Cannabis Magazine 230

Salud verde 88 ideológico equiparable a “la metadona es terapéuticamente inadmisible” o “el matrimonio fiel y estable es la mejor prevención del SIDA”. Por mi parte, no tengo problema en confesar que sí, que recibo una compensación económica de la empresa que edita esta revista por cada una de mis colaboraciones escritas o en forma de conferencia. También la he recibido de otras empresas del sector (que yo creía que eran competidoras pero que en la cosmovisión del señor Isorna formarán parte del mismo ente informe). Pero debo ejercer muy bien mi papel de perro faldero de la industria cannábica ya que nunca he recibido instrucciones, sugerencias u orientaciones a mis contenidos. Siendo honesto, nadie me ha sugerido nada sobre aquello que conviene o no que diga o escriba en mis actividades profesionales. No lo ha hecho la industria del cannabis y tampoco la industria farmacéutica. He llevado la misma presentación sobre un tema independientemente del laboratorio que financiara la actividad. Dirigí la creación de la primera página sobre chemsex en español, financiada por un importante laboratorio farmacéutico, pero, hoy en día, sigo sin saber qué marcas de antirretrovirales comercializan. Tampoco he recibido sugerencias ni orientaciones por parte del Plan Nacional Sobre Drogas, Proyecto Hombre, Cruz Roja, la FAD ni ninguna institución pública o privada con la que he trabajado en más de veinte años de trayectoria profesional; y no tengo la capacidad interpretativa (o la hipocresía) de cambiar el discurso según el público al que tenga delante. Más bien diría que tengo cierta tendencia a meterme en terrenos pantanosos, complicados o directamente inoportunos. Los empresarios que trabajan en el sector cannábico tienen el derecho a perseguir el legítimo beneficio económico de su inversión como corresponde en una sociedad de mercado en la que todos vivimos (y de la que todos disfrutamos). Sin duda, entre ellos existe una proporción de cretinos e indeseables para quienes el dinero está por encima de cualquier otra consideración. Pero esto sucede en cualquier otro sector económico. La demonización es un recurso particularmente simplón y eficaz en aquellas actividades económicas sobre las que puede sobrevolar un halo de moral rancia. En mi (particular, subjetiva y discutible) opinión, la pornografía o el trabajo sexual no equivalen siempre a “violencia o explotación sexual” ni sus clientes o consumidores son necesariamente cómplices o colaboradores de un delito. Las industrias del cannabis, del alcohol, la comida procesada o los fármacos tienen sin duda puntos y aspectos oscuros, pero nuestra sociedad exige un plus de ética a estos sectores que no se impone a los medios de comunicación, el entorno universitario o las órdenes religiosas, por citar ejemplos de otros colectivos en los que se han descrito conductas poco éticas. ¿Y la industria del tabaco? ¿No es la industria del tabaco malvada por naturaleza? Pues mire, querido lector, en mi opinión “el mal” como tal solo existe en Sauron, Voldemort y el Emperador Palpatine. En este artículo ya no me queda espacio, pero seguiremos hablando sobre el tema el mes que viene. Referencias 1. Royo-Bordonada, M. (2019) “Captura corporativa de la salud pública”, Revista de Bioética y Derecho, 45, pp. 25-41. 2. Isorna, M. (2023) “Captura corporativa y estrategias de la industria del cannabis para atraer a nuevos consumidores”, documento en línea: bit.ly/43FsuU6. “ “ EL FRACASO DE LA PREVENCIÓN ANTIDROGA SE JUSTIFICA EN LOS SUPERPODERES PORREROS ¡Hay un supervillano nuevo en la ciudad

RkJQdWJsaXNoZXIy NTU4MzA1