Cannabis Magazine 225

105 con cifras que aumentan continuamente año tras año. Y el 50 % de los diabéticos de este tipo, ni siquiera están diagnosticados. Hay un tercer tipo de diabetes, la diabetes insípida, pero aunque se llama diabetes (porque el que la sufre también orina de forma exagerada y continua), el apellido insípida denota que su orina no es dulce, y es que el trastorno se produce por falta de una hormona, la vasopresina u hormona antidiurética, que se encarga de regular la cantidad de agua que acumulamos, haciéndonos orinar con mayor o menor frecuencia según lo necesitamos, controlando esta función con dicha hormona. Es un trastorno que comparte nombre, pero no tiene nada que ver con las otras dos formas de diabetes. Hasta hace poco más de cinco años, la diabetes mellitus tipo 2 se trataba con dieta, ejercicio y con fármacos que ayudaban a mantener un mejor control de la glucemia en sangre. Se usaba también insulina, aunque al ser una hormona catabólica, tiene la desventaja de que hacía que se aumente el peso, y es precisamente el exceso de peso el mayor generador del este problema y sus trastornos asociados (como ictus, infartos de corazón, problemas vasculares que conllevan la amputación de miembros...). A partir de 2017, se aprobó el uso de los análogos de la GLP1 en Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón para el tratamiento de los pacientes con diabetes mellitus 2. Su mecanismo de acción es funcionar como agonistas de los receptores GLP-1 en el cuerpo humano y las ventajas que estos fármacos presentaban, especialmente la semaglutida (“Ozempic” de nombre comercial) y la dulaglutida (“Trulicity” de nombre comercial), eran enormes. Para empezar, actuaban sobre el apetito y el consumo de alimentos, reduciendo ambos de forma muy notable. Esto lo conseguían actuando directamente sobre los receptores en el cerebro, incluyendo zonas como las responsables de la recompensa de placer al consumir alimentos. Esto producía una reducción del consumo de comida, un aumento en la sensación de saciedad, aumento en el control de la alimentación, reducción de la sensación de hambre y reducción en la frecuencia y la intensidad de los atracones. Al mismo tiempo, reducían el interés por las comidas altas en grasas. Todo esto implicaba que se orquestaba un aumento del control de la función ejecutiva del individuo para comer y elegir los alimentos que tomaba. Al mismo tiempo, reducía claramente el azúcar en sangre, estimulando la secreción de insulina y disminuyendo la liberación de glucagón (que produce que el cuerpo libere glucosa). Al mismo tiempo, se produce un aumento en el tiempo que se tarda en hacer la digestión, lo cual contribuye a que el sujeto tenga menos necesidad en la frecuencia con la que se alimenta y en la cantidad que ingiere. Pero, además, a diferencia de otros fármacos usados para el control glucémico de los diabéticos, no suele causar hipoglucemias (una peligrosa situación en la que el nivel de azúcar baja en sangre hasta niveles que pueden poner en peligro la vida) y tampoco bloquea el mecanismo con el que el cuerpo reacciona para gestionar estas situaciones. También tiene efecto reduciendo los lípidos que hay en la sangre, reduce la presión sanguínea (es habitual que el diabético sea también hipertenso) y reduce la inflamación general que sufre el cuerpo de estas personas. Por si fuera poco, frena el desarrollo de la arterioesclerosis, por la que el colesterol y otras sustancias forman tapones y se adhieren a venas y arterias, provocando infartos, ictus y otras enfermedades de origen vascular; y a nivel hepático reducía la producción de transaminasas, que son un marcador de daño hepático. Realmente, sus efectos para las personas diabéticas, con obesidad, con otros problemas como la hipertensión o el hígado graso, son milagrosos y les aumenta la esperanza de vida muchos años ya que les aleja claramente de los principales factores de riesgo de los trastornos mortales o degenerativos terminales. El problema ha surgido cuando, a partir del año 2020, se autorizó su uso para el tratamiento de la obesidad grave. Es cierto que estos fármacos hacen que el sujeto pierda hasta un 20 % de su masa grasa corporal en un año y medio, lo cual para un obeso mórbido también significa una El Trulicity viene en formato de inyección individual desechable semanalmente. A diferencia del Ozempic, al usar este dispositivo se activa un mecanismo por el que la aguja desciende, clavándose en la zona e inyectando el compuesto, para retirarse automáticamente después “ “ SU EFICACIA REDUCIENDO GRASA CORPORAL HA PROVOCADO SU CONSUMO MASIVO SIN JUSTIFICACIÓN MÉDICA

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