Cannabis Magazine 219

Sustancias podías volverte loco hasta conseguir algo decente. Al respecto, recuerdo una vez que, en plena Gran Vía (qué años aquellos, qué desparpajo… recuerdo chutarme en plena plaza de España, en medio de Atocha, y la policía me decía: “¿Qué, haciendo un análisis de sangre?”, sinmás. Aunque recuerdo también que, una vez, dos secretas casi me crujen a hostias de no ser porque pude esquivarlos y salir corriendo, pero eso fue absolutamente excepcional). En fin, que estaba abriendo una de las bolsitas que había pillado (bolsas de esas envueltas una y otra vez, una sobre otra, que los africanos portaban en la boca y que pretendían que tú también te las metieras en la boca según te las daban). Si eras especialmente hábil, abrirlas te llevaba la mitad de tiempo que completar el cubo de Rubik. El caso es que se me acercó un tío y me ofreció cinco veces lo que costaba una bolsa si le daba lo que yo había pillado. Le dije que no. Es coña. Me dije: para mí que es Cristo que ha venido a verme. De modo que fui a darle una de las bolsas que tenía sin abrir, pero el menda insistió en que no, en que quería la abierta, la que me iba a meter… (madre mía qué rayaeratenía el amigo), así estaba seguro de que iba a tomar caballo de verdad, del que toman los yonquis. Pobre hombre… las debía de haber pasado reputas pillando cualquier cosa a la pléyade de paleros que infestaba la zona. Más adelante, el trapicheo abandonó la Gran Vía y se adentró en las callejuelas adyacentes: Desengaño y demás. Haciendo que fuese menos visible para el público general y para la policía en particular (aunque, lógicamente, no dejaba de circular arriba y abajo durante toda la noche, porque la venta empezaba a las diez de la noche, hasta las últimas de la madrugada o primeras de la mañana. Por el día apenas habíamovimiento así a la vista. Vamos, básicamente era el horario de las putas. Ni más ni menos. Drogas duras y prostitución, binaria y no binaria). De todos modos, lo de Gran Vía era más si nos pillaba la noche y cogíamos de forma improvisada. Normalmente, íbamos a Los Focos, un poblado gitano de adosados prefabricados que estaban en medio de un descampado detrás de un muro en la Avenida de Guadalajara. San Blas. Había liada ahí una reparda. Con hogueras, tiendas de campaña, un trajín diario de flipar… pero desde la calle, debido al muro, no se veía nada. En el momento álgido, los gitanos alquilaban a los payos unos cubículos hechos de ladrillos y techos de uralita, del tamaño justo para poder despachar coca y caballo. Precio: un millón de pesetas al mes. Y en unos días ya los tenían amortizados. Hasta que, un día, se produjo una persecución policial desde Talavera de la Reina o algo así. Kilómetros y kilómetros huyendo de la pasma y los tíos fueron directos a Los Focos. Aparcaron el coche en la acera frente al poblado y se metieron a pillar. Los de Madrid Directo, la televisión local madrileña, que 118 La novia del Edu Con otro machaca “ “ AL PRINCIPIO, PILLÁBAMOS JAMARO UN PAR DE VECES A LA SEMANA. TRES. LUEGO CUATRO. Y AL CABO DEL TIEMPO TRES VECES AL DÍA TODOS LOS DÍAS DE LA SEMANA

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