Por Fernando Caudevilla
IV.8. Tolerancia
Con la mdma la tolerancia farmacológica aparece de forma muy rápida. En las notas de Shulgin (Shulgin y Shulgin, 1991) se hace referencia a un estudio en el que «se consumió mdma a las 9:00 a.m. todos los días durante casi una semana (120 miligramos el primer día y 160 miligramos los días siguientes) y hacia el quinto día no se obtuvieron efectos de la droga excepto cierta midriasis (dilatación pupilar). E incluso ésta desapareció al sexto día. (…) Una abstinencia completa de cualquier droga durante otros seis días produjo la inversión de esta tolerancia, y 120 miligramos de mdma produjeron sustancialmente los efectos esperados». Muchos usuarios recreativos han experimentado alguna vez esta misma situación y saben que, al consumir mdma durante dos días seguidos, los efectos son menores. Además, los efectos adversos durante la experiencia y en los días siguientes se incrementan de forma notable.
El fenómeno de tolerancia no se desarrolla sólo frente a una droga determinada, sino que puede presentarse al tomar otras que tengan una estructura química parecida. Esto se conoce con el nombre de «tolerancia cruzada». En ratas (Zacny et al., 1990) se ha demostrado que existe tolerancia cruzada entre la mdma y la metanfetamina, pero no entre la mdma y la mda. Con respecto a la mda, en sus trabajos Shulgin también menciona un experimento en el que, después de haber consumido mdma en días sucesivos y desarrollar tolerancia completa a esta droga, «se administró 120 mg de MDA y la respuesta fue sustancialmente normal con la misma cronología, rechinar de dientes y, como mucho, una ligera disminución en los efectos mentales». A falta de más estudios, los datos sugieren que la tolerancia cruzada entre mdma y metanfetamina es mayor que la que aparece entre mdma y mda, pese a ser las tres drogas muy parecidas en cuanto a su estructura química.
IV.9. Pérdida de la magia.
La «pérdida de la magia» no se manifiesta de la misma manera en todas las personas. Se suele decir que la intensidad de la experiencia disminuye de forma notable a partir de las diez o doce primeras veces aunque hay personas que lo manifiestan desde la segunda o tercera ocasión y en otras no se presenta de forma pronunciada a pesar de haber tomado mdma durante años. En ese sentido, es muy llamativo que este fenómeno se haya observado en distintos estudios sobre usuarios recreativos (Parrott, 2005), pero no en entornos psiconáuticos o terapéuticos. En el estudio sobre psiquiatras que habían consumido mdma (Liester et al., 1992) se preguntó sobre este asunto a los catorce que habían consumido mdma en más de una ocasión y «ninguno dijo haber utilizado dosis progresivamente elevadas de mdma ni se encontraron cambios de importancia con el uso repetido en la intensidad, placer o introspección obtenidas con la experiencia», aunque algunos de ellos habían tomado mdma entre 10 y 25 ocasiones diferentes. No es posible obtener conclusiones definitivas a partir de tan pocos casos, pero los datos sugieren que las diferencias en el contexto, las expectativas, las motivaciones y la forma de uso pueden tener alguna relación con la «pérdida de la magia».
Tampoco puede aceptarse como una verdad inalterable el hecho de que «la primera vez es la mejor». Este tipo de mensajes, como el propio fenómeno de la «pérdida de la magia», puede tener un efecto importante de sugestión sobre el consumidor. En realidad, bastantes usuarios recreativos disfrutan más de su segunda prueba, en la que el miedo a lo desconocido y las barreras psicológicas a la experiencia son menores. Por supuesto, la cantidad de mdma que se utilice también es determinante y sólo es posible sentir los efectos en toda su magnitud con una dosis suficiente. En cualquier caso, la diferencia entre los efectos de las primeras tomas y las siguientes puede explicarse por el efecto de la novedad. Por ejemplo, la primera vez que un niño descubre un parque de atracciones quedará fascinado por el festival de luces, sonidos y colores que se presenta ante sus ojos. Es seguro que ese niño seguirá encantado con la noria y los tiovivos en sucesivas visitas, pero no de la misma forma: el efecto sorpresa de la primera vez, la sensación de descubrimiento de un territorio desconocido, se habrá perdido para siempre. Por supuesto, si el niño continúa yendo todos los fines de semana al parque de atracciones como actividad principal de su tiempo de ocio, es previsible que al cabo de pocos meses termine cansado y asqueado de los payasos y el tren de la bruja. De la misma forma y sin necesidad de que aparezca tolerancia farmacológica, la persistencia en el uso de éxtasis en los mismos contextos y con las mismas motivaciones termina necesariamente aburriendo a la mayoría de las personas.
