Cannabis Magazine 240

112 ―Pero yo sí. Me veo la cara todos los días y le aseguro que nunca ha tenido este color. Además, también tengo los ojos hinchados. ―Eso ya es otra cosa. Si quiere le inscribo para que le vea un oculista, pero tendrá que ser en el hospital. ―¿Oculista? Vale. ¿Y un dermatólogo? ―Cada cosa a su tiempo. Le envío a su móvil la cita por urgencia con su oculista y vuelva otro día para lo de la piel. Me quedé tan sumamente perplejo que no supe qué contestar. Al segundo, sonó un aviso en el teléfono. La cita “urgente” con el oculista era para dentro de tres días. Iba a protestar coléricamente cuando ya tenía a un anciano achacoso ocupando la ventanilla. Decidí irme a casa resignado, a sufrir dos días de incertidumbre. El martes por la mañana, al levantarme, me sentía muy sudado. Me acerqué al baño y mi color verde claro había mutado a verde oscuro y los ojos los tenía más grandes y salidos que el día anterior. Pensé que lo mejor sería acudir a una clínica privada a consultar con un dermatólogo. Busqué en internet y llamé para pedir cita. Muy amablemente me informaron de que podrían atenderme en el mismo día, pero, al carecer de seguro privado, me cobrarían la consulta y demás pruebas que el doctor creyera necesarias. Consulté precios y comprobé que me encontraba muy lejos de los doscientos veinte euros que me quedaban en la cuenta. Así que se me ocurrió llamar a mi jefe para pedirle un adelanto. Al fin y al cabo, había dedicado veintidós de mis cuarenta y cinco años a su empresa como administrativo, y habíamos desarrollado algo más que una simple relación de jefe-empleado. No llegaba a ser amistad si bien por Navidad siempre me regalaba una botella de vino lambrusco. ―Jefe, soy yo, necesitaría un pequeño favor. ―Y yo otro: que vengas a trabajar ya o pidas una baja justificada. ―Estoy en ello, pero hasta mañana no me ve el especialista y necesitaría un adelanto de mi sueldo del mes que viene para visitar hoy a uno privado. Aquellos tiempos “ “MI BERRIDO INTERRUMPIÓ LOS QUEHACERES DE TODA LA OFICINA, AUNQUE PURI, POR FIN, ME MIRÓ. PEGÓ A SU VEZ OTRO GRITO, LO QUE CONFIRMÓ LO DE MI ASPECTO REPULSIVO

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