El giro de Sri Lanka y la apuesta de otras naciones demuestran que la regulación puede ser una salida pragmática al colapso económico

La noticia sorprendió a muchos observadores internacionales: el presidente de Sri Lanka, Anura Kumara Dissanayake, el primer jefe de Estado de izquierdas en la historia reciente del país, ha optado por un giro inesperado hacia políticas pro-mercado tras el colapso económico de 2022. Entre sus reformas más llamativas, destaca la autorización de proyectos de cultivo de cannabis medicinal destinados a la exportación hacia Europa y Estados Unidos. Un sector valorado en miles de millones de dólares que, paradójicamente, podría convertirse en tabla de salvación para una nación sumida en la deuda y la pobreza.

La escena refleja un fenómeno global cada vez más visible: el cannabis medicinal, antaño demonizado, empieza a consolidarse como un recurso económico estratégico para países que buscan alternativas de crecimiento en contextos de crisis. No hablamos de una moda ni de un gesto exótico: hablamos de un cambio de paradigma en el que la regulación de una planta estigmatizada se convierte en motor de inversión, empleo y divisas.

Sri Lanka: del colapso a la diversificación productiva

La decisión del gobierno de Dissanayake tiene una lógica incontestable. Tras la peor crisis económica en décadas, con colas para el combustible, apagones generalizados y protestas masivas en las calles, el país necesitaba oxígeno. Los seis proyectos aprobados para el cultivo de cannabis medicinal suponen cerca de 100 millones de dólares en inversión extranjera directa. Una cifra modesta, pero simbólica, que proyecta un mensaje: Sri Lanka está abierta a nuevos sectores y quiere dejar atrás el monocultivo del turismo y el textil.

El plan, además, no es improvisado. Se prevé que las plantaciones se desarrollen en zonas aseguradas, con métodos modernos de cultivo en contenedores, un sistema que garantiza trazabilidad y control sanitario. El objetivo es claro: acceder a los mercados regulados de Europa y Estados Unidos, donde la demanda de aceites medicinales y derivados crece de manera exponencial.

Marruecos y Colombia: del mercado negro al legal

Sri Lanka no está sola en esta estrategia. Marruecos, durante décadas uno de los principales productores mundiales de hachís ilegal, decidió en 2021 legalizar el cannabis medicinal e industrial. La medida busca, por un lado, integrar a miles de agricultores del Rif en la economía formal; por otro, generar ingresos fiscales y atraer inversiones en un sector que ya existía, pero en manos del narcotráfico.

Colombia, tras décadas de violencia ligada al narcotráfico, se ha sumado también al mercado regulado. Su apuesta por el cannabis medicinal ha atraído a empresas internacionales y permitido la creación de empleos en regiones históricamente castigadas por la guerra contra las drogas. Hoy exporta flores y extractos a Europa, Israel y Canadá.

Ambos casos reflejan una idea crucial: la legalización no inventa el mercado, sino que lo transforma. Allí donde había ilegalidad y represión, surge la posibilidad de generar ingresos legítimos, de integrar a los campesinos en cadenas de valor globales y de reducir el poder del crimen organizado.

Tailandia y la oportunidad asiática

En Asia, Tailandia se ha convertido en pionera al despenalizar el cannabis en 2022, con un modelo inicialmente más laxo que luego ha ido ajustándose. Aunque el gobierno tailandés ha enfrentado críticas por cierta improvisación, lo cierto es que el país ha abierto un sector agrícola y turístico con gran potencial. El sudeste asiático, con su clima y sus costes de producción, puede convertirse en un actor relevante si logra combinar regulación estricta con estrategias de exportación.

Sri Lanka, en este contexto, busca no quedarse atrás. Su apuesta es más prudente y focalizada, centrada en el cannabis medicinal y en un esquema de plantaciones controladas. La intención es evitar la percepción de descontrol y, al mismo tiempo, aprovechar un mercado en plena expansión