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Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico

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En las entregas anteriores hemos hablado del cornezuelo del centeno, un hongo que parasita ciertos cereales y que permitió el descubrimiento de la LSD y la síntesis de fármacos muy útiles (ver Spannabis Magazine nº 51 y nº 52). Ahora nos centraremos en cuestiones de carácter botánico, médico y farmacológico, y veremos que nuestro amigo ha sido el protagonista de diversos momentos históricos.

 

 

 

 

Ya dijimos que el ergot o cornezuelo del centeno es un hongo del grupo de los ascomicetos, con el nombre científico de Claviceps purpurea, que crece en los granos de los cereales. El término “cornezuelo” se debe a que su forma se asemeja a la de un cuerno de color oscuro, púrpura o cercano al negro. Se emplea también “ergot”, que procede de la palabra francesa utilizada para referirse al espolón de un gallo; este nombre se le aplicó por primera vez en una región cercana a París1. No sólo contamos con estos dos vocablos, los más comunes, sino que existen muchas otras palabras para designarlo: veinticuatro distintas en francés, sesenta y dos en alemán, veintiuna en holandés, quince en los idiomas escandinavos, catorce en italiano y siete en inglés. La nomenclatura es confusa y dificulta el estudio por parte de los botánicos. No en vano el profesor Richard Vasicky se refería al ergot como “el hijo problemático de los libros de texto de medicina”2, frase que nos es familiar porque lo mismo llegó a decir Hofmann de la LSD. Lo que sabemos con seguridad es que “el cornezuelo es el esclerocio (la forma en la que la planta pasa el invierno) del hongo Claviceps purpurea, que parasita el centeno, el trigo, la cebada y otros cereales cultivados, además de ciertas hierbas silvestres. Después de infectar al hospedador mediante esporas (llamadas técnicamente ascosporas), forma esclerocios de color púrpura que sobresalen de la vaina del grano en maduración. Los esclerocios caen a continuación al suelo, donde pasan el invierno. Con las primeras lluvias de la primavera, los esclerocios fructifican (…). No obstante, algunas veces los esclerocios son cosechados con el grano y molidos, de modo que pasan a la harina y la contaminan con alcaloides tóxicos”3.

 
 
 

El cornezuelo ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia y aporta un ejemplo perfecto de lo que es una droga: beneficiosa o perjudicial, dependiendo del conocimiento que se tenga de la sustancia y del uso -correcto o incorrecto- que se haga de ella. Este hongo ha sido para el hombre un tóxico mortal, una droga enteogénica y un fármaco curativo. En lo relativo al primer aspecto, la existencia de cornezuelo en los cereales y la ignorancia de sus propiedades han causado a lo largo de la historia graves problemas de salud que, según algunos autores, han podido influir de forma determinante en la demografía europea. En cuanto a su aspecto psiquedélico, como ya describimos en las entregas anteriores, los sacerdotes de Eleusis utilizaban una bebida extraída del ergot para obtener una droga enteogénica que distribuían en la ceremonia principal, cuyo momento cumbre era un viaje psiconáutico colectivo de miles de personas. Por último, el aspecto terapéutico: es probable que desde la Antigüedad se conocieran las propiedades hemostáticas del cornezuelo en los partos, a fin de evitar el sangrado excesivo. En el siglo XX, las investigaciones de varios químicos, entre ellos Albert Hofmann y Arthur Stoll (el jefe de Hofmann en los laboratorios Sandoz) hicieron posible la aparición de fármacos para la ya citada aplicación en obstetricia, además de para combatir la migraña y reactivar las funciones cognitivas.

 
 

Historia del ergot

 
 

Constituyen testimonios históricos aislados una tablilla asiria que mencionaba la presencia de cornezuelo en los cereales y le llamaba “pústula nociva en el oído del grano” (siglo -VII), y una referencia en los libros sagrados persas del siglo -IV, que se refiere a él como “cierta hierba maligna que provoca en las mujeres el prolapso del útero y la muerte durante el parto”4. Pasemos a los datos históricos más consistentes.

 

Antigua China

 
 

Según escritores franceses de mediados del siglo XIX, los chinos conocieron y utilizaron el ergot. En 1858 François Dorvault escribió que en China se utilizaba el ergot en obstetricia y ginecología desde tiempos inmemoriales5. Pierre Huard y Ming Wong, en un libro de medicina china6, afirman que los habitantes de ese país no sólo empleaban el ergot del centeno, sino también el de maíz y el del arroz. Otros autores lo confirman; sin embargo, no conocemos las referencias de los textos médicos y botánicos, y quienes aseguran que en aquella época se utilizaba el cornezuelo no aportan citas concretas. Por ejemplo, no ofrecen referencias de Chang Chung Ching, que vivió en el siglo -II y es considerado el Hipócrates chino. Su libro sobre remedios herbales se consideró el texto clásico para la prescripción de remedios curativos. Ofrece recetas para la infertilidad, para los trastornos durante el embarazo y contra la debilidad post-parto, pero no sabemos si utilizó el ergot, y de hecho sus comentaristas no aportan nada fiable.

 

Antiguo México – Los aztecas

 
 

Los aztecas sí conocían los alcaloides del cornezuelo. Empleaban plantas alucinógenas en sus ceremonias religiosas y curativas, y una de ellas era el ololiuqui, analizado por Hofmann, quien descubrió que contenía estos alcaloides. Los cronistas españoles del siglo XVI mencionaban el ololiuqui como una semilla que se tomaba como brebaje mágico y que aturdía y confundía los sentidos. Los sacerdotes aztecas lo utilizaban cuando querían tratar con los dioses y obtener respuestas a ciertos problemas. Hofmann quedó maravillado al ver que sus principios activos eran idénticos a algunas sustancias de su laboratorio, las mismas que había obtenido en su investigación, fruto de largos años de trabajo. Entre ellas estaba la amida del ácido lisérgico, cercana químicamente a la LSD, con propiedades enteogénicas que generan “un sentimiento de vacío espiritual y de irrealidad y sinsentido del mundo exterior, una mayor sensibilidad auditiva y un cansancio físico no desagradable que terminaba en sueño”. Añadía Hofmann que con los hallazgos sobre el ololiuqui su estudio sobre las drogas enteogénicas quedaba redondeado en forma de círculo mágico: habiendo comenzado por los alcaloides del ergot con objetivos farmacológicos se había encontrado con la LSD, que le llevó posteriormente a la síntesis de la psilocina y la psilocibina a partir de la seta alucinógena centroamericana teonanacatl. Al ocuparse de otra droga mágica mexicana, el ololiuqui, se reencontró con los alcaloides del cornezuelo, el primer objeto de su investigación, con lo que el círculo quedaba completo7.

 

Grecia

 

Ya hemos dicho que la proliferación de términos para referirse a nuestro hongo refleja, por un lado, su importancia en Europa; por otra, dificulta el trabajo científico ya que en muchas ocasiones no se sabe bien si se está hablando del cornezuelo o no. Esta dificultad se agrava en idiomas y culturas antiguas, ya que se desconoce, por ejemplo, el término exacto que pudieron utilizar los griegos y los romanos, lo cual impide asegurar con certeza si realmente conocían sus propiedades terapéuticas.

 

Si los griegos tuvieron una palabra para designar al ergot, no ha llegado hasta nosotros8. No obstante, es probable que sí lo conocieran, y que, igual que los sacerdotes eleusinos empleaban sus cualidades enteogénicas, los botánicos y médicos supieran de sus propiedades tóxicas y terapéuticas (sin sospechar la fórmula secreta del kykeón). En realidad, las opiniones al respecto están divididas. Hay eruditos que afirman que los griegos y los romanos conocieron el hongo a nivel médico, mientras que otros sostienen que no es así. En la próxima entrega seguiremos tratando este asunto. En cualquier caso, si damos como buena la tesis de Hofmann, Wasson y Ruck, al menos era conocido por los sacerdotes de Eleusis.

 
 
 

 

Referencias:

 
 

 1.       Schultes, Evans; Hofmann, Albert; y Rälsch, Christian. Plantas de los Dioses, F.C.E., México.

 
 
 

 2.       Citado en Bove, Frank, The story of ergot. S.Karger, Basel & New York, 1970. Esta obra, junto con la de George Barger, que también utilizaremos, so dos únicas monografías que tratan todos los aspectos del ergot (hay varias obras y numerosos artículos sobre temas específicos, especialmente los puramente químicos o farmacológicos, pero no de carácter global, como las dos que hemos consultado para este artículo). De ella hemos tomado el guion para esta exposición histórica.

 

3.       Ott, Jonathan: Pharmacotheon, Los libros de la liebre de marzo.

 
 
 

4.       Schultes, Hofmann y Rälsch. Obra citada.

 
 

5.       Boussel, Patrice. Dorvault: Sa vie et son oeuvre. Editions de la Porte Verte, 1979.

 
 

6.       Huarre, Pierre y Wong, Ming. Médecine chinoise au cours des siècles, Paris, Roger Dacosta, 1959.

 
 

7.       Hofmann, Albert: La historia del LSD, Editorial Gedisa.

 
 

8.       Bove, Frank. Obra citada.

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