hostia que me había pegado cinco minutos antes) y me subí a un taxi para rescatarla. — A Ronda —bramé. — ¿Dirección? —preguntó el taxista. — Voy en busca de una amiga que está perdida por la sierra —dije cual Indiana Jones de pacotilla. — ¿No sería mejor avisar a la Policía o a Protección Civil? — No hace falta, ¡arranque! Tres horas después, y mirando mi bolsillo y lo que marcaba el taxímetro me rendí, le pedí al conductor que me dejara de nuevo en el Bar Amador donde daría la noticia de la desaparición de Ágatha a sus amigos y, ahora sí, avisaría a la Policía. Al bajarme del coche escuché desde la calle el ruido de mi banda en directo. No podía creer que fueran tan insensibles. Pero, en fin, eran músicos de rock. Entré en la fiesta y... ¡menuda fiesta! Todo el mundo bailando entre una espesa y gozosa cortina de humo y subida al escenario, liderando mi banda y cantando, estaba ella, Ágatha, en todo su esplendor. Me quedé tan sorprendido que no sabía cómo reaccionar y en un milisegundo se me iluminó esa bombilla de dibujos animados encima de mi pelambrera y me pregunté: ¿Cómo había sabido Natalia de las desdichas de nuestra amiga si solo había podido llamarme a mí? Y a medida que avanzaba entre la gente y se reían de mí, me di cuenta de lo estúpido que había sido. Mi paternal y absurdo proteccionismo a base de mentiras y engaños se había vuelto en mi contra como un bumerán. Ágatha me quería y me necesitaba como amigo, no como protector, me quería sincero, no carroñero, y me había dado una lección a base de mi propia medicina. Además, como averigüé después, su engaño había sido mejor y más elaborado que el mío. Nunca había creído mi historia y, desde el día que intenté engañarla, había urdido todo el plan con la complicidad de los colegas. Me miró desde el escenario, saltó con más estilo y mejor fortuna que yo, se acercó hacia mí entre la multitud y el ruido y me dijo al oído: —Eres un capullo. —Y tu una flor. —contesté. ¿Se puede pedir más? “ “MI PATERNAL Y ABSURDO PROTECCIONISMO A BASE DE MENTIRAS Y ENGAÑOS SE HABÍA VUELTO EN MI CONTRA COMO UN BUMERÁN
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