A mediados de 2022, Tailandia se convirtió en pionero en Asia al legalizar el cultivo y consumo de cannabis. Pero en China, el castigo por posesión de cinco kilos de marihuana puede ser la cadena perpetua

Quien le hubiera dicho al alemán Jochen Sengpiehl, un respetado ejecutivo de Volkswagen, que fumar marihuana en Tailandia le llevaría a pasar 10 días encerrado en un calabozo en China, provocaría un discreto conflicto diplomático entre Pekín y Berlín, y que acabaría siendo expulsado a su país.

Sengpiehl fue a principios de octubre de vacaciones a la isla Koh Samui, anclada en el golfo de Tailandia. Un paraíso tropical para disfrutar de las idílicas playas con aguas cristalinas o perderse en la canalla noche local parando en los dispensarios de marihuana que hay por todas partes desde que, a mediados de 2022, este país se convirtió en pionero en Asia al legalizar el cultivo y consumo de cannabis.

Después de dos semanas en Samui, Sengpiehl regresó, escala en Bangkok, a Pekín, donde reside desde hace un par de años. El alemán es un alto directivo de Volkswagen y fue enviado a la capital china para liderar allí la estrategia de marketing del fabricante de automóviles, en un momento en el que la compañía pierde mucha fuerza en el mercado del gigante asiático por el boom de los coches eléctricos chinos.

Nada más aterrizar en el aeropuerto de Pekín, antes de cruzar el control de aduanas, varios agentes se acercaron a Sengpiehl, y a otros pasajeros extranjeros que iban en aquel vuelo procedente de Bangkok, para notificarles que se debían de hacer un control antidrogas. El obligatorio examen toxicológico del alemán, mediante una prueba de sangre, dio como resultado positivo en cannabis.

La policía registró minuciosamente el equipaje de Sengpiehl, pero no encontraron ninguna sustancia prohibida. Aún así, la ley china es contundentemente extrema con los casos de consumo de cannabis: hasta 15 bajo arresto, aunque el delito se haya cometido en otro país.

Los medios alemanes han informado esta semana que Sengpiehl pasó 10 días encerrado en una celda en un centro de detención de la capital de China. Después, tras muchas negociaciones desde la embajada alemana en Pekín, y también presiones desde Berlín, las autoridades chinas soltaron al directivo.

Pero Sengpiehl no regresó a su casa. Nada más pisar la calle, fue llevado al aeropuerto y deportado a Alemania. El alemán, por fumarse un porro en Tailandia, fue expulsado de China, donde el castigo por posesión de cinco kilos de cannabis o más puede ser la cadena perpetua.

Este periódico ha sido testigo de cómo las autoridades chinas, tras viajar a Tailandia en repetidas ocasiones después de la despenalización del consumo de cannabis -aunque ahora el Gobierno tailandés está cocinando una ley para prohibir de nuevo su uso recreativo-, envían al móvil personal de los viajeros con tarjeta china varios mensajes advirtiendo que, al regresar al país, todos están expuestos a un control de estupefacientes en el aeropuerto.

En Pekín muchos recuerdan la campaña antidrogas que lanzó el Gobierno de Xi Jinping al principio de su mandato y que se llevó por delante a algunas figuras conocidas del panorama artístico, aunque el caso que más ruido hizo fue la detención de Jaycee Chan, hijo de la super estrella de películas de acción Jackie Chan, que pasó seis meses en prisión en 2015 tras reconocer que en su casa de Pekín «daba refugio a otras personas para consumir drogas». La policía encontró 100 gramos de marihuana durante un registro en su domicilio.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.