La prescripción de cannabis medicinal en Australia se dispara tras la legalización de 2016

La flexibilización de las regulaciones en 2016 marcó el inicio de un auge en el uso medicinal del cannabis en Australia. En aquel año el gobierno federal modificó la ley para permitir el cultivo y la prescripción de cannabis con fines terapéuticos bajo controles estrictos, algo impensable apenas unos años antes. Desde entonces, el acceso legal al cannabis medicinal ha pasado de ser prácticamente inexistente a convertirse en una opción cada vez más común en los tratamientos médicos. La cantidad de pacientes con autorización para usar cannabis medicinal ha crecido de forma exponencial: se estima que cientos de miles de australianos han accedido a estos tratamientos desde 2016, reflejando un incremento de diez veces en el número de usuarios con receta solo desde 2019.

Este boom en prescripciones está impulsado tanto por cambios regulatorios que facilitaron el proceso de aprobación, como por una mayor aceptación médica y la demanda de pacientes con condiciones crónicas. Actualmente, se gestionan del orden de 100.000 aprobaciones médicas de cannabis cada año a través de los esquemas especiales de la Therapeutic Goods Administration (TGA), cuando en 2017 apenas comenzaban a recibirse solicitudes. Hasta julio de 2021 ya se habían expedido más de 130.000 aprobaciones bajo el programa federal, la mayoría emitidas por médicos de atención primaria, y alrededor del 65% de ellas destinadas a tratar dolor crónico no oncológico. Estas cifras ilustran cómo el cannabis medicinal ha pasado rápidamente de la marginalidad a incorporarse en el día a día de la práctica clínica australiana.

Evidencia científica sobre la efectividad del cannabis medicinal

El vertiginoso aumento en el uso de cannabis medicinal plantea la pregunta: ¿qué tan sólida es la evidencia de su efectividad terapéutica? La respuesta, especialmente en el caso del dolor crónico, es aún motivo de debate. Si bien algunas investigaciones y testimonios de pacientes sugieren que los cannabinoides pueden aliviar el dolor en ciertos casos, los estudios científicos han arrojado resultados mixtos. Numerosas revisiones sistemáticas han intentado evaluar su eficacia, llegando a conclusiones dispares. Una revisión de 2018 realizada por expertos australianos concluyó que “la evidencia de la efectividad del cannabis en el dolor crónico no oncológico es limitada”. De hecho, evaluaciones recientes señalan que los productos de cannabis medicinal ofrecen en promedio mejoras modestas en la intensidad del dolor, equivalentes a reducciones pequeñas pero significativas en algunos pacientes, mientras que en otros no superan a los tratamientos tradicionales.

La comunidad científica coincide en que hacen falta más estudios clínicos rigurosos para determinar con mayor precisión en qué condiciones y dosis el cannabis resulta beneficioso. Organismos internacionales como la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. indicaron ya en 2017 que existe evidencia concluyente de que los cannabinoides pueden aliviar ciertos tipos de dolor crónico en adultos, pero enfatizaron que la calidad global de la evidencia era moderada. En Australia, las autoridades sanitarias y grupos médicos instan a interpretar con cautela los resultados disponibles: aunque el cannabis medicinal se ha convertido en una terapia de segunda línea para pacientes con dolor crónico resistente a tratamientos convencionales, su efectividad varía y no debe considerarse una solución milagrosa. Se destaca la necesidad de más ensayos clínicos locales y un seguimiento cercano de los pacientes para construir una base de datos sólida que oriente las futuras prácticas clínicas. Por ahora, el dolor crónico sigue siendo la principal indicación por la cual se prescribe cannabis (aproximadamente dos tercios de las aprobaciones), pese a que la evidencia en esa área es aún inconclusa.

Recomendaciones oficiales y postura de la TGA

La Therapeutic Goods Administration (TGA) –el organismo regulador de medicamentos en Australia– mantiene una postura prudente frente al cannabis medicinal. Desde la legalización, la TGA ha elaborado guías para profesionales con un mensaje claro: priorizar los tratamientos aprobados y bien estudiados antes de recurrir a productos de cannabis no registrados. Actualmente solo un puñado de medicamentos derivados de cannabis cuentan con aprobación plena y están inscritos en el Registro Australiano de Productos Terapéuticos (ARTG), como el nabiximols (para la espasticidad en esclerosis múltiple) o el cannabidiol purificado (para formas raras de epilepsia infantil). La TGA recomienda considerar primero estas opciones de calidad garantizada antes de tramitar el uso de fórmulas no aprobadas. De hecho, cada solicitud de acceso especial debe justificar por qué los tratamientos convencionales o los medicamentos registrados no son adecuados para el paciente en cuestión. Solo ante la falta de alternativas efectivas, y con un adecuado consentimiento informado, se avala el uso compasivo de cannabis medicinal.

