Todos los cultivadores con un mínimo de experiencia hemos sido en algún momento de nuestra vida noveles; es por ello que toda información por sencilla que nos pueda parecer, será de gran ayuda a todas las nuevas generaciones de cultivadores. En este artículo vamos a repasar toda la información que cualquier cultivador cannábico de indoor debe saber.
Por Nvidia.
Una vez que adquirimos las semillas y a no ser que las germinemos en los días posteriores, debemos guardarlas dentro su envase en el frigorífico. Éste las mantendrá a una temperatura idónea para su conservación durante algunos años. Y aunque no hay estudios oficiales sobre la congelación de semillas para su conservación, personalmente puedo decir que he mantenido durante muchos años semillas en el congelador, que después han germinado y crecido sin el menor problema. Lo importante es mantenerlas a baja temperatura y sin cambios bruscos.
A la hora de germinar las semillas es un error muy común hacerlo en algodón, es algo que se desaconseja ya que la raíz puede quedar enredada en el algodón y podríamos partirla al intentar retirar las semillas de este medio. Tampoco es recomendable enterrar la semilla germinada con el algodón, pues daríamos pie a que se pudriera. Uno de los medios más comunes y eficientes es poner la semilla que queremos germinar entre dos papeles de cocina humedecidos durante un par de días. Estos papeles de cocina con la semilla germinando se suelen colocar dentro de un tuper o en un plato de cocina envuelto con plástico para que no se pierda la humedad. A su vez lo pondremos todo en algún lugar cálido de la casa, donde la temperatura ronde los veinticuatro grados.
Una vez tenemos las semillas bien germinadas con una raíz considerable, es hora de pasarlas al medio que hayamos elegido para cultivar. Si es nuestra primera vez nada más sencillo que comenzar con tierra, la cual podemos adquirir ya preparada en cualquier grow shop. También se puede adquirir en grandes superficies o viveros pero los sustratos que allí venden vienen muchas veces abonados en exceso, algo que puede quemar la raíz.
El punto débil de la planta de cannabis es la raíz, no se desarrolla con fuerza y precisa de cuidados a lo largo de todo el ciclo de la planta. Es por ello que el primer contenedor donde plantar la semilla recién germinada debe ser pequeño, de un litro de capacidad por ejemplo. Debemos regar el sustrato con cuidado, evitando que el agua lo apelmace y después enterrar con mucho cuidado la semilla recién germinada, a uno o dos centímetros de profundidad. Cuando la planta crezca y colonice todo el contenedor, la pasaremos a otro más grande repitiendo la misma operación hasta el momento de pasar a floración, donde no haremos más trasplantes. Con esto conseguiremos estimular el sistema radicular de la planta, algo muy necesario para obtener después una buena producción.
El periodo lumínico que le demos en nuestro indoor debe ser de dieciocho horas de luz y seis de oscuridad o veinticuatro horas de luz continuada. De esta forma nos aseguraremos de que la planta esté constantemente creciendo y no entre en floración (siempre que hablemos de semillas no autoflorecientes). Los parámetros idóneos para nuestro indoor serían veinticuatro grados de temperatura y entre un sesenta y setenta por ciento de humedad, aunque es posible cultivar cannabis con parámetros muy dispares. Éstos son sin duda los que mejor resultado nos pueden ofrecer, refiriéndonos al ciclo de crecimiento.
Aunque existen multitud de opciones para iluminar nuestro indoor durante la etapa de crecimiento, el más efectivo hasta la fecha es sin duda el Halogenuro Metálico, ofreciendo un espectro lumínico perfecto que nos aportará un crecimiento muy vigoroso y una distancia internodal mínima. Las bombillas de bajo consumo o tubos fluorescentes son también una buena opción, que al igual que los leds, emiten poco calor. Cualquiera de estos sistemas nos puede valer para darles un crecimiento mínimo durante un mes a nuestras plantas, siempre que partamos desde semilla.
A partir de la primera semana de vida, es recomendable aplicar preventivos contra insectos u hongos de forma foliar a nuestras plantas. Con esto nos aseguraremos un crecimiento sano y vigoroso. Aplicar quincenalmente algún repelente natural como el “Expeléx” durante toda la etapa de crecimiento nos ayudará a mantener a raya a muchos insectos indeseados en nuestro indoor. Al ser natural y biodegradable no perjudicará a la planta como podría hacerlo cualquier otra sustancia química. Si vemos que prolifera algún tipo de insecto u hongo, nada mejor que acercarnos a nuestro Grow Shop de confianza y dejarnos asesorar.
Para pasar nuestra planta de crecimiento a floración, bastará con cambiarle el ciclo lumínico a doce horas de luz y doce horas de oscuridad ininterrumpidas, siendo muy importante mantener una oscuridad absoluta dentro del indoor durante las doce horas de oscuridad. Es un error común pensar que por abrir un poco el armario para ver cómo están durante el periodo de oscuridad no pasa nada, o que si usamos una luz verde no les perjudicará…. El espectro verde es el menos consumido por las plantas pero esto no significa que no reaccionen ante él. La mejor iluminación que podemos aportar a nuestras plantas para el ciclo de floración es el sodio de alta presión (HPS). Aunque se puede realizar con casi cualquier tipo de iluminación, éste nos aportará los mejores resultados. Dependiendo de la variedad que estemos cultivando, esta tardará más o menos en comenzar a mostrar las primeras flores, que más tarde engordaran formando extraordinarios cogollos.
Al contrario que durante el ciclo de crecimiento donde no es necesario abonar a nuestras plantas a no ser que demanden nutrientes mediante alguna carencia, durante el ciclo de floración es algo casi obligatorio si queremos obtener los mejores resultados. Durante las primeras semanas de floración, un abonado (natural o mineral, dependiendo de los gustos personales de cada cultivador) rico en nitrógeno (N) será lo más indicado para nuestras plantas y una vez lleguemos al ecuador del ciclo de floración o se muestren las primeras flores, deberemos cambiar a un abono rico en fósforo y potasio (PK). Éste lo usaremos de forma progresiva hasta llegar al pico de la floración, donde comenzaremos a reducir el abonado hasta llegar a los quince días previos al corte. Entonces haremos un obligatorio lavado de raíces y dejaremos de abonar por completo, realizando riegos con agua cuando el sustrato se vaya secando.
Sobre qué abonos usar o de qué manera hacerlo, existen mil ideas y técnicas, todas ellas igual de buenas. Si buscamos una producción final grande, quizás los abonos minerales sean los más indicados. Si lo que buscamos es un buen sabor al final de la cosecha o un cultivo ecológico, los abonos naturales son nuestra mejor opción. En las etiquetas de cualquier abono veréis instrucciones y dosificaciones para usarlos, algo que nos puede valer si no queremos dedicarle tiempo al cultivo; pero si lo que buscamos es optimizar nuestro cultivo al máximo, no hagáis caso de dichas indicaciones y basaos en los valores de EC del sustrato y agua de riego.
Tal y como podéis ver en la tabla de nutrientes (Imagen #3), dependiendo del nivel de PH (acidez) del agua, la planta absorberá mejor unos nutrientes u otros. Para el ciclo de crecimiento y usando como sustrato una buena mezcla de tierra adquirida en nuestro Grow Shop, el valor medio del pH del agua de riego debe rondar el 6,4, aumentando este valor si estamos en el ciclo de floración hasta 6,6 – 6,7. Un medidor de PH y otro de EC (electro-conductividad) es algo indispensable en nuestro cultivo, algo que debemos adquirir y aprender a usar antes incluso que el propio indoor.
Con el medidor de EC podemos ver la cantidad de nutrientes que contiene nuestro agua de riego. Durante el ciclo de crecimiento un valor medio de 0,3 de EC es el más adecuado. Si no llegamos a este valor podemos añadir alguna gota de calcio y magnesio hasta llegar a él; si lo rebasamos, debemos bajarlo rebajando el agua de riego con agua destilada o de osmosis. Durante la floración el nivel de EC variará mucho en función de la genética que estemos cultivando, ya que no todas demandan la misma cantidad de nutrientes ni en los mismos periodos. Si buscamos un cultivo bien optimizado debemos consultar todos estos datos en nuestro Grow o a través de la red. Los bancos de semillas suelen aportar estos datos junto a las características de sus semillas.
Volviendo al cultivo, el lavado de raíces que debemos realizar un par de semanas antes de cosechar es sumamente importante. Con él eliminaremos la mayoría de sales y nutrientes del sustrato forzando a la planta a consumir la mayor parte de los nutrientes que almacena en sus hojas y cogollos. Con esto conseguiremos un sabor más puro en nuestros cogollos y evitaremos que rasquen al fumarlos. Para realizar un buen lavado de raíces existen varias técnicas, aunque la más rápida y efectiva consiste en poner las macetas sobre algún desagüe, tal como un plato de ducha o el retrete (con alguna rejilla para que no caigan dentro, obvio) y regarlas con abundante agua hasta que el color del agua que salga por la parte inferior de las macetas sea tan trasparente como la del agua que usamos para regarlas. Podemos hacerlo con la misma alcachofa de la ducha, realizando un riego final con agua con el pH regulado.
Observaremos que tras el lavado de raíces, la mayoría de las hojas de la planta comienzan a amarillear y ponerse feas hasta caerse. Es algo completamente normal y necesario para obtener el mejor sabor con los frutos finales. Si el sustrato se seca podemos seguir regando hasta el día del corte, aunque en estas ocasiones sólo con agua, sin abonos ni enzimas.
Es un error común regar con una solución enzimática tras el lavado de raíces. Las enzimas descomponen las sales insolubles que puedan quedar en el sustrato haciéndolas solubles para la planta, por lo que si las usamos en los últimos riegos, el lavado de raíces no habrá servido para nada.
Una vez hemos cortado y dado un periodo de unos diez días de media de secado a nuestras plantas, colgadas boca abajo en un lugar fresco, oscuro y con baja humedad, procederemos a guardarlas para que curen durante unos meses. En este tiempo la clorofila desaparecerá casi por completo y los aromas se estabilizarán. Muchos de los cannabinoides se transformarán dando como resultado final unos cogollos de sabor y efecto incomparables a los recién secados. El proceso en sí es como curar un buen jamón, no tiene nada que ver el sabor ni el olor de un jamón fresco con uno bien curado.
En este artículo hemos comentado por encima los conceptos básicos más importantes que se deben tener en cuenta antes de realizar un cultivo en interior. Existen multitud de técnicas y consejos diferentes que pueden ser igual de buenos; ahí ya cada cultivador es un mundo o como se suele decir, cada maestrillo tiene su librillo ;). En otra ocasión veremos cómo montar correctamente un indoor.
Sed felices, Nvidia.
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Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.