Cannabis Magazine 231

Algunas peleas, un pequeño hurto menor en una librería, romper farolas y cristales de una iglesia, retrovisores de la Policía… fueron las siguientes entregas de este serial protagonizado por una joya (yo) y una señora con rulos (mi madre). El último capítulo llegó a mediados de junio con las notas del instituto. Evidentemente, había suspendido todas, pero es que además Esther se enteró de que no había ido a una sola clase desde hacía meses. Ya no hubo disgustos ni avisos ni enfados ni llantos. Solo castigo. En verano, me obligaron a acompañar a mi familia a vivir al campo, a una sucia aldea en medio de la nada, en una incómoda casa sin más estímulo y distracción que la naturaleza (que no me interesaba nada), libros infames de Los Cincoy un viejo televisor en blanco y negro con dos cuernos como antenas que apenas recogía señal alguna. Ante tamaña y cruel perspectiva, encabronado y aburrido, empecé a soñar despierto para evadirme de aquella cárcel pueblerina. Al principio, únicamente soñaba con aventuras de fiesta con mis amigos, con chicas guapas que me deseaban, con noches intensas y barras de bares, pero, con el transcurrir de los días empecé a imaginarme otras cosas y a perpetrar una idea que poco a poco se iba convirtiendo en historia. Buceando en un río, imaginé una máquina de teletransporte basada en el agua, que podía llevarme entre corrientes a cualquier lugar del mundo. Luego, otra 114 Aquellos tiempos “ “EN VERANO, ME OBLIGARON A ACOMPAÑAR A MI FAMILIA A VIVIR AL CAMPO, A UNA SUCIA ALDEA EN MEDIO DE LA NADA, EN UNA INCÓMODA CASA, SIN MÁS ESTÍMULO Y DISTRACCIÓN QUE LA NATURALEZA

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