Cannabis Magazine 219

Sustancias 120 años cantaban los Pxxr Gvvng en la canción “Como el agua” (las papelas se van como el agua). La señora se sentaba en una silla con los gramos delante, en una mesita. A un lado tenía una escopeta de cartuchos y al otro un cubo de agua. Que alguien se ponía chulito: escopeta. Que aparecía la poli o la secreta: droga al suelo, agua y adiós problemas. Con este sencillo método pudo trabajar dignamente durante lustros en un terreno tan hostil para una anciana dama como lo era un hipermercado de la droga de los años 90. En aquel entonces, en los andenes del metro se podía fumar tabaco. Y los días de marcha, cuando la gente iba borrachilla, a última hora, no era raro que hubiese quien fumara incluso dentro del vagón. Siendo así en las líneas normales, imagínense como era la línea yonqui. La 7. Chinos. Broncas. Machetes. Chutas. Mamadas frente a las cámaras, polis de paisano, con su riñonera de rigor, a la entrada, haciendo control de acceso… De todo. Y, evidentemente, el billete no lo pagaba ni Dios. Por lo demás, el material era bueno. Muy bueno. Siempre. Ha de tenerse en cuenta que ahí todo el mundo usaba la jeringuilla. Los cortes se detectan fácilmente y no está la cosa para hacer tonterías. Además, con ese volumen de negocio, ¿para qué? Repito: la calidad era muy buena. Ahora bien, el sitio era duro. Un poblado. El espacio que ocupa un descampado, dedicado en exclusiva a la venta, a la compra y al consumo de heroína y cocaína por parte del núcleo más hard corede los usuarios de drogas del Madrid de finales del siglo pasado. Es decir, había gitanos y gitanas que la vendían, yonquis que la compraban y policías que intentaban abortar el bisnes. Había psicópatas talegueros pululando por ahí, buscavidas, machacas, ladrones, timadores, gente puestísima, gente enmonadísima, gente tiradísima, gente atacadísima, gente capaz de hacer cualquier cosa por una dosis, gente dispuesta a quitártelo todo, gente mentalizada a no darte nada… Lo mejor de cada casa. Lo que no había ahí, detrás de ese muro, era una casa donde se vendiera material escolar o alimentos o productos de limpieza. O una escuela o una cancha de basket. No. Solo vendían heroína y cocaína. Solo había tierra y hogueras. Y, detrás de ese muro, no pululaban personas que iban de paseo, que juagaban con sus hijas, que habían quedado ahí para mirar las estrellas, para ligar, para jugar a la petanca…No, quien estaba ahí lo estaba para chutarse drogaína. Punto. Y si había alguien que no cuadraba en ese perfil, cuidado, porque o era un churumbel (hijo de los gitanos… lo que, a efectos prácticos, se traducía en carta blanca para putear a diestro y siniestro a quien se le antojase… y, evidentemente, ninguno se privaba de ello) o era un policía. En definitiva, como diría La Polla Records: un sitio tranquilo, tranquilo, tranquilo… Reflexionando “ “ POR LO DEMÁS, EL MATERIAL ERA BUENO. MUY BUENO. SIEMPRE. HA DE TENERSE EN CUENTA QUE AHÍ TODO EL MUNDO USABA LA JERINGUILLA

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