Cannabis Magazine 234

Dios mediante, en la iglesia de San Vicente do Mar a las cinco de la tarde del día siguiente. Ninguno de los dos había sido nunca muy católico pese (o gracias) a su educación. Aun así, José Luis le dio el pésame al hijo y viceversa. Se sentó en la única silla de la cocina que tenía, pensando en su viejo y difunto amigo y, Aristóteles, intuyendo su profunda tristeza, con el instinto que solo parecen tener los animales, trató de consolarse frotándose contra él. José Luis, acariciando al gato, sacó de un cajón una pequeña y vieja libretilla, y, sin dejar de darle arrumacos, empezó a llamar a todos sus amigos para informarles: Manolo acaba de morir. Hoy homenaje en O Peirao. Bajó los cuatro pisos, enfiló por el puerto y con las llaves que previamente le había cogido prestadas a su amigo del alma y cumpliendo con la última voluntad de este, abrió el bar. Mary la Meca, Gumersindo, Antonio, Miguel, Victorino Gutiérrez y los demás clientes se acercaron. También lo hicieron otros que, por lo que fuera, ya no frecuentaban O Peirao: el notario don Enrique Cifuentes, su mujer, las peixeiras de la lonja, el equipo de futbol local, la peña del Real Madrid, la peña del Deportivo de A Coruña, la Policía Local y todos los hosteleros del pueblo que cerraron sus puertas en homenaje a Manolo y a su taberna. Esa noche cantaron, brindaron, rieron y lloraron todos por Manolo. El hijo, al que avisaron que O Peirao estaba abierto, también vino a dar su último adiós al lugar donde su padre había sido tan feliz. También rio y lloró. La noche acabó tarde y con las últimas botellas, José Luis cerró el bar. Volvió a su casa, saludó a Aristóteles, cerró la ventana, lavó la taza del café y se tumbó en su cama. Recordó a Manolo por última vez y se durmió. ¿Se puede pedir más? “ “ACARICIANDO AL GATO, SACÓDE UN CAJÓN UNA PEQUEÑA Y VIEJA LIBRETILLA, Y SIN DEJAR DE DARLE ARRUMACOS EMPEZÓ A LLAMAR A TODOS SUS AMIGOS PARA INFORMARLES: MANOLO ACABA DE MORIR

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