Cannabis Magazine 227

Gloria no aparecía y fui yo el primero en empezar a preocuparme. Supuse que podría haberse quedado sola nadando, que podría estar perdida en el monte, o que quizá se habría abierto la cabeza al caer de aquella roca. Me puse muy nervioso y me di cuenta de que me faltaba el móvil. Ninguno de nosotros lo tenía. Además, íbamos disfrazados y recordamos que los amables chicos nos habían dado ropa seca al subir a la furgoneta. seguramente los teléfonos estaban allí con nuestra ropa. O en el fondo del mar, matarile, rile, rile... Entramos en el pueblo para dar la voz de alarma, pero era fiesta de martes de carnaval. ¡Y menuda fiesta! Una caravana de carrozas de comparsas recorría las calles llenas de gente disfrazada y, mayormente, borracha. Intentaba controlar mis pensamientos y razonar qué sería mejor hacer para encontrar a Gloria mientras mis piernas caminaban al ritmo de la música que salía de los altavoces. Al fin y al cabo, mi hipotálamo aún estaba descolocado, o colocado, según se mire… La primera estupidez que hice fue pedir a mis amigos que nos separásemos y que alguien consiguiera un teléfono para llamar a Gloria. A los cinco minutos nos volvimos a reunir preguntándonos si alguien se sabía su número de memoria. La segunda imbecilidad que se me ocurrió fue la de ir a hablar con un guardia civil de tricornio que divisé entre la gente. Ya habrás podido intuir, astuto lector, que era un disfraz… Yo tardé algo más de un cuarto de hora en darme cuenta de la circunstancia, de la escenita… De hecho, no fue hasta que le vi una cola de pantera saliendo por el pantalón y leí en su uniforme la leyenda “todo por la napia” cuando deduje, con gran esfuerzo por parte del mencionado hipotálamo, que quizá no era la autoridad competente para tamaño problema. Pero la tercera bobada ya resultó el culmen de la idiotez: se me ocurrió que, si me subía a una de las carrozas y cogía un micrófono, podría explicar a la gente el grave problema de la desaparición de nuestra amiga y saldrían todos en nuestra ayuda. Conseguí encaramarme y hacerme con un micro, pero con la música no se me entendía nada lo que hablaba. Así que grité: – Estamos buscando a Gloria. Y alguien entre el público, también a gritos, me preguntó: – ¿A quién? – A Gloria. 114 Aquellos tiempos “ “APARECIÓ EN UN OVNI QUE ILUMINÓ DESDE EL CIELO TODO EL PUEBLO Y NOS INDICÓQUE, GRACIAS A NOSOTROS, LA HUMANIDAD HABÍA SIDO PERDONADA

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