Cannabis Magazine 224

correcto y es probable que la acogida hubiera sido otra. también es razonable pensar que la versión para el cine que dirigió Stanley Kubrick en 1966 hubiera pasado directamente a las salas X si se hubiera estrenado en nuestros días. No hay nada que objetar en que los expertos se reúnan para revisar el diagnóstico de la esquizofrenia, la depresión o el trastorno bipolar. Pero, el numero de nuevos trastornos mentales ha ido creciendo en el tiempo, a la vez que lo hacia el lanzamiento al mercado de nuevos psicofármacos de dudosa utilidad. Gracias al DSMV podemos diagnosticar de “trastorno disfuncional del carácter con disforia” a quien antes era solo una persona irritable, con mala leche o tendencia al cabreo fácil. Los difusos límites del “trastorno por hipersexualidad” son la coartada perfecta para hacer pasar una conducta por enfermedad; e, independientemente de otras consideraciones, la principal utilidad del “trastorno por videojuegos en internet” es generar titulares de prensa que alertan contra el Fortnitey abrir nuevas líneas de investigación en neuronas de pulpo, ratas australianas o a través de futurísticas técnicas de imagen, a la espera de financiación pública o privada. Además, la aparición de un nuevo trastorno de salud mental o un pequeño cambio en un criterio diagnostico puede influir el número de tratamientos y recetas, el coste y uso de recursos de los sistemas sanitarios y, también, en la cuenta de resultados de las compañías farmacéuticas. Además, puede tener consecuencias importantes sobre el estigma social y la situación legal o penal de a las personas diagnosticadas. El DSM V también trae novedades en relación con los problemas derivados del uso de sustancias psicoactivas, que han despertado encendidas críticas en la comunidad científica, y muy en concreto a los aspectos que hacen referencia al cannabis2-4. En resumen, hasta el DSM-IV la clasificación diferenciaba los diagnósticos “abuso de sustancias” y “dependencia a sustancias”. En la nueva edición, los conceptos se mezclan en un único “trastorno por consumo de sustancias”. En la clasificación antigua, la definición de un trastorno por “abuso” (es decir, mal uso o uso que da lugar a consecuencias negativas) reconoce de forma implícita que existe un “uso” no patológico. El matiz desaparece en el DSM-V, que propone además usar la misma etiqueta para alguien el abogado que se mete cuatro gramos de cocaína todos los fines de semana, el profesor de secundaria que se bebe media botella de ginebra al volver de dar clase para calmar sus nervios, la cajera del supermercado que fuma diez cigarrillos al día y el clásico yonki de aguja o plata y mechero. Volviendo al cannabis, el cambio en los criterios DSM IV a DSMV supone un incremento teórico del número de diagnósticos entre un 15-25 %5. Es decir, supongamos que un psicólogo valorara en consulta a un consumidor habitual de cannabis en el año 2012 y que, apoyado en el DSM-IV, descartara el diagnóstico de abuso o dependencia. Si la situación se repitiera al año siguiente, con el nuevo manual, la probabilidad de recibir un diagnóstico de “trastorno por consumo de cannabis” se incrementa. ¿Y qué pasaría si aplicáramos las escalas de la OMS en este caso? Pues por un lado los estudios nos dicen que el CIE 11 (2022) y el CIE 10 (1993) concuerdan bien, el CIE10 y el DSM-IV (1994) también… pero el CIE-11 y el DSM-V ofrecen resultados diferentes a la hora de detectar 85 “ “ LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO ESTÁN SUJETOS A INTERPRETACIONES SOCIALES Y CULTURALES

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