Cannabis Magazine 227

119 Tolerancia conductual o tolerancia condicionada Rara vez, a la hora de hablar de tolerancia a las drogas, se alude a la tolerancia conductual o condicionada (un claro ejemplo del buen crédito con el que cuenta la medicina y el escaso que se le da a la psicología, por algo será…); aun cuando su existencia esté fuera de toda duda y las consecuencias de su instauración puedan llegar a marcar la línea entre la vida y la muerte tras el consumo de una sustancia determinada. De hecho, lo que viene a demostrar la tolerancia conductual es que la tolerancia, en sí misma, no es el resultado inevitable de administrarse repetidamente un compuesto psicoactivo. Más bien, la tolerancia se genera y se modula por medio de los elementos del ambiente que están presentes en el momento en que la persona se administra la droga. Tras los primeros consumos de heroína, el organismo, ante la inminencia del consumo de dicha droga, aprende a emitir respuestas fisiológicas opuestas a los efectos de la sustancia, con el fin de alcanzar y mantener el equilibrio homeostático. Con el uso repetido, algunos elementos presentes en el ambiente en el momento de consumir pueden quedar emparejados con la administración de la droga. De tal manera que, después de una sucesión de emparejamientos, pueden, por sí mismos, provocar respuestas fisiológicas opuestas a los efectos de la heroína (respuestas condicionadas compensatorias). En la medida en que estas respuestas van instaurándose y fortaleciéndose, el efecto directo de la heroína va debilitándose; puesto que las reacciones fisiológicas de tipo contrario contrarrestan y debilitan los efectos primarios de la sustancia. La tolerancia conductual o condicionada viene a ser, por lo tanto, la debilitación de los efectos de la droga a medida que se repite su uso a lo largo del tiempo. La tolerancia conductual ha sido constatada en el contexto experimental del laboratorio. Se ha demostrado, por lo demás, que el efecto máximo de la tolerancia condicionada se produce cuando la persona consume la droga en el ambiente donde es más frecuente y habitual que lo haga (por ejemplo: un callejón en la zona de trapicheo). Así como se ha demostrado, también, que cuando la persona consume en un contexto que está expresamente asociado con el no consumo (por ejemplo: el salón de la casa de tus padres o el despacho de tu jefe), la tolerancia es nula, inexistente, de modo que no se producen las respuestas fisiológicas compensatorias. El organismo no se prepara para el consumo, tratando de mantener el equilibrio homeostático emitiendo respuestas de signo contrario a los de la sustancia. De tal manera que, los efectos primarios de la heroína se dan en toda su magnitud, sin encontrar oposición ni resistencia por parte de un organismo que no estaba prevenido (por falta de indicadores ambientales de consumo). Consecuencia directa: aumento sustancial de la probabilidad de sufrir una sobredosis letal por mucha tolerancia disposicional y farmacológica que se haya desarrollado. Este fenómeno ha sido constatado en el laboratorio, tanto con animales como con humanos. Se ha visto, por ejemplo, que el efecto de la heroína es mayor cuando el usuario recibe una infusión de la que ni sabe ni sospecha que vaya a contener heroína, que cuando él mismo se administra a sabiendas esta sustancia vía inyectada. En el transcurrir vital del común de los usuarios endovenosos de jamaro, este fenómeno no es, de hecho, infrecuente. A título personal, puedo decir que he sufrido dos sobredosis que, a buen seguro, habrían resultado letales de no haber sido atendido prontamente por los servicios sanitarios. Ambas fueron fulminantes y ambas se produjeron cuando me inyecté la droga en lugares en los que no acostumbraba a hacerlo. Una en una calle donde no había estado nunca. Otra en el coche de unos kunderos frente a la narcosala de Las Barranquillas. No quiero extenderme en demasía en el asunto. Tan solo diré que, en última instancia, no considero casual que las dos se produjeran en esos contextos que no tenía directamente asociados al consumo. Es más, me atrevería a aventurar que la mayor incidencia de sobredosis letales cuando las personas se inyectan speedball (heroína y cocaína juntas, que fue, precisamente, lo que me inyecté en el coche frente a la narcosala) pueda ser debida, en gran medida, a lo siguiente: 1. Cuando se consume en un lugar asociado al consumo, a las distintas respuestas fisiológicas condicionadas que producen una y otra sustancia, (la cocaína similares a la droga –es decir: estimulación–, la heroína opuestos a la droga), que puedan resultar, finalmente, en una reacción demasiado intensa que, al converger con los efectos primarios propios de la cocaína (más estimulación) y oponerse, al mismo tiempo, a los marcados efectos depresores de la heroína, terminen dando lugar a un fallo orgánico o multiorgánico por depresión respiratoria, por paro cardiaco o por todo “ “ SE HA VISTO QUE TALES CONDICIONAMIENTOS (Y SUS CONSECUENCIAS Y RESULTADOS DIRECTOS), SIGUEN ACTIVOS INCLUSO MESES Y MESES DESPUÉS DE HABER ABANDONADO EL CONSUMO “ “ PUEDO DECIR QUE HE SUFRIDO DOS SOBREDOSIS […] AMBAS FUERON FULMINANTES Y AMBAS SE PRODUJERON CUANDO ME INYECTÉ LA DROGA EN LUGARES EN LOS QUE NO ACOSTUMBRABA A HACERLO

RkJQdWJsaXNoZXIy NTU4MzA1