Si el mismo niño acude al circo, la visión de las fieras le producirá una mezcla de asombro, admiración y miedo. Para la mayoría de los adultos, sin embargo, este espectáculo produce lástima o tristeza. Así, la disminución o el cambio en los efectos puede explicarse como consecuencia de los cambios de tipo psicológico y vital que se producen en las personas a lo largo del tiempo. Los consumidores que dicen que «el éxtasis de ahora es peor que el de hace diez años» no caen en la cuenta de que ellos tampoco son los mismos que eran hace diez años. La propia experiencia con mdma puede ser un elemento muy importante en estos cambios siempre que la persona sea consciente de esto y esté dispuesta a asumirlo. Algunas personas son capaces de incorporar a su vida cotidiana elementos y experiencias que han vivido bajo los efectos del éxtasis. Es posible aprender formas diferentes de relacionarse y comunicarse con los demás, así como comprenderse a uno mismo y entender su propia vida de una forma más cálida. Para Bruce Eisner (Eisner, 1995), la mdma no produce tanto un «estado alterado de consciencia» como un «estado alternativo de consciencia» en el que las defensas psicológicas se desvanecen, pero que constituye una experiencia real en sí (entendiendo real como «cotidiano» o «habitual»). Desde esta óptica, cuando los elementos del estado alternativo de consciencia se incorporan en la consciencia habitual, la diferencia entre los dos estados se reduce y por tanto los efectos de la mdma son menores. El consejo de Eisner en ese momento es: «cuando hayas recibido el mensaje, cuelga el teléfono», indicando la necesidad de suprimir o reducir el uso de mdma una vez que se ha aprendido todo lo que la sustancia puede dar de sí.
Desde otro punto de vista, hay factores de tipo neuroquímico que pueden contribuir a explicar la «pérdida de la magia». Las neuronas del cerebro están acostumbradas a liberar una cantidad de serotonina que se acopla a un número determinado de receptores. Cuando el cerebro se habitúa a liberar grandes cantidades de serotonina, el número y la densidad de los receptores de las sinapsis disminuyen como una respuesta adaptativa para compensar este efecto. Esta regulación a la baja de los receptores (que no implica un efecto tóxico y se ha vinculado con el mecanismo de acción de algunos antidepresivos ?Meyer, 2001?) aparece también en el consumo humano de mdma (Reneman, 2000). Es posible que estos cambios neuroadaptativos estén en relación con el fenómeno de la «pérdida de la magia».Aunque los receptores muestran una tendencia a recuperar su densidad previa tras abstinencias prolongadas, no está claro si vuelven a la situación previa ni cuánto tiempo tardan en hacerlo.
IV.10. Potencial de abuso:
Así, propiedades farmacológicas como las de tolerancia y «pérdida de la magia» hacen que el potencial de adicción de la mdma sea bajo. O por lo menos según el sentido clásico del término. Para la mayoría de las personas, la adicción suele asociarse con la imagen del heroinómano o el alcohólico: personas que consumen una droga de forma diaria y en cantidades crecientes durante largos períodos de tiempo, incapaces de controlar su consumo de drogas a pesar de esforzarse, que no utilizan drogas por el placer de sus efectos sino para ser capaces de funcionar con relativa normalidad y evitar un síndrome de abstinencia y que por lo general acaban teniendo graves problemas de salud, familiares y económicos. Es en ese sentido en el que se puede considerar que el potencial de adicción de la mdma según este modelo es prácticamente nulo. En todo el mundo sólo hay descritos tres casos que se podrían encuadrar en esta categoría de «adictos al éxtasis» (Jansen, 1999). Se trataba de consumidores intensivos de alcohol y otras drogas ilegales, con antecedentes familiares de enfermedades mentales graves, que llegaron a la administración intravenosa diaria o intranasal de dosis altas de mdma. Uno de ellos, tras haber presenciado una escena de asesinato y suicidio, desarrolló un trastorno de estrés postraumático. Pero, por las características peculiares de estos consumidores, este tipo de casos no pueden considerarse como representativos y constituyen una anécdota excepcional.
Sin embargo, los estudios más importantes sobre patrones de consumo de usuarios recreativos reflejan la existencia de una minoría de personas que utilizan mdma con una frecuencia muy elevada. En el estudio español más completo sobre patrones de consumo de éxtasis (Gamella, 1997) se describe la existencia de un 14% de usuarios intensivos (han tomado entre 100 y 399 veces) y compulsivos (más de 400 veces). Un 2,9% de los 418 usuarios entrevistados tomaban éxtasis «más de diez veces al mes». Los datos son similares a los de otro estudio australiano (Solowij, 1992) sobre cien usuarios, en los que el 8% manifestaba tomarlo todos los fines de semana y un 3% varias veces a la semana, o una encuesta de una universidad británica en Internet en la que el 12% de los 282 participantes había tomado mdma en cien ocasiones o más (Scholey, 2004).
Las encuestas de población proporcionan una especie de «foto fija» que nos muestra un pequeño número de consumidores intensivos. Pero es muy importante conocer cuál es la evolución de este fenómeno en el tiempo. ¿Qué sucede con los patrones de consumo de estas personas al cabo de unos años? Como se comentó en el capítulo sobre trastornos psiquiátricos, los estudios de seguimiento de poblaciones son los más adecuados para responder a esta pregunta. La misma población utilizada en el estudio sobre salud mental en Zurich se aprovechó para investigar la evolución de los patrones de consumo durante cuatro años (von Sydow, 2002). Después de ese período, el 87,7% de los jóvenes que al principio del estudio decían haber tomado éxtasis de forma ocasional o esporádica y el 70% de los que eran usuarios intensivos habían dejado de consumir. Según los resultados de esta investigación, para la mayoría de los usuarios recreativos el consumo de éxtasis forma parte de una etapa en su vida que finaliza al llegar a la edad adulta, incluso en muchos de los consumidores intensivos. Sin embargo, como en otros muchos aspectos y actividades de la vida, existe una pequeña proporción de personas que persisten en el uso de esta sustancia de forma compulsiva.
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