Asimismo, la TGA subraya que no ha evaluado ni respaldado la seguridad ni eficacia de la mayoría de productos de cannabis medicinal que se obtienen mediante los programas especiales (Special Access Scheme y Authorised Prescriber). Esto significa que la responsabilidad sobre posibles riesgos recae en el médico prescriptor y el paciente. Los reguladores han agilizado los trámites burocráticos desde 2016 para facilitar el acceso (por ejemplo, eliminando requisitos de autorizaciones duplicadas a nivel estatal y federal en algunos casos), pero sin renunciar a la cautela. Organismos oficiales como el Ministerio de Salud y colegios médicos han emitido lineamientos indicando que el cannabis medicinal debe usarse como último recurso, tras haber probado terapias estándar, y que los pacientes deben ser informados de que estos productos carecen del mismo nivel de evidencia clínica que los medicamentos tradicionales. La formación de los médicos en este ámbito también es una prioridad: la TGA y asociaciones profesionales han promovido cursos y materiales educativos para que los clínicos estén al tanto de la evidencia más reciente y de las obligaciones legales al recetar cannabis. En resumen, la posición oficial australiana apoya el acceso al cannabis medicinal solo en circunstancias justificadas, equilibrando la empatía hacia pacientes con necesidades insatisfechas con las garantías de eficacia y seguridad que exige la medicina basada en evidencia.

Efectos secundarios y riesgos del cannabis medicinal

Como todo fármaco activo, el cannabis medicinal conlleva posibles efectos secundarios y riesgos que deben considerarse detenidamente. El principal componente psicoactivo, el THC, tiene efectos adversos bien documentados: puede provocar mareos, somnolencia, estimulación del apetito, euforia o cambios de humor, ansiedad e incluso deterioro de la memoria y la atención. Estos efectos dependen de la dosis y la vía de administración, y a menudo aparecen de forma más pronunciada al inicio del tratamiento hasta que se desarrolla cierta tolerancia. Por su parte, los preparados ricos en CBD (cannabidiol, un cannabinoide no psicoactivo) tienden a ser mejor tolerados, aunque pueden causar fatiga, sequedad bucal o diarrea en algunos casos.

Un aspecto de especial relevancia es el potencial de dependencia. El uso prolongado y frecuente de cannabis puede llevar a la aparición de un trastorno por consumo de cannabis, caracterizado por la dificultad para controlar la ingesta a pesar de consecuencias negativas. Estudios recientes sugieren que aproximadamente uno de cada tres usuarios habituales de cannabis medicinal podría desarrollar dependencia según criterios diagnósticos (DSM-5). Aunque este riesgo es menor que con otras sustancias como los opioides, no es despreciable: síntomas de abstinencia (irritabilidad, insomnio, anhedonia) pueden presentarse al suspender bruscamente el consumo en pacientes dependientes. Los médicos australianos están advertidos de monitorizar signos de uso problemático y, de ser necesario, derivar a apoyo especializado en adicciones.

También existen riesgos psiquiátricos asociados al cannabis, en particular con formulaciones ricas en THC. Diversas investigaciones han vinculado el consumo de THC a un aumento del riesgo de psicosis y esquizofrenia en personas predispuestas genéticamente o con historial de enfermedades mentales graves. Por ello, las guías clínicas contraindican la prescripción de THC a pacientes con antecedentes personales o familiares de trastornos psicóticos, y aconsejan extrema prudencia en menores de 25 años debido a la vulnerabilidad del cerebro en desarrollo. Otros posibles efectos a largo plazo bajo estudio incluyen impactos en la salud mental (como alteraciones en ánimo o ansiedad) y en funciones cognitivas si se usa de forma crónica. En resumen, aunque el perfil de seguridad del cannabis medicinal se considera manejable en pacientes seleccionados, no está exento de efectos adversos. Tanto autoridades como médicos insisten en un balance cuidadoso de riesgos y beneficios, informando claramente a los pacientes de posibles consecuencias y realizando seguimiento estrecho durante el tratamiento.

Opiniones médicas y consideraciones éticas en torno al cannabis medicinal

El rápido crecimiento del cannabis medicinal en Australia ha generado diversidad de opiniones entre los profesionales de la salud, así como debates éticos sobre las prácticas de prescripción. Por un lado, cada vez más médicos han ido perdiendo el recelo inicial y reconocen el valor que el cannabis puede aportar en casos específicos. Encuestas y sondeos revelan que la actitud de los profesionales se ha vuelto más favorable con el tiempo, en paralelo a la acumulación de experiencias positivas con pacientes que no respondían a terapias convencionales. Muchos facultativos describen casos de personas con dolor crónico intratable, epilepsias resistentes u otras afecciones severas que han mejorado su calidad de vida gracias al cannabis medicinal, lo cual alimenta una percepción optimista sobre su uso compasivo. Este cambio de postura también se refleja en el número de prescriptores: hoy más de 2.000 médicos en Australia están autorizados para indicar cannabis medicinal, cuando en 2016 eran apenas unos cuantos pioneros.

