Cannabis Magazine 227

112 fortuna heredada en forma de cuantiosa cuenta corriente desmesurada y una belleza física genética que no se había marchitado todavía por mucha caña que le diese a cuerpo, alma y corazón. Había asumido con bastante naturalidad que su vida era parecida a la de aquella película del día de la marmota y que de algún modo estaba atrapada en el tiempo en un bucle sin fin. Supongo que le asustaba tener que abandonar la vida alegre y bohemia pues, quizá, era lo único que conocía y divertía y, como un animal con instinto de supervivencia, había aprendido a adaptarse a esa nueva rutina casi por inercia. Así, sus hábitos del día después eran: levantarse con sigilo de camas extrañas sin despertar al partner o partners, buscar su bolso por la habitación, comprobar que aún tenía sus tarjetas y su móvil y salir a la calle. Una vez allí, indagaba dónde estaba preguntando a algún transeúnte o entrando en algún comercio o bar y, una vez que averiguaba su propia ubicación, sacaba el teléfono y llamaba a un taxi que le devolviera de nuevo a su casa en el centro de la ciudad. Algunos de sus amigos y yo estábamos preocupados por esta constante desmemoria en la vida de Ágatha, pues nos inquietaba que el hecho de no recordar las cosas que le ocurrían en la noche granadina, que podría ser muy peligroso, a ella le diera igual… y no entendíamos en qué medida le compensaba dicha situación. Discutimos varias veces sobre el asunto y nunca entraba en razón. Justificaba su posición alegando una enfermedad congénita que había matado a su padre y que seguramente la llevara al hoyo a ella antes de tiempo. Pero parecía que quería llegar aún más rápido de lo asignado en el libro del destino. En su defensa he de decir que Ágatha siempre se acogió a su derecho a hacer lo que le diera la gana sabiendo, en teoría, lo que hacía. Por mi parte, he de confesar que vivía de prestado y mantenido en su dúplex de la Plaza Nueva y que no me convenía demasiado contrariarla, pues pagaba los excesos Aquellos tiempos “ “EN SU DEFENSA HE DE DECIR QUE ÁGATHA SIEMPRE SE ACOGIÓ A SU DERECHO A HACER LO QUE LE DIERA LA GANA SABIENDO, EN TEORÍA, LO QUE HACÍA

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