Cannabis Magazine 227

Sustancias delante de la puerta del establecimiento y, según se bajó del coche, le dije: “Amigo, ¿podrías darme algo, algo, por favor? Me valdría con cinco pesetas”. A lo que, el tío, me dio la siguiente respuesta: “Yo no soy tu amigo”. Y, acto seguido, se metió en la tienda para, al cabo de un par de minutos, salir y desaparecer… llevando en la mano una especie de revista erótica en cuyo número de ese mes – como oportunamente se anunciaba en la portada– aparecía en pelotas la que era su compañera de reparto en la última película en la que había participado el interfecto. “Un cerdo sin cura”, como diría El Nega. Y un imbécil… Porque, vamos a ver: no es que no fuéramos amigos, es que no nos conocíamos mutuamente de nada. Jamás habíamos coincidido en ninguna parte. Hasta aquí, todo correcto. Toda la razón de su parte. Sin embargo, aunque no se ajustase a la realidad, tampoco es que la palabra “amigo” fuese un insulto. Que resultase desconsiderada o faltosa. Era, más bien, si acaso… pues eso: un término amable, cordial, amigable. De tal manera que, repito: no se me ocurre definirle de otra forma que como un capullo con pintas de capullo. Porque es lo que hay que ser para responder de manera altanera y arrogante a la petición de caridad o de limosna, en términos corteses, por parte de alguien que está en la calle. No digamos ya si, quien así trata al que está mendigando, es alguien con un poder adquisitivo y una calidad de vida por encima de la media. Un famosete, vamos. Tanto que, esta viene a ser una de las dos hostias que, a lo largo de toda mi vida, no llegué a dar y que, sin embargo –y, vaya por Dios, ¡qué pena!–, me arrepiento profundamente de no haber dado. A fin de cuentas, bastaba con que hubiese añadido lo que, en última instancia, venía a decir la inmensa mayoría de los transeúntes: “ahora no puedo”. Y todos tan contentos. Ya que, cualquiera que pide en la calle, comprende perfectamente que nadie tiene por qué darle nada. De modo que, tan solo tiene mil agradecimientos con los que corresponder a quien le haya dado algo; y un, sencillo, “gracias de todos modos”, a quien, aun negándole la ayuda, al menos tenga la deferencia de tratarle como a un ser humano en dificultades. Es decir, respondiendo con una mínima educación. Un “no, lo siento” es más que suficiente. Por el contrario: responder con chulería, insolencia, soberbia, desprecio… Indica, de forma palmaria, el tipo de persona con la que estamos tratando: alguien tan insensible como para responder en términos humillantes a quien está en la ya de por sí humillante situación de tener que pedir en la calle. Y aun con todo, había personas “ “ YO, APARTE DE ESTUDIAR UNA CARRERA (DETALLE QUE ESTE SEÑOR DESCONOCÍA), ESTABA TIRADO EN LA CALLE… NO POR NECESIDAD PROPIA SINO PARA ECHAR UN CABLE A MI NOVIA 118

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