Cannabis Magazine 227

119 bastante peores que este capullo del mundo de la farándula. Y no, por mucho que se diga, no creo que el tiempo les haya puesto o les vaya a poner a todos en su sitio ni les vaya a dar su merecido. El mundo no funciona así. Esto no es un cuento de hadas. Es la vida en el despiadado planeta Tierra. No se hagan películas con final feliz, porque no siempre las hay. El presunto poli Estando una vez chutándome en Lavapiés, en algo así como una pequeña plaza llena de coches aparcados. Vi, por el rabillo del ojo, a dos magrebíes y a una buscavidas. Estaban ahí, platicando, discutiendo. A sus cosas. De repente, uno de los hombres se percató de mi presencia e, inmediatamente, se dirigió hacia mí. Cuando llegó adonde yo estaba, se inclinó para que le pudiera oír bien y, casi susurrándome al oído, me espetó: “Policía, dame la droga que tengas ahí”. Jaaaa, jaaaa… ¡Lo decía en serio, el subnormal! Yo seguí a lo mío sin molestarme siquiera en contestarle. Entonces, el menda se dio cuenta de que me estaba chutando y pasó a brindarme su apoyo y auxilio incondicional y desinteresado: “¡Qué chungo, tío! Si necesitas ayuda, aquí me tienes”. Para mear y no echar gota. Punksmagrebíes tomando el mando En otra ocasión, me encontraba en la zona de Tribunal. Estaba buscando un lugar discreto donde inyectarme y no había manera. Todos los sitios terminaban demostrando ser un auténtico cantazo. Y aunque es cierto que, a la hora de la verdad, nunca había tenido problema alguno por chutarme en los sitios más visibles e insospechados. No podía dejar de seguir buscando un rinconcito tranquilo y seguro. Y eso aun cuando la policía (que, en tales circunstancias, representaba la mayor de mis preocupaciones) siempre que me había pillado con anterioridad, me había tratado con absoluta educación y con la mayor condescendencia (salvo una vez, en que, de no haber estado hábil y ágil, me hubiesen reventado a hostias). Así las cosas, la cuestión es que llegó un momento en que acabé hasta las narices de buscar el maldito remanso de paz y, desesperado, opté por sentarme en el primer portal que me encontré y procedí a chutarme ahí mismo, ante la vista de todo el mundo. Y el caso es que, todo el mundo pasaba olímpicamente de lo que yo anduviera haciendo. ¿Todo el mundo? ¡No! Dos punkys marroquíes, con mohicano y gabardina de cuero hasta los pies. Elegantes a la par que underground. Con clase a la vez que callejeros. Con pasta al mismo tiempo que del barrio. Con buenas malas pintas. Tan educados como agresivos… Tuvieron a bien llamarme, severamente, la atención: “¿No te da vergüenza estar ahí, chutándote delante de todo el mundo?”, “¿Cómo? ¿Perdona?”… De verdad que no me lo podía creer. Me había movido durante años en ambientes punkarras y nunca jamás hubiese imaginado que un punkyme llegaría a llamar la atención sobre nada que yo hiciera. Pero el inframundo de las drogas venía una vez más a mostrarme que, muchas veces, en esta vida, las cosas no son como parecen ser. De tal manera que, un día cualquiera, te encuentras a unos policías que te dicen, como ya he contado mil veces: “¿Qué, haciéndote un análisis de sangre?” Mientras que, ante la misma escena, unos MENAS con aspecto de punks forrados de pasta te llaman sinvergüenza y te exhortan a que te largues de ahí inmediatamente. Ver para creer… Evidentemente, no les hice el más tupungato (depositphotos) “ “ POR MUCHO QUE SE DIGA, NOCREO QUE EL TIEMPO LES HAYA PUESTO O LES VAYA A PONER A TODOS EN SU SITIO NI LES VAYA A DAR SU MERECIDO. EL MUNDO NO FUNCIONA ASÍ. ESTO NO ES UN CUENTO DE HADAS

RkJQdWJsaXNoZXIy NTU4MzA1