Cannabis Magazine 240

―Pues la vista la tiene usted muy bien. Le voy a prescribir un colirio suave, porque tiene los globos oculares un poco resecos. ―¿Cómo? ¿Pero no ve usted que tengo los ojos del tamaño de unas pelotas de pimpón? ―Sí, me he fijado, pero no quería ofenderle. ―¿Ofenderme? ¿Pero alguna vez ha visto unos ojos de este tamaño? ―Sí, los del Marty Feldman y Mr. Bean ―dijo entre risas el muy imbécil. ―¡Óigame! ―dije, visiblemente alterado y cogiéndole por la bata con mis doce dedos con membranas―. Estoy sufriendo algún tipo de proceso y puede ser grave. Quiero que llame a un dermatólogo, un traumatólogo y un urólogo (en este aspecto último aún no había mutado. Pese a ello, preferí adelantarme). Por fin, y ante la posibilidad de matarle allí mismo, accedió y avisó por teléfono a un grupo de doctores que me llevaron a otra habitación mayor, me hicieron desnudar y ponerme una bata antiamor propio con el culo al aire y me tumbaron en una camilla. Mientras me observaban me iban haciendo preguntas. ―¿Nota algún dolor? ―No. ―¿Tiene mal la vista? ―No. ―Y ese color, ¿está seguro de que no es su color natural? ―No… digo, sí. Estoy seguro de que no nací verde. ―¿Y cuál es exactamente el problema de los seis dedos en cada mano? A mí me parece una ventaja. Si fueran cuatro le diría que no. Pero tener un dedo extra, no veo qué inconvenientes le puede acarrear y, por supuesto, no encuentro la urgencia por ningún lado. Todos asintieron con la cabeza dándole la razón a aquella lumbrera de la medicina. Decidí levantarme de la camilla y marcharme con resignación. Al llegar a mi casa, me quité los zapatos, el pantalón y la camisa y me acerqué a la ventana donde un grupo de moscas solían revolear en el cristal. Me dejé llevar por mis bajos instintos y asumir de una vez que me estaba convirtiendo en un sapo. No metafórico, sino real. Así que comencé a cazarlas con la lengua y disfrutar de su sabor. Esa noche, aceptando ya mi metamorfosis y el kafkiano proceso médico derivado de ella, me puse la peli de David Cronenberg La mosca. ¡Vaya usted a saber por qué! Me desperté el jueves a la hora que me salió de las branquias y, huelga decirlo, no fui a trabajar. Dediqué toda la mañana a cambiar por completo la gris decoración de mi piso de sórdido administrativo. Tiré las reproducciones Aquellos tiempos “ “ME DESPERTÉ EL JUEVES A LA HORA QUE ME SALIÓ DE LAS BRANQUIAS Y, HUELGA DECIRLO, NO FUI A TRABAJAR. DEDIQUÉ TODA LA MAÑANA A CAMBIAR POR COMPLETO LA GRIS DECORACIÓN DE MI PISO DE SÓRDIDO ADMINISTRATIVO 114

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