguna propiedad terapéutica a pesar de las evidencias científicas al respecto. De hecho, en muchos países ni siquiera pueden comercializarse como “vaporizadores para cannabis” y los manuales de instrucciones de un mismo modelo son distintos según la normativa de cada país, eludiendo las referencias explícitas a la marihuana en algunos lugares, que son sustituidas por referencias genéricas a la “vaporización de plantas”.
La investigación sobre los vaporizadores ha avanzado muy lentamente. En Estados Unidos el NIDA (National Institute on Drug Abuse) tiene el monopolio para la distribución de cannabis con fines de investigación, que viene a ser algo parecido a encargar al Partido Nazi de las políticas de integración de las minorías étnicas. En la práctica, este monopolio ha servido para torpedear y boicotear la investigación con cannabis terapéutico. El MAPS (Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies) batalló durante la pasada década con el NIDA y la FDA para estudiar la eficacia de los vaporizadores de forma infructuosa. Pero, aun así, se consiguieron publicar resultados científicos en 2006 que certificaban que un modelo concreto de conseguía vaporizar cantidades suficientes de cannabinoides sin ninguna otra sustancia tóxica o perjudicial para la salud (1). En la práctica y hasta hace poco tiempo, éste era el único modelo que podía recomendarse desde un punto de vista científico para el uso terapéutico de cannabinoides vaporizados y de hecho ha sido utilizado en algunos ensayos clínicos en humanos durante la última década.
Sin embargo, este dispositivo también presenta algunos inconvenientes importantes. En primer lugar, su elevado precio que oscila entre los 400 y los 500 euros, a los que hay que sumar los recambios de válvulas, rejillas, anillos y bolsas. El coste total supone un inconveniente insalvable para muchos usuarios terapéuticos y pocos usuarios recreativos están dispuestos a invertir esta cantidad en una medida de protección cuyos efectos sólo se ven a largo plazo. El volumen del dispositivo es similar a un balón de futbol, lo que limita las posibilidades de su uso al interior de espacios privados. Su uso requiere de entrenamiento y conocimientos técnicos y finalmente, su estética y características técnicas están destinadas al uso terapéutico y resulta poco atractivo para el usuario recreativo.
Pero el panorama ha cambiado este año con la publicación de un estudio en la prestigiosa revista PLOS (Public Library of Science). Un equipo del Laboratorio de Fitofarmacología, Bioanalítica y Farmacocinética de la Universidad de Bem, en Suiza, evaluó la eficacia de cinco modelos comerciales de vaporizadores (cuatro eléctricos y uno de gas) para vaporizar extractos de cannabis y obtener cantidades suficientes de THC y CBD. En las conclusiones del estudio se observó combustión en uno de los modelos estudiados (el de gas) e importantes diferencias en cada uno de los modelos estudiados según las condiciones de uso. Los vaporizadores electrónicos parecen más eficientes y más adecuados para el uso terapéutico, pero todos los modelos estudiados consiguieron resultados positivos. En palabras de los autores “los vaporizadores pueden ser considerados un prometedor modo de administración de cannabis de una forma segura y eficiente, aunque son necesarios estudios en humanos para comprobar si estos hallazgos de laboratorio se replican en condiciones reales” (2).
Este estudio es uno de los más relevantes publicados sobre el tema de los vaporizadores (y, posiblemente, en relación con todo el tema del cannabis terapéutico) durante la última década. Proporciona pruebas fiables de la eficacia de cinco modelos distintos, que se encuentran en el mercado y con características y precios muy diferentes. Los fabricantes de estos modelos ya pueden incluir esta información en sus productos, que garantiza su calidad y los distingue de otros del mercado. Probablemente esto redundará en un incremento de la competencia y que otros fabricantes sometan sus dispositivos a ensayos parecidos. Es cierto que son necesarios más investigaciones en humanos, aunque será difícil si los mismos que critican la falta de estudios son quienes ponen palos en la rueda del carro de la investigación.
Otra cuestión interesante consiste en saber si los usuarios recreativos (al fin y al cabo, la gran mayoría) utilizan vaporizadores o prefieren fumar. Los únicos datos objetivos al respecto provienen de una encuesta on-line publicada en 2015 sobre 2.910 usuarios de cannabis en la que el 20% de los usuarios referían haberlo utilizado más de 100 veces en su vida y el 12% lo utilizaban como vía de administración preferida (3). Las características del estudio no permiten extraer muchas conclusiones generales pero señalan que el vaporizador es, por lo menos, una forma de administración utilizada por una parte de la población. Probablemente, si una mínima parte de los recursos despilfarrados en evitar que la gente utilice cannabis se destinara a promover el uso de vaporizadores entre los consumidores estas cifras serían mucho mejores y, ya de paso, protegeríamos su salud, a la que también tienen derecho aunque sean viciosos drogadictos.
Otro aspecto actual de relevancia sobre el tema tiene que ver con los cigarrillos electrónicos. El “e-cigarrete” ha irrumpido con fuerza en la sociedad en los últimos años y es motivo de controversia científica. Sus defensores alaban sus virtudes, aunque existen pruebas definitivas sobre su eficacia para ayudar a dejar el tabaco o sobre sus efectos a largo plazo. Sus detractores resaltan estos aspectos a pesar de que los datos disponibles sugieren que, al menos, es menos nocivo para la salud que fumar tabaco. Un sector de la comunidad médica opina que su potencial como medida de reducción de riesgos o ayuda para dejar de fumar tabaco merece al menos estudio y consideración. Otra parte (que suele coincidir con los profesionales anti-tabaco y la industria farmacéutica, temerosos de que un posible tratamiento quede fuera de su control) ha hecho del cigarrillo electrónico un nuevo enemigo a batir.
Buscando argumentos para demonizar el cigarrillo electrónico, algunos estudios se han centrado en explorar como este dispositivo puede ser utilizado para inhalar cannabis. Aunque los datos indican que el fenómeno es limitado (4 y 5) los preventólogos alertan en una reciente revisión (6) sobre el hecho de que los cigarrillos electrónicos puedan ser una puerta de entrada para que los tiernos infantes se inicien en el horrendo mundo del cannabis. De paso, también podrían “alertar” (porque a los preventólogos les gusta mucho eso de alertar) sobre la nula eficacia de las políticas de drogas actuales para proteger a los menores de edad.
Finalmente, haremos referencia a otro posible uso de los vaporizadores. Existen muchas personas que fuman tabaco y cannabis y que únicamente desean abandonar el uso de la primera sustancia. Si dejar el tabaco es difícil, aún lo es más si la persona pretende seguir fumando cannabis, aunque sea de forma ocasional o esporádica. Por otra parte y en la actualidad, la mayoría de las personas aprenden a fumar tabaco y cannabis de forma simultánea. Si el uso de vaporizadores se extendiera, es posible que algunas personas pudieran dejar el tabaco con más facilidad y que para las nuevas generaciones de consumidores el uso de tabaco y cannabis dejara de estar asociado. Estas hipótesis se han desarrollado recientemente en un artículo publicado este mismo año en la revista Addiction (7).
REFERENCIAS
- Hazekamp, A., Ruhaak, R., Zuurman, L., van Gerven, J., & Verpoorte, R. (2006). Evaluation of a vaporizing device (Volcano) for the pulmonary administration of tetrahydrocannabinol. Journal of Pharmaceutical Sciences, 6, 1308–1317.
- Lanz, C., Mattsson, J., Soydaner, U., & Brenneisen, R. (2016). Medicinal Cannabis: In Vitro Validation of Vaporizers for the Smoke-Free Inhalation of Cannabis. PloS one, 1, e0147286.
- Lee, D. C., Crosier, B. S., Borodovsky, J. T., Sargent, J. D., & Budney, A. J. (2015). Online survey characterizing vaporizer use among cannabis users. Drug and alcohol dependence, , 227–233.
- Etter, J. F. (2015). Electronic cigarettes and cannabis: an exploratory study. European Addiction Research, 3, 124–130.
- Morean, M. E., Kong, G., Camenga, D. R., Cavallo, D. A., & Krishnan-Sarin, S. (2015). High School Students’ Use of Electronic Cigarettes to Vaporize Cannabis. Pediatrics, 4, 611–616.
- Giroud, C., de Cesare, M., Berthet, A., Varlet, V., Concha-Lozano, N., & Favrat, B. (2015). E-Cigarettes: A Review of New Trends in Cannabis Use. International journal of environmental research and public health, 8, 9988–99810008.
- Hindocha, C., Freeman, T. P., Winstock, A. R., & Lynskey, M. T. (2015). Vaping cannabis (marijuana) has the potential to reduce tobacco smoking in cannabis users. Addiction (Abingdon, England), 2, 375.
Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.