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Vida y obra de Albert Hofmann (y XIX)

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Despedimos con esta entrega* la serie de artículos de -y sobre- Albert Hofmann. El buen doctor explica las bases del uso de los enteógenos en psicoterapia, un tema actualmente de moda, pero muy común en la práctica médica durante la década de los cincuenta y comienzos de los sesenta, antes de que se prohibieran estas drogas. Al final llega a la conclusión que desarrollaron en sus enfoques psicoterapéuticos Humphrey Osmond, Abram Hoffer y Stanislav Grof, entre otros.

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Pioneros de la coca y la cocaína

 

El ololiuqui

Ololiuqui
es el nombre azteca para las semillas de ciertas plantas convolvuláceas que los aztecas y tribus relacionadas con ellos han empleado en ceremonias religiosas y con propósitos mágicos, igual que hacían con los hongos sagrados. El ololiuqui aún se utiliza en nuestra época por algunos pueblos, como por ejemplo los zapotecas, chinantecas, mazatecas y mixtecas, que viven en las remotas montañas del sur de México en relativo aislamiento, poco o nada influidos por el cristianismo (1).

Una de las primeras descripciones y la primera ilustración del ololiuqui la ofreció Francisco Hernández, un médico español que, entre 1570 y 1575 realizó para el rey Felipe II un estudio exhaustivo de la flora y la fauna de México, en su obra “Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus”. Un extracto de la traducción de la versión en latín dice así: “El ololiuqui, que algunos llaman coaihuitl, y que significa planta serpiente, es una planta trepadora con hojas verdes cordadas y flores blancas y largas. Cuando los sacerdotes querían comunicarse con sus dioses y recibir sus mensajes, la ingerían. En esas ceremonias se les aparecían miles de visiones y alucinaciones de origen satánico”.

Un indio zapoteca recogió dos semillas distintas de ololiuqui, cerca de Oaxaca, en el sur de México, y nos llegaron a nosotros gracias a R. G. Wasson, el etnomicólogo aficionado, quien había participado con éxito en la investigación sobre los hongos sagrados. Una muestra constaba de semillas de color marrón, llamadas badoh en la lengua zapoteca, e idénticas a la Rivea corymbosa. La otra muestra la componían semillas negras, llamadas badoh negro, identificadas botánicamente como Ipomoea tricolor. La investigación química de las dos semillas ofreció el mismo resultado sorprendente: sus principios activos eran derivados del ácido lisérgico. De los seis componentes se pudieron identificar tres: amida del ácido lisérgico, amida del ácido d-isolisérgico y chanoclavina (2). Las fórmulas de estos compuestos muestran la estrecha relación química entre los principios activos del ololiuqui y la LSD 25.

Este resultado es de considerable interés desde el punto de vista fitoquímico, ya que los derivados del ácido lisérgico sólo se habían descubierto hasta entonces en pequeños hongos del género Claviceps. No esperábamos encontrar estos alcaloides tan especiales en plantas superiores de la familia de las convolvuláceas.

Hay otro aspecto interesante y notable de estos hallazgos. La amida del ácido lisérgico se había sintetizado e investigado farmacológicamente en nuestros laboratorios, junto con la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), mucho antes de que descubriéramos que era uno de los principios activos de una de las plantas mágicas de los mexicanos.

Observaciones sobre la estructura química de los psicotomiméticos


Una revisión de las fórmulas estructurales de los psicotomiméticos naturales muestra que, con la excepción de los principios activos no nitrogenados del cannabis y la mescalina, todos son derivados del indol o, hablando en términos más precisos, derivados triptamínicos. No obstante, incluso la mescalina muestra cierta relación estructural con los indoles, y es posible que pueda, hasta cierto punto, convertirse en un derivado del indol en el organismo, que sería el responsable de sus efectos.

No puede ser una casualidad que la mayoría de los psicotomiméticos estén relacionados químicamente con el neurotransmisor serotonina, una de las sustancias más estudiadas por la investigación bioquímica. Ésta se acumula en el cerebro, donde realiza ciertas funciones en diversos procesos del sistema nervioso central (3). La relación estructural con la serotonina de los psicotomiméticos, todos ellos derivados de la triptamina, sugiere que ciertas estructuras indólicas son importantes en la bioquímica de las funciones psíquicas. La investigación bioquímica de las relaciones entre el metabolismo endógeno del indol y los psicotomiméticos con estructura indólica puede ser un buen campo de estudio para la psicofarmacología.

