Cannabis Magazine 236

En la motivación de la legislación prohibicionista de implementación progresiva contra el tabaco, la del modelo neozelandés e hipotéticamente la del inglés, se encuentra una base científica que es totalmente cierta: lo que hace daño al organismo es el humo de la combustión y no la nicotina en sí misma. Nueva Zelanda ignoró abiertamente los llamamientos de la OMS para regular el tabaco y los vapeadores de la misma forma, a pesar de las presiones de su director general, el etíope Tedros Adhanom (el mismo que durante los dos primeros años de la pandemia del COVID se negaba a aceptar que se transmitiera por el aire y se dedicaba a tuitear que el virus no infectaba de esta forma). El discurso de la OMS es que los vapeadores son una trampa y que es falso que sean un mecanismo de reducción de riesgos, aludiendo a una conspiración para, textualmente, “reclutar a los niños desde los diez años, porque es guay y tiene colores y sabores distintos, para terminar enganchándolos al tabaco”. De poco le valen al doctor Tedros las evidencias científicas, como que el humo de la combustión contiene unas 7.000 sustancias químicas y al menos 70 de ellas son conocidos carcinógenos, y que el vapeo (al eliminar la combustión) acaba con ese problema mientras permite el consumo de nicotina de forma apabullantemente menos dañina. Pero sirva de aviso para el consumidor de cannabis, ya que de la combustión de cualquier producto vegetal se derivan resultados muy similares: con el mismo argumento se podría prohibir el mismo acto de fumar mediante combustión cualquier producto. Sin embargo, aunque la motivación pueda ser acertada, el método elegido para implementarla entre la población (la prohibición) puede ser precisamente su “talón de Aquiles”. En lugar de optar por medidas disuasorias, como las de planteamiento educativo, que son las únicas que funcionan a largo plazo, o las de tipo fiscal, que hacen más costoso el consumo (y que deberían ser estrictamente proporcionales para sufragar el coste de los daños al conjunto de la sociedad, y no una fuente de ingresos impositivos sin un fin y justificación concretas), se opta por avanzar de nuevo sobre la libertad del individuo para elegir qué (y cómo) desea consumir. Una vez más, se prefiere violar el derecho de soberanía del propio cuerpo, y sitúa de nuevo al Estado paternalista como controlador de las voluntades de un individuo incapaz (por definición) de decidir sobre sus acciones. Esta aproximación ya ha quedado demostrada “ “HISTÓRICAMENTE, EL TABACO TUVO TODO TIPO DE SANCIONES, DESDE CORTAR LA NARIZ DEL FUMADOR Y DEL VENDEDOR A LA EXCOMUNIÓN PARA LOS CATÓLICOS, PASANDO POR DIVERSOS TIPOS DE PENA DE MUERTE. NADA LOGRÓ FRENAR SU EXPANSIÓN GLOBAL EN POCOS AÑOS Dispositivo para el vapeo junto con sus líquidos, con colores y sabores variados, además de la nicotina opcional

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