Cannabis Magazine 239

iempre he sentido apego hacia los cínicos y desprecio hacia los seres que de lobos a canes seguidamente se convirtieron en esas mismas personas que domestican malamente la esencia de otros y que también se puede reflexionar así a partir de lo que London expresa: “Así se convirtió en el enemigo de su raza, de aquellos lobos domesticados que el amor de la lumbre y de los hombres y el amparo del poderío de estos habían hecho más flojos y débiles.”1 Pero el kyon es cualitativamente más sincero consigo mismo de lo que las personas lo somos habitualmente. Los kynikós se caracterizaban por engalanarse con la anaideiao desvergüenza, junto con la parresíao libertad en el decir y la adiaforía o indiferencia en el juicio moral. Eran los tres pilares fundamentales de los cínicos para alcanzar la eudaimoníao florecimiento humano. La importancia del perro en torno a la escuela Cínica (o mejor dicho, contraescuela) era enorme. Eran estos seres sus animales totémicos, una suerte de guía desde la que proyectarse. Casi veinticinco siglos después, Freud, entre otros, hablaba de nuevo del “malestar en la cultura”. Los cínicos amaban la actitud del perro, siempre cercano a sus instintos y naturaleza. La desvergüenza ante lo instituido social, ante normas y costumbres, era algo digno de ser laudado; la coherencia era enorme entre este modo de entender el mundo y su práctica. La sencillez en el vestir y en el comer, la levedad de las propiedades y dineros venía propiciada en buena manera desde las prácticas ascéticas. No obstante, un cínico era también cosmopolita y tenía que vivir en sociedad de la manera en que lo hacía, el mismísimo Diógenes así lo había expresado: “un ciudadano del mundo”. Se puede entender que todo comenzó en el Cinosarges cuyo significado era: “perro blanco” o “perro ágil”. Un espacio en el que Antístenes, fundador de la “escuela”, comenzaría su andadura como cínico. Antístenes era conocido como haplokýon que significa “perro sencillo”. Comenzó a aplicar sus principios a su vida: tomo ropajes sencillos y se ornamentó con un báculo que algunos indican que estaba tallado de una rama de peral silvestre. La catedrática emérita Elisa Ruiz García nos acerca, por medio de una traducción, lo que el escritor griego Alcifrón indicaba de los cínicos: “Es un espectáculo horrible y penoso de ver, cuando agita su sucia melena y te mira insolentemente. Se presenta medio desnudo, con una capa raída, una bolsita colgante y, entre sus manos, una maza hecha de madera de peral silvestre. Va descalzo, no se lava y carece de oficio y beneficio. No quiere saber nada de su hacienda ni de nosotros, sus padres, sino que, por el contrario, nos reniega, pues afirma que todas las cosas son obra de la naturaleza y que la unión de elementos es la causa de la generación y no los progenitores. Evidentemente, desprecia el dinero y aborrece el cultivo de la tierra. No tiene sentido de la vergüenza y el pudor se ha borrado de su rostro.”2 Los cínicos son las antiguas personas negras, gordas y fumadoras. El grupete hippie que perturba las calles, los pies 127 eriklam (depositphotos) S

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