El diario El País dedica un editorial al referéndum sobre la marihuana en California. El reciente fracaso sólo sirve para posponer un poco más el inevitable debate sobre la política de drogas global.
El Estado de California, pionero en la adopción de medidas sociales liberalizadoras, ha renunciado esta vez a seguir su propia estela y ha rechazado legalizar la marihuana. La Proposición 19 habría permitido de manera limitada el cultivo y el consumo de cannabis a los ciudadanos mayores de 21 años. Era probablemente una propuesta prematura, a la vista del resultado, y era sin duda una apuesta arriesgada de enorme calado. De ahí que la decisión tomada por los ciudadanos consultados en referéndum el martes haya sido recibida con alivio por parte de las autoridades federales estadounidenses y mexicanas, que temían un efecto contagio y han renovado sus votos en la lucha conjunta contra el narcotráfico.
México empieza a asemejarse a un Estado fallido por culpa del narcotráfico que ensangrienta y corrompe todos los estamentos del país y California es destino prioritario de sus ilegales mercancías. La impotencia con que los gobiernos y los ciudadanos asisten a tan dramático conflicto (este año se ha cobrado ya 10.000 víctimas mortales) ha vuelto a plantear el debate de la legalización de las drogas. Intelectuales, expertos en la materia, juristas, economistas y ex mandatarios como Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria o Felipe González reclaman un cambio de estrategia a nivel mundial. La legalización de la droga, dicen sus defensores, no reducirá los efectos perversos para la salud de los que la consumen, pero, entre otros beneficios, estrangulará financieramente a las mafias que tanta violencia generan.
Entre el 50% y el 60% del negocio de los narcos mexicanos proviene de la marihuana. Su legalización al otro lado de la frontera habría tenido repercusiones en su negocio. De haberse aprobado la Proposición, California calculaba recaudar en impuestos al cannabis unos 1.300 millones de dólares anuales adicionales. Esta Proposición habría convertido a California en algo más que la Holanda americana. Punta de lanza en el país adalid de la represión del narcotráfico, California habría iniciado un camino quizá imposible de recorrer en solitario pero que hubiera forzado a los organismos internacionales a plantear el debate sobre cimientos científicos. La falta de experiencias anteriores no facilita la tarea, pero la envergadura del problema y el fracaso de la política represiva lo hacen necesario. El no californiano es solo un aplazamiento de ese debate.