Por otro lado, persisten voces de cautela en la comunidad médica. Numerosos especialistas –incluyendo asociaciones como la Real Academia de Médicos de Familia (RACGP) y el Colegio Australiano de Médicos– enfatizan que la evidencia sigue siendo limitada en muchas indicaciones y temen que el entusiasmo desbocado pueda conducir a prescripciones inapropiadas. Estos expertos recuerdan que el cannabis no es inocuo y advierten contra presentarlo como “cura para todo”. Preocupa especialmente la proliferación de clínicas comerciales dedicadas casi exclusivamente a recetar cannabis, a veces con estrategias agresivas de mercadeo. Una investigación de la cadena pública ABC reveló que algunas empresas de telemedicina estarían incentivando a los médicos para recetar productos de cannabis de alto contenido en THC con excesiva facilidad, e incluso vinculando la remuneración del doctor al volumen de recetas emitidas. La médica generalista Claire Noonan, por ejemplo, denunció que al trabajar para una de estas clínicas recibió presiones veladas para indicar preparados potentes de THC a pacientes en su primera consulta, algo que ella consideró contrario a la ética clínica. Noonan explicó que el contrato inicial con dicha empresa condicionaba sus honorarios al número de prescripciones, situación que la hizo sentir “más como una vendedora que como doctora” y la llevó a rechazar ese modelo de trabajo.

Estos casos han suscitado un debate ético sobre cómo garantizar que el cannabis medicinal se prescribe por necesidad médica genuina y no por intereses comerciales. Colegios profesionales han pedido mayor supervisión a las llamadas “clínicas cannábicas” y abogan por códigos de práctica estrictos para los médicos prescriptores, a fin de preservar la integridad de la relación médico-paciente. También se subraya la importancia de la formación médica continua: muchos facultativos admiten sentirse inseguros por la falta de experiencia e información sobre el cannabis, de modo que se promueve incluir contenidos sobre el sistema endocannabinoide y el uso racional de cannabinoides en los programas de educación médica. En definitiva, la comunidad médica australiana se debate entre el entusiasmo por una nueva herramienta terapéutica prometedora y la responsabilidad de actuar con base en evidencias sólidas y principios éticos, asegurando que el bienestar del paciente siga siendo la prioridad.

Conclusión: perspectivas futuras y recomendaciones

A nueve años de su legalización médica, el cannabis en Australia se encuentra en un punto de inflexión entre la consolidación y la cautela. Mirando al futuro, se espera una mayor integración de los tratamientos con cannabinoides en el sistema de salud, siempre y cuando la evidencia científica vaya respaldando su eficacia y seguridad en más condiciones. El gobierno australiano y la TGA probablemente continuarán ajustando las regulaciones: se anticipan actualizaciones de las guías clínicas conforme surjan nuevos estudios, así como posibles mejoras en la recolección de datos sobre resultados clínicos para monitorear de cerca el impacto del cannabis medicinal en la población. Organismos oficiales y expertos recomiendan profundizar la investigación mediante ensayos clínicos de alta calidad, especialmente en áreas como el dolor crónico, donde aún hay interrogantes sobre dosis óptimas, beneficios a largo plazo y subgrupos de pacientes que más podrían beneficiarse.

Otra recomendación clave es fortalecer la educación y el apoyo a los médicos: dotarlos de herramientas para tomar decisiones informadas, identificar riesgos de abuso y manejar adecuadamente las expectativas de los pacientes. En paralelo, se discute la necesidad de hacer accesibles estos tratamientos de forma equitativa –por ejemplo, revisando costos y opciones de subsidio– sin que ello signifique relajar los controles. En cuanto a la industria, Australia apunta a convertirse en un referente regional en producción de cannabis medicinal de calidad farmacéutica, lo cual podría abaratar precios domésticos y fomentar estándares más uniformes.

En síntesis, el cannabis medicinal en Australia tiene un futuro dinámico: las perspectivas son favorables para que más pacientes encuentren alivio en estos productos, pero el consenso general aboga por avanzar con rigurosidad científica y prudencia. Equilibrar el acceso compasivo con la seguridad pública será el desafío central en los próximos años. Si las investigaciones confirman sus beneficios y se minimizan los riesgos, el cannabis podría afianzarse como una herramienta terapéutica establecida. Mientras tanto, las autoridades sanitarias australianas mantienen un enfoque vigilante, pidiendo más evidencia, formación y seguimiento, de modo que el crecimiento de esta terapia se traduzca en mejoras reales en la salud de los pacientes y no en un simple cambio de paradigma sin sustento científico.

Fuentes:

  • Therapeutic Goods Administration (TGA), Gobierno de Australia
  • Australian Journal of General Practice; Australian Broadcasting Corporation (ABC)
  • Harm Reduction Journal; RACGP – Royal Australian College of GP
  • PubMed – Drug Alcohol Depend. 2024 (meta-análisis sobre trastorno por consumo)
  • The Guardian (30/10/2021); Caliterpenes Blog (23/1/2024)

 

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.