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Sequía cannábica en Israel

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El asunto se ha convertido en una de las comidillas nocturnas, más recurrente que las flotillas de Gaza y tan debatido como los vaivenes del Mundial de fútbol. Israel está seco. El hachís y la marihuana se han evaporado del país.

El hachís y la marihuana se han evaporado del país. Los camellos no contestan al teléfono o cuando lo hacen, es para ofrecer morralla a precios prohibitivos. El rumor está tan extendido que ha llegado incluso a la prensa. «Los fumetas israelís se desesperan a medida que los precios se disparan», decía el diario Haaretz la semana pasada. Puede parecer un asunto trivial, pero no lo es tanto. Colocarse es aquí un hábito tan extendido como viajar a la India al acabar el Ejército.

Las cifras de consumo varían según la fuente, pero son relativamente altas para un país de siete millones de habitantes. Según la policía hay 320.000 consumidores de narcóticos, aunque su dato engloba desde el cannabis a la heroína o la cocaína. Más generosos son los números de la Hoja Verde, el pequeño partido político sin representación parlamentaria que puja por la legalización de las drogas blandas desde que echó a andar en 1999. Según sus estimaciones, un millón de israelís fuma canutos con cierta frecuencia.

Tel-Aviv, la burbuja hedonista del Estado judío, es el epicentro del trasiego. Pero también en Jerusalén solía verse a gente fumando con discreción en unos cuantos bares. El consumo y el tráfico es ilegal, pero la policía raramente interfiere cuando se trata de pequeñas cantidades. Si alguien es arrestado con menos de 15 gramos, el umbral del consumo propio, se le abre una ficha policial que queda cancelada un año después si no hay reincidencia.

La mayoría de la mariguana que se consume en Israel llega desde el Sinaí egipcio, con la excepción de la hierba hidropónica que se cultiva internamente en laboratorios domésticos. El hachís procede principalmente del valle libanés de la Bekaa, una región controlada por Hizbulá, el movimiento político-militar proiraní del jeque Hassan Nasrala, enemigo acérrimo del Estado judío.

Ya en el verano del 2006, después de la guerra del Líbano, Israel vivió un período de abstinencia forzosa semejante al actual. La explicación que se dio entonces es que los 34 días de bombardeos, centrados en las provincias sureñas fronterizas con Israel, en Beirut y en la Bekaa, frenaron el contrabando. La escasez se generalizó y los precios en el mercado negro se dispararon.

Esta vez los motivos van en otra dirección. Parece que tanto la policía egipcia como la israelí se están tomando el asunto en serio y sus incautaciones han crecido de forma significativa. En Israel han aumentado un 30%, según datos oficiales. Además, se dice que ha caído la producción interna por la escasez de lluvias y la reducción de la superficie cultivada.

En la calle, sin embargo, circulan toda clase de teorías conspiratorias. Hay quien dice que el Gobierno intenta frenar la apatía bélica de un sector de la juventud secando el mercado. Otros señalan a Nasrala como responsable del mono colectivo. Creen que frena la exportación desde el Líbano para que el enemigo sacie la abstinencia con drogas duras.

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