Cannabis Magazine 225

110 vaqueros muy ceñidos y un chubasquero de un amarillo chillón, tipo piolín. Casi no se le veía la cara, pues llevaba un inmenso paraguas, pero se le intuía joven. Disimuladamente, empecé a seguirla atraído, quizás por una mezcla entre curiosidad y deseo. Supongo que nunca seré un gran detective, pues inmediatamente me descubrió observándola, lanzó una mirada fría y apretó el paso. Yo, gañán, intenté hacerme el loco encendiendo un cigarrillo. Naturalmente, el mechero mojado se negaba a ayudarme y, en cada clic de mi dedo sobre la rueda, parecía decirme: “Tío, ¿tú de qué vas?”. Al enésimo intento, levanté la mirada y la había perdido. La busqué como el que busca a alguien en la multitud, intentando aguzar mi vista entre la lluvia y los reflejos de las luces a lo lejos. De repente y sin previo aviso, su paraguas apareció volando, solo e ingobernable golpeó en mi cabeza como si fuera una advertencia y siguió su camino. Unos metros detrás de él venía ella, pausadamente, buscándolo. En un acto que me caracteriza como el patán que en realidad soy, salí ágil, y corriendo a intentar alcanzarlo. Creo que era en la peli Muerte entre las flores donde el personaje de Tom Reagan decía que no había nada más ridículo que ver correr a alguien detrás de su sombrero. Pues bien, yo acababa de superarlo: mi persecución detrás del paraguas era digna de un sketch de cine mudo; conmis patosas zancadas sobre los charcos, mi abrigo empapado bajo la lluvia y el maldito perseguido, puteando al perseguidor. Parándose cada poco y retomando el vuelo cada vez que me acercaba, mostrándose de lo más juguetón y escurridizo. No sé si fue más por despiste o por pena, pero, al fin, se dejó atrapar y yo confiaba que el tiempo y dedicación que le había dedicado a la cacería tuviera algún efecto favorable hacia mí en aquella misteriosa mujer. Me acerqué hacia ella ofreciéndole mi presa con una sonrisa a la vez que preparaba alguna de mis ingeniosas frases para Aquellos tiempos “ “ Y ALLÍ ESTÁBAMOS: LA NOCHE, LA LLUVIA, EL VIENTO, LAS LUCES DEL MAR, YO LLENO DE BARRO Y ELLA DESNUDÁNDOSE

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