Cannabis Magazine 216

La barbarie opera con frecuencia en nuestro mundo, está ahí entrelazada con nuestro desarrollo a lo largo de los milenios. Pinker explica en su obra Cómo funciona la mente la gran potencia que poseen las emociones y lo mucho que nuestra mente se deja llevar por ellas. En este sentido, los impulsos violentos mantienen un papel importante en todo esto. Ahora bien, el autor, afirma también que es posible controlar este aspecto que parece formar parte, como idiosincrasia, del ser humano. Pinker ha reflexionado por medio del trabajo de varias personas que habían estado investigando sobre las tasas de homicidios en Inglaterra a lo largo de varios siglos: desde el s. XIV al XX. Constató que las cifras se han ido reduciendo paulatinamente. Así entonces, la sociedad global, según lo indicado por el autor, está vivenciando la etapa menos violenta de la historia. Ciertamente, Steven Pinker lee el mundo de una manera cuantitativa para poder llegar a estas conclusiones, que, dicho sea de paso, resultan difíciles de rebatir y, a pesar de varios intentos, no se ha llegado más allá de la crítica árida y el desprecio cerril. Pero hay toda una historia cualitativa en cada una de esas vidas que padecen la imposición de la violencia y el horror. Cada historia de cada persona es preciada e irrepetible y debería ser inviolable y, sin embargo, muy a menudo cargará con el miedo atávico por contemplar la crueldad, las atrocidades y las brutalidades cometidas por seres como ella. Goytisolo lo decía y afirmaba hasta la saciedad: la indiferencia es una gran desgracia de nuestro tiempo. La asunción de una realidad grotesca en un mundo en el que se llevan a cabo genocidios y guerras se asienta en muchas ocasiones desde la pasividad. Somos mediocres para interesarnos por situaciones que, a todas luces, si nos ocurriesen a nosotros, devastarían nuestro mundo e igualmente acudiríamos a pedir ayuda, nos refugiaríamos, nos iríamos a un lugar seguro o trataríamos de defendernos. Edwin Starr se preguntaba para qué sirve la guerra. Estas semanas, meses ya, contemplo perplejo unmundo que me propicia una sensación de gran polarización. Posturas que se sienten encontradas tratando de acomodar valores en los que se creen, pero que se encuentran ahora mismo en posiciones propuestas como contrarias. He creído percibir a gente intelectual y ampliamente defensora de los derechos humanos matizar el porqué de la actual guerra que la Federación Rusa está imponiendo en Ucrania, hasta tal punto que se percibe una molestia obsesiva y un poco neurótica en algunas de estas personas cuando se ven en la diatriba de condenar o no la guerra. Creo que esto es algo bien personal. También he podido leer diferentes análisis de personas muy excelsas cuyos discursos parecen estar 127

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