Cannabis Magazine 234

gamberradas que hicieron juntos de niños: cómo robaban postres de la panadería para matar el hambre que pasaron en la posguerra; su gran y temprana afición por el futbol y el Real Madrid; las sesiones del cine “O Marino”, donde descubrieron cómo evadirse de la realidad; los primeros flirteos con el sexo opuesto; las palizas del colegio de curas; la infancia; la pubertad... Recordó cómo tuvo la oportunidad y necesidad de enrolarse en un barco de altura y cómo Manolo, por lo mismo, heredó el negocio familiar de O Peirao. Las cartas que durante años se escribieron, donde uno le contaba al otro las maravillas de las tierras lejanas, y el otro le contaba al uno la preeminencia de la cotidianidad diaria. Eran dos y hacían uno. Eran grandes amigos. Manolo y José Luis, José Luis y Manolo. Uno tuvo familia y confort, otro corrió aventuras peligrosas; uno tuvo una única mujer, otro tuvo mil amantes; uno hizo de su casa su hogar y otro hizo del mundo su bandera. Cada uno tuvo lo que el otro no pudo. Nunca hubo envidias ni admiración, solo profunda y buena amistad. Siguió caminando solo y se rio de sí mismo cuando recordó de lo que presumían ambos últimamente: los dos odiaban la tecnología moderna. Cada uno tenía un móvil que casi nunca utilizaba (y se jactaban de ello). Además, Manolo le insistía a su clientela que mirar las “pantallitas” era de muy mala educación. Aun así, sobre las siete de la tarde, saltándose su cotidianidad, José Luis volvió a su casa, encendió el teléfono y, casi al instante, como una premonición, este sonó. Intuyó al segundo quién era y el porqué de la llamada: Manolo, su gran amigo, había pasado ya a mejor vida. Su hijo le trasladó su afecto y lo conminó a avisar a los parroquianos y la clientela del bar que el entierro sería, 114 Aquellos tiempos “ “RECORDÓ CÓMO ÉL TUVO LA OPORTUNIDAD Y NECESIDAD DE EMBARCARSE EN UN BARCO DE ALTURA Y DE QUÉ MANERA MANOLO, POR LO MISMO, HEREDÓ EL NEGOCIO FAMILIAR DE O PEIRAO

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