Dentro del grupo de los psicotomiméticos que contienen triptamina, podemos ver una estrecha relación estructural entre la LSD y la psilocibina, en el sentido de que ambos son derivados del indol con sustituciones en la posición 4. Los principios activos de los hongos mágicos mexicanos -la psilocibina y la psilocina- y los principios activos del cornezuelo del centeno -los alcaloides del ergot-, de los cuales se obtiene la LSD, son los únicos compuestos indólicos con una sustitución en la posición 4. Futuras investigaciones mostrarán hasta qué punto esta característica estructural común determina la actividad psicotomimética altamente específica de la LSD y la psilocibina.

 

El uso de los psicotomiméticos en la psiquiatría experimental y práctica

Los agentes psicotomiméticos han demostrado ser valiosas herramientas en la neurología y la psiquiatría experimental. La semejanza entre los efectos de las sustancias psicotomiméticas y los síntomas de ciertos trastornos mentales llevó a acuñar el término psicosis modelo. Estas psicosis modelo son valiosas para el estudio experimental de los procesos bioquímicos implicados en los trastornos mentales. Ha sido principalmente tras el descubrimiento de la LSD cuando se han hecho progresos considerables en esta dirección.

Aunque los psicotomiméticos han sido considerados durante algún tiempo una buena herramienta para la psiquiatría experimental, sólo en los últimos años se ha extendido su uso en psicoterapia. Se han obtenido resultados prometedores con su utilización como drogas terapéuticas. La literatura ya contiene un número considerable de artículos que insisten en la importancia de la LSD en este sentido. Resultados igualmente buenos se han obtenido con la psilocibina (4).

¿Cuál es la base del empleo de estos agentes en psicoterapia? Muestran dos efectos principales. En primer lugar, la capacidad para liberar al paciente de su fijación autista y de su aislamiento transformando su conducta habitual. Gracias a esta acción, el paciente puede tener una relación más abierta con el terapeuta.

En segundo lugar, estas drogas reactivan recuerdos olvidados o reprimidos, incluso experiencias de la primera niñez. Esto es de la mayor importancia para el éxito de la terapia, especialmente cuando estas experiencias son las que han generado el problema psíquico.

El descubrimiento de psicotomiméticos de marcada actividad como la LSD, y de tranquilizantes como la reserpina, la clorpromazina, etc, ofrece nuevas posibilidades de influencia farmacológica en la esfera psíquica y ha llevado a acuñar el término psicofarmacología. El uso de psicotomiméticos y tranquilizantes en terapia se debe a sus efectos contrapuestos. Mientras que los tranquilizantes -como su nombre indica- elicitan sedación y ocultan los conflictos, los psicotomiméticos activan y revelan los traumas psíquicos. De esta forma se crean las condiciones adecuadas para una verdadera recuperación.

Agentes como los psicotomiméticos, con sus efectos profundos e imprevisibles, no pueden tomarse sin supervisión médica. En la mayoría de los casos sería inútil, y en otros incluso peligroso. Sin embargo, en manos de un psicoterapeuta hábil y experto, estas sustancias facilitan la tarea médica de reconocer objetivamente los conflictos. En lo que respecta al aspecto subjetivo, ayudan al paciente a tomar conciencia del problema y a comprender mejor su enfermedad. Por este motivo, estas sustancias merecen ser llamadas drogas mentales.

*”Chemical pharmacological and medical aspects of psychotomimetics”, publicado originalmente en J. Expt. Med. Sc., vol V, nº 2, septiembre de 1961. Gracias a Rick Doblin, presidente de MAPS (http://www.maps.org), por habernos permitido traducir y publicar la primera versión en castellano de éste y los anteriores artículos de Hofmann que hemos ofrecido a los lectores. Dirección de la WWW Psychedelic Bibliography: http://www.maps.org/wwwpb/

 

Referencias

  1. Se puede leer una excelente revisión de los aspectos históricos, botánicos y etnológicos del ololiuqui en la monografía de R. E. Schultes, “A contribution to our knowledge of Rivea corymbosa. El ololiuqui narcótico de los aztecas”. Museo Botánico de la Universidad de Harvard, Cambridge (Mass.) (1941).
  2. Hofmann, A. y Tscherer, H. (1960), Experientia, 16, 414.
  3. Revisión de artículos sobre la serotonina: Cerletti, A. (1958), Helv. Med. Acta., 25, 330.
  4. Delay, J., Pichot, P. y Lemperière, T. (1959), Presse. med., 67, 1811.

 

 

 

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