Cannabis Magazine 227

112 variopintas a modo de despedida del mundo terrenal. He de decir que dudo muchísimo que alguno de nosotros creyera realmente que el Apocalipsis fuera a caer en tiempo y hora por el reloj del móvil de Gloria, una hora menos en Canarias, pero el plan resultaba divertido y loco a partes iguales. Así que, ¿por qué no? Salimos los cinco desde Alcobendas apretujados en un destartalado Renault Clío ese martes fin del mundo por la mañanita temprano. El resto de los mortales no se debía de haber enterado que esa fecha era la del gran cataclismo final, pues tardamos más de una hora en alcanzar la M30 por el tráfico de la gente que iba a trabajar. Gloria, con bastante condescendencia, les dedicó unas piadosas palabras de despedida y Jacobo, con su delicadeza habitual, iba llamando pringaos a los transeúntes a gritos desde la ventanilla. Al comenzar a rodar por la A6, Fran comenzó a liar porros y Julia a abrir cervezas. A la altura de Benavente ya le dábamos al speedy al güisqui, así que cuando entramos en Galicia ya íbamos más cocidos que el pueblo en el que paramos a tomar un ídem (Lalín) y que regamos con vino tinto y licor café. Así de ciegos y borrachos volvimos a coger el coche camino de nuestro destino, O Grove, donde haríamos nuestro aquelarre final. Supongo que no nos la pegamos ni matamos a alguien de pura casualidad, pues cuando alguno de nosotros hacía algún tímido gesto de desaprobación, o insinuaba algo de cordura, era inmediatamente abucheado por los demás y conminado a seguir ingiriendo todo tipo de sustancias. Así llegamos, al atardecer, a aquel monte espectacular de rocas gigantes y piedras seculares. Al fondo se divisaba el mar y Gloria nos dirigió, haciendo eses, a lo alto de una roca. Nos sentó en circulo y sacó de su mochila una bolsa repleta de unas setas “mágicas” que nos harían entrar en contacto con “qué se yo” antes de que se acabara el mundo. A esas alturas nadie se negó a tomarlas. Hasta aquí mi relato y el de los otros cuatro drogatas borrachuzos coinciden. Es a partir de la ingesta de las psilocibes cuando cada uno tiene una versión de por qué acabamos engullidos en las calles y en el entroido, el carnaval, de O Grove. Aquellos tiempos “ “CUANDO ALGUNO DE NOSOTROS HACÍA ALGÚN TÍMIDO GESTO DE DESAPROBACIÓN, O INSINUABA ALGO DE CORDURA, ERA INMEDIATAMENTE ABUCHEADO POR LOS DEMÁS Y CONMINADO A SEGUIR INGIRIENDO TODO TIPO DE SUSTANCIAS

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