Cannabis Magazine 236

108 como inútil a lo largo de todas las prohibiciones sobre sustancias de la historia, y muy especialmente en casi un siglo del fracasado experimento prohibicionista de la guerra contra las drogas. En concreto el tabaco, desde su expansión mundial tras las primeras expediciones europeas a América del Sur, ha estado sancionado con todo tipo de medidas en diversas partes del planeta. El zar Miguel Fedorovitch, a mediados del siglo XVII, ordenó que se torturara a todo fumador hasta que confesara el nombre de su proveedor, para cortar la nariz de ambos. El sultán Murad IV disfrutaba al sorprender a sus hombres fumando y castigarles con la decapitación, desmembramiento o mutilación de pies y manos. En Alemania, por las mismas fechas, se decreta la pena de muerte por el uso de tabaco, y desde el Vaticano se proclamaba la excomunión para quien lo consumiera. En China, el último emperador Ming, también prescribe la pena de muerte, por estrangulamiento, a consumidores y vendedores. Pero de nada sirvió todo este abanico de atrocidades para frenar la demanda por el consumo de tabaco, que se acabó extendiendo de forma global en pocos años y forzando a que la retahíla de sanciones tuviera que ser abolida, ante la evidencia de su falta de efectividad; y observar esto desde el presente ya es un logro, porque al menos entonces eran capaces de evaluar la realidad y desistir de la prohibición en base a sus nulos resultados, acompañados del daño artificialmente creado contra la población. Ahora parece que lo de revisar los resultados y actuar en consecuencia ante el fracaso prohibicionista, es algo que no es planteable, sino que resulta incluso un argumento para aumentar sin fin los esfuerzos prohibicionistas, siempre a expensas de que los daños y costes los sufra el ciudadano. ¿Y cómo les ha ido en Bután con su actual prohibición? Pues todo indica que no ha servido de mucho, a pesar de las duras medidas que imponen entre tres y cinco años de cárcel para cualquiera que venda o consuma tabaco en público. La prohibición solo ha creado un caldo de cultivo perfecto para el mercado ilegal, que siempre estará dispuesto a satisfacer la demanda mediante el aumento de los beneficios en función del riesgo. Del año 2006 al 2007, las incautaciones de tabaco se multiplicaron por cinco, con respecto al año 2008 aumentaron diez veces y en los últimos años las incautaciones son cuarenta veces más numerosas al año que al inicio de la prohibición. Todo un mercado que siempre habrá alguien deseoso de explotar. ¿Y para el nivel de consumo de la población ha servido? Tampoco, simplemente se ha escondido la existencia en las estadísticas oficiales del nivel real de consumo. De hecho, una de cada cuatro personas en dicho país es fumadora, y las tasas de consumo entre jóvenes se dispararon en los primeros años de la prohibición de un 26 a un 30 %. Todo ese esfuerzo inútil para terminar teniendo que levantar la prohibición durante la pandemia del COVID (oficialmente de forma temporal) y vergonzosamente incluyendo los cigarrillos entre los productos esenciales de consumo para la población, con el argumento de que “no era el momento de rehabilitar adictos ni de hacer que nadie cambiase sus hábitos”, a pesar de que ya habían transcurrido más de diez años desde la prohibición total. ¿Puede haber mayor reconocimiento de que la política de prohibición no rinde resultados cuando se trata de imponerse sobre los derechos del individuo? ¿Es ese el escenario al que aspiran llegar los países que progresivamente implanten la prohibición? Finalmente, solo nos queda seguir reafirmándonos frente a esta ola de neoprohibicionismo con un alegato que, en pocas décadas, ya se ha convertido en un clásico que ilumina con una verdad que no se puede ni debe ignorar: “De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país”. Reportaje “ “BUTÁN PROHIBIÓ TOTALMENTE EL TABACO EN 2010 CON PENAS DE TRES A CINCO AÑOS DE CÁRCEL PARA VENDEDORES Y FUMADORES. ESTO SOLO DISPARÓ EL MERCADO NEGRO Y AUMENTÓ EL NÚMERO DE JÓVENES QUE FUMAN EN EL PAÍS El cannabis, aunque no se mezclase con tabaco para ser fumado, si no estuviera prohibido ya, correría la misma suerte

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