Cannabis Magazine 225

Los hospitales son lugares peculiares. Son como pequeñas ciudades que nunca paran por completo. Mi abuela se puso pachucha. Con 95 años, creo que era la primera o la segunda vez en toda su vida que la ingresaban. Afortunadamente, la situación no reviste gravedad, pero no es como si yo me quedase hospitalizado. Con mi abuela hay que quedarse todo el día y toda la noche, así que vamos haciendo turnos. En la actualidad, yo me encuentro sin trabajo, recientemente me han despedido reconociendo la empresa la improcedencia, es una asociación, aunque pinta más como una empresa. Estaba dirigiendo un proyecto europeo millonario de estos fondos “Next Generation”. Meses atrás un buen colega, el Pichu, me decía que creía que no era un proyecto para trabajar. En un principio no lo entendí, pero luego ya sí. Como he sido un auténtico pajarillo revoltoso al que no le ha importado ensuciar su propio nido, he estado muy vigilante con las partidas económicas dedicadas al proyecto, con la ley de protección de datos y con otras cuestiones delicadas, y esto no ha gustado o no era lo que se esperaba. En la empresa-asociación están acostumbrados a hacer lo que quieren y como no he pasado por el aro, el resultado final ha sido mi despido. Así que, como estoy con una gran disposición de tiempo libre, he decidido quedarme por las noches acompañando a la abuela en el hospital. Esta ha sido la segunda, pero seguramente hoy y quizá también mañana deba quedarme. La primera noche ha sido tranquila, me he traído el computador para escribir un poco y poder ver alguna película. He salido a cenar aprovechando que el personal sanitario ha estado higienizando a mi nonagenaria abuela. Aproveché la ocasión y cené en un restaurante mexicano aledaño al recinto hospitalario. La propuesta no está mal, aunque es una lástima que los totopos sean comprados. Tomé una cervecita y unos nachos. Al terminar regresé a la quinta planta del Materno-Infantil de Ourense y la abuela dormía ya profundamente. Esa noche fue una delicia: pude dormir muy tranquilamente. Ciertamente me despertaba cada vez que el personal de enfermería nos visitaba con la intención de tomar alguna medida o de suministrar algún medicamento por vía intravenosa, pero rápidamente me volvía a dormir. Había bajado a dar un pequeño paseo y a fumar un poco de hierba que había traído liada en un cigarrillo. Por la mañana fui a desayunar y un hombre dormía entre cartones bajo el toldo de la terraza de una cafetería que estaba cerrada. Había sido una noche fría y de mucha humedad, una niebla densa lo cubría todo. Desayuné y le llevé a este hombre un café y un bollo, cuando llegué, el hombre estaba despierto ya, le di el desayuno, me dio las gracias y regresé a la quinta planta. El personal del Materno-Infantil de Ourense es muy humano, el trato que brindan a las personas hospitalizadas merece sin duda un reconocimiento que con toda certeza es extensivo al resto del personal sanitario y no sanitario que trabaja allí. Esto le hace pensar a uno, ¿por qué tanto 127 sudok1 (depositphotos)

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