Cannabis Magazine 219

119 venían siguiendo el caso de la persecución desde hacía rato, se acercaron a la Avenida de Guadalajara, traspasaron el muro y… alucinaron en colores con el escenario dantesco que se encontraron. La reportera no se lo podía creer. Repito: hogueras, tiendas de campaña... adosados prefabricados con coches de alta gama en el patio trasero… y una jauría de yonquis buscándose la vida y, sobre todo, las venas. Recuerdo que la tía se puso a entrevistar a un machaca que le contaba cuatro chorradas y le decía que gracias a la coca chutada estaba así de bien: “¿No ves la labia que tengo?”, decía, ja, ja, ja… un derroche de energía, ni el mismísimo Angus Young. En ese poblado, allá por el año 1992, fue la primera vez que, entre decenas de figuras de porcelana, toda colección de películas de Disney en VHS y cascaras de pipa y colillas de tabaco por el suelo del salón, vi una tele del tamaño que todos tenemos ahora: enorme y casi plana como las de hoy en día. Esta gente vivía treinta años por delante nuestro. Mi chica me contó que ahí iba Antonio Flores a pillar, pero que, como ya no le servían, tenía que darle la pasta a cualquier machaquilla para que la pillara por él. Se dice, también, que un día se plantó ahí su madre, Lola Flores. Entró en una de las casas de venta y dijo: “Con mi presencia queda saldada esta deuda” (la que tenía su hijo con los gitanos, de dosis y dosis sin pagar) y todo el mundo feliz y aquí no ha pasado nada, ja, ja, ja… joerla Lola, ¡qué arte, qué morro y qué agarrada era para saldar deudas! En cualquier caso, entiendo que a los gitanos no les preocupase mucho el pufo de Antonio. Al lado de la mesa con la tanitade rigor y los gramacosde heroína y cocaína (cruda, en esos años aún no había entrado la base) tenían un bote enorme de plástico, del tamaño de una garrafa grande (o de un par de ellas), y, a lo largo del día, se llenaba de billetes. Mucha pasta. Mucha. Se decía que, cada mañana, las gitanas cruzaban la acera del poblado e ingresaban en Caja Madrid 500.000 pesetas. ¡Al día! Casi queme lo creo y todo. Vamos, queme cuadra perfectamente. Quinientos yonquis amil pelas cada uno, fácil que pasaban. Y más. Y varias veces al día. Lo bueno de Los Focos es que podías ir en Metro, tranquilamente. Te bajabas en San Blas o en las Musas y te dabas un paseíto de nada. Te llevaba la línea 7. La línea yonqui. Que iba de Los Focos, en un extremo, a Pitis (otro mítico poblado), en el otro. En Pitis había una anciana viuda que despachaba jakoy coca como hace unos pocos “ “ MI CHICA ME CONTÓ QUE AHÍ IBA ANTONIOFLORES A PILLAR, PERO QUE, COMO YA NO LE SERVÍAN, TENÍA QUE DARLE LA PASTA A CUALQUIER MACHAQUILLA PARA QUE LA PILLARA POR ÉL

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