Cannabis Magazine 227

Y los músicos de la carroza empezaron a tocar la famosa canción de Umberto Tozzi. La gente cantaba y bailaba, incluso me aplaudía. Y yo, angustiado y desesperado por hacerme oír, hacía gestos a mis amigos para que vinieran en mi ayuda. Fran, Jacobo y Julia subieron a la carroza, pero los muy capullos se pusieron a bailar y yo, resignado y animado a partes iguales, empecé a cantar. La peña parecía estar pasándoselo en grande y nosotros también. De repente éramos el alma del carnaval: los músicos tocaban y tocaban, y nosotros hacíamos bailes de coreografías imposibles, entre las risas y los aplausos del público, mientras nos desgañitábamos para competir con el volumen de los instrumentos. La carroza siguió su recorrido mientras alguien nos pasaba una botella de licor café. El hipotálamo y el sistema nervioso reaccionaron de nuevo, y aquí es donde vuelven a diferir los recuerdos… Julia afirma que Gloria apareció en un ovni que iluminó desde el cielo todo el pueblo y nos indicó que, gracias a nosotros, la humanidad había sido perdonada. Luego descendió hasta la carroza y se puso a bailar con todos nosotros. Jacobo asegura que el mar se abrió y nuestra amada líder, con cola de pez cual sirena, se acercó a la carroza y yo la pesqué con una caña. Y Fran está convencido de que Gloria saltó desde un séptimo piso y cayó de pie junto a nosotros, con aplauso de público incluido. Por mi parte, como antes, creo que lo ocurrido fue una mezcla de todo lo anterior. En el fragor del baile, me había parecido ver a Gloria al lado del puerto, en la terraza de un piso, besándose con uno de los chavales que nos habían traído, lo que explicaba muchas cosas. En un momento que se detuvo la carroza, ella saltó al agua y se acercó a nosotros. Yo la ayudé a subir y lo demás es historia. Quizá sea como yo lo recuerdo… o como lo recuerdan ellos. A fin de cuentas, da igual: Gloria apareció en la carroza y la banda de músicos siguió interpretando temas por las calles de O Grove mientras cinco drogadictos de Madrid cantaban como si no hubiera un mañana… ¡Espera! ¡No lo había! Era la noche del fin del mundo, pero enseguida pensé: “Bueno, si no es el apocalipsis, mejor. Pero de serlo... ¡qué buena forma de terminar!”. ¿Se puede pedir más?

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