Cuando Juana Olazabal tuvo su primera convulsión a los 21 años, desde ese momento su vida tuvo un drástico giro. Fue el inicio de una serie de crisis convulsivas que la llevaron a dejar su trabajo como profesora y, sumado a las atenciones que empezó a necesitar, a ser una persona dependiente de otras. 

La epilepsia refractaria -que se caracteriza por crear resistencia a las medicinas- la deterioró hasta consumir potentes fármacos que afectaron sus riñones. Después de esto buscó alternativas médicas distintas a las convencionales en el país: el aceite de cannabis.