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Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

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En la presente entrega comenzamos a ofrecer parte del legado de Hofmann inédito en español. En nuestro idioma contamos con las siguientes obras: LSD – mein Sorgenkind, publicada con el título de Historia del LSD; Einsichten – Ausblicke, publicada con el título de Mundo exterior, mundo interior; y un librito de diálogos, El dios de los ácidos. Con Hofmann como coautor, tenemos El camino a Eleusis y Plantas de los dioses1.

 
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Pioneros de la coca y la cocaína

Sin embargo, su labor investigadora -como la de cualquier científico- se desarrolló a través de los artículos escritos para publicaciones especializadas. Por esta razón, siguiendo con nuestra idea de divulgar su obra y sus ideas, iremos ofreciendo interesantes artículos que andaban dispersos por revistas científicas, que se han logrado reunir gracias a los esfuerzos de MAPS, la Fundación Albert Hofmann, el Heffter Research Institute, y la Fundación Promind2,y que no están disponibles en español. Omitiremos las partes más técnicas y de menos interés para los legos en química, y dejaremos las más interesantes para el público drogófilo, con algunos comentarios nuestros. Comenzamos, no con un artículo, sino con el discurso -también inédito en nuestro idioma- que Hofmann pronunció en la clausura del Simposio LSD, el cual tuvo lugar en Basilea en enero de 2006 para celebrar su 100º cumpleaños. Pronunciado unos dos años antes de su muerte, constituye una magnífica despedida ante sus amigos y el mundo en general3.

Discurso de Hofmann en el simposio con motivo de su 100º cumpleaños

“Deseo encontrar las palabras adecuadas para expresaros mi gratitud a todos. No sé por dónde comenzar, pero quizá sea mejor empezar mencionando a Dios, luego a mis padres y a mis maestros, y después a mi padrino, que me permitió estudiar química, ya que mis padres no tenían dinero y tuve que trabajar para ganarlo. Mi padrino me pagó los estudios, gracias a lo cual tuve la oportunidad de estudiar química. Quisiera seguir con los agradecimientos, o de lo contrario comenzaré a decir muchas cosas que me vienen ahora a la mente. Agradezco a los organizadores este maravilloso simposio; a Lucius Werthmüller y Dieter Hagenbach, mis viejos y queridos amigos, que lo hicieron posible. Muchas gracias. También quiero dar las gracias a todas las personas presentes que han contribuido a difundir por el mundo el mensaje de la LSD. Y, finalmente, doy las gracias a la LSD, que apareció de forma tan discreta y misteriosa. Creo que si en aquel momento hubiera trabajado siguiendo todas las normas higiénicas, la LSD nunca se habría dado a conocer. Entró en mi cuerpo de algún modo y se manifestó. Me pidió -puesto que yo era investigador- que investigara sus orígenes. La experiencia que tuve, ese primer viaje con LSD, fue involuntaria. Fue una experiencia maravillosa y me sentí obligado a descubrir su causa. Y, al buscar sus orígenes, escuché una misteriosa voz que pude identificar como la de la LSD. Sin este pequeño percance que, por supuesto, no fue un percance (seguramente era mi destino descubrir esta sustancia); sin mis trabajos en química, pero también sin mi descuido al manipular la sustancia, este descubrimiento no habría sido posible. Creo que la LSD me dijo: ‘Preséntame al mundo para que no caiga en el olvido’. He tenido la oportunidad de contar con amigos gracias a los cuales se ha difundido el testimonio de la LSD, hasta llegar a esta maravillosa conferencia. Y se extenderá más, gracias a vosotros, hasta darse a conocer a todo el mundo. Os agradezco vuestra presencia para honrar a mi ‘hijo problemático’ que, gracias a este evento, se ha convertido en un hijo maravilloso”.

La psilocibina

El consumo de enteógenos está muy extendido en nuestros días. Es sobradamente conocido que Albert Hofmann descubrió la LSD, el enteógeno más popular y con más repercusión social y cultural, especialmente a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, coincidiendo con el apogeo del movimiento hippy. No obstante, como ya mencionamos en entregas anteriores, el buen doctor también investigó los hongos mágicos mexicanos y logró aislar sus principios activos, la psilocibina y la psilocina. Publicó varios artículos sobre esos estudios, algunos en colaboración con científicos como Stoll, Troxler y Heim; de todos ellos ofrecemos el que nos parece menos técnico y más divulgativo.

“Aspectos químicos de la psilocibina, el principio psicotrópico del hongo mexicano Psilocybe mexicana”4.

Desde los tiempos precolombinos, los indios de México han convertido la ingestión de ciertos hongos en parte de sus ritos religiosos; los hechiceros de las tribus comían estos hongos para adquirir clarividencia. Un etnólogo norteamericano, Robert Gordon Wasson, junto con su esposa, realizó varias expediciones a regiones remotas de México entre 1953 y 1955. Ellos estudiaron la forma en que se utilizan esos hongos actualmente, y describieron sus experiencias sobre los estados alucinatorios que tienen lugar en los rituales1. Roger Heim, director del Museo Nacional de Historia Natural de París, acompañó a Wasson en una expedición a los territorios de los mazatecas, chatitos y aztecas, en verano de 1956. Pudo clasificar y describir estos hongos2: todas las especies eran hongos pileate (basidiomicetos), pertenecientes a la familia de las estroforiáceas. Heim tuvo éxito, junto a R. Cailleux, en la tarea de cultivar varios de estos hongos en su laboratorio de París3. El material de un hongo en concreto, Psylocibes mexicana, fue enviado al laboratorio de investigación de Sandoz, en Basilea, para ser investigado químicamente. En primavera del año 1958, el principio psicotrópico fue aislado en forma cristalina. Se le llamó psilocibina4. Está presente en las esporoforas, el micelio y el esclerocio del hongo. A. Brack y H. Koben desarrollaron en nuestros laboratorios un método mejor para cultivar el micelio y el esclerocio a gran escala5. De este material se ha logrado aislar varios gramos de psilocibina, cantidad suficiente para las investigaciones químicas, farmacológicas y clínicas preliminares. La estructura de la psilocibina se ha descubierto recientemente y confirmado por síntesis6. Lo que sigue es una breve descripción de su estructura química.

La psilocibina forma cristales blancos que son fácilmente solubles en agua, pero prácticamente insolubles en los disolventes orgánicos usuales. Es anfotérica, es decir, forma sales tanto con ácidos como con bases. El análisis de la psilocibina y un estudio de su espectro y reacciones al color han revelado que es un derivado del indol, con sustitución en el núcleo del benceno. Se le asignó de forma provisional la fórmula C13H18(20)O3N2P2, pero estudios posteriores de degradación han mostrado que en realidad es C12H17O4N2P. Con la hidrólisis, la molécula de psilocibina se divide en dos, dando lugar a 4-hidroxi-dimetiltriptamina y ácido fosfórico. De este modo, la psilocibina posee la siguiente fórmula estructural:

 

Esta fórmula ha sido confirmada por la síntesis de psilocibina. El compuesto obtenido era idéntico en todos los aspectos a la psilocibina natural.

La psilocibina es otro ejemplo más de la importancia de la estructura del indol en los compuestos psicotrópicos. Está estrechamente relacionada con importantes -y presentes en la naturaleza- derivados de las hidroxitriptaminas como la serotonina (5-hidroxi-triptamina), la bufotenina (5-hidroxi-dimetiltriptamina), la bufotenidina (base cuaternaria de la bufotenina), la dehidro-bufotenina y la bufotionina. La semejanza estructural con la bufotionina, aislada a partir de la piel de los anfibios7, es sorprendente. Ambos compuestos son ésteres ácidos de un derivado de la hidroxi-dimetiltriptamina; uno es un éster del ácido fosfórico, y el otro del ácido sulfúrico.

Al ser un derivado del indol, la psilocibina está también relacionada con los alcaloides indólicos psicotrópicos, como por ejemplo la tabernantina, la harmina y la reserpina. Existe una relación especial entre la psilocibina y la dietilamida del ácido lisérgico, el psicotomimético más potente conocido hasta ahora. Estos dos compuestos son derivados del indol con sustituciones en la posición 4. La psilocibina y los alcaloides del ergot, incluyendo la LSD, son únicos en lo que respecta a poseer esta especial característica estructural (…).

Referencias:

1. Obras de Albert Hofmann: Historia del LSD, Editorial Gedisa. Mundo interior, mundo exterior,Los libros de la liebre de marzo. El dios de los ácidos, Editorial Siruela. El camino a Eleusis, FCE. Plantas de los dioses, FCE.

2. En la dirección http://www.maps.org/sys/w3pb.pl se puede consultar la World Wide Web Psychedelic Bibliography, con muchos artículos originales de Albert Hofmann. Nuestro más sincero agradecimiento a Rick Doblin, presidente de MAPS, por autorizarnos a traducir este valioso material.

3. Web del Simposio LSD: http://www.lsd.info. En http://www.youtube.com/watch?v=dCZDwTQtbDk puede verse un extracto del homenaje a Hofmann. En http://www.youtube.com/watch?v=SInkOigeGno&eurl tenemos su discurso de despedida, con subtítulos en inglés. Transcripción del discurso de Albert Hofmann, en inglés: Erowid F, Erowid E. “The Spirit of Albert”. Erowid Extracts. Jun 2006;10:24-25.

4. Referencia original del artículo: “Chemical aspects of psilocybin, the psychotropic principle from the mexican fungus, Psilocybe mexicana heim”. Neuro-Psychopharmocology. Proceedings of the 1st International Congreso of Neuro-Psychopharmacology, Roma, Septiembre de 1958. Ed. By: P. B. Bradley, P. Deniker, C. Radouco-Thomas. Elsevier, Ámsterdam, London, New York, Princeton 1959, p. 446-448.

Notas del artículo de Hofmann

1. Valentia P. Wasson and R. G. Wasson, Mushrooms, Russia and History, Pantheon Books, New York, 1957.

2. R. Heim, Compt. Rend. 242 (1956) 1389; 244 (1957) 695; Rev. mycol., 22 (1957) 20, 36.

3. R. Heim y R. Cailleux, Compt. rend., 244 (1957) 3109; 245 (1957) 597, 1761

4. A. Hofmann, R. Heim, A. Brack y H. Kobel, Experiencia, 14 (1958) 107.

5. R. Heim, A. Brack, H. Kobel, A. Hofmann y R. Cailleux, Compt. rend., 246 (1958) 1346.

6. A. Hofmann, A. Frey, H. Ott, Th. Petrzilka y F. Troxler, Experientia, 14 (1958) 397.

7. H. Wieland y F. Vocke, Ann., 481 (1930) 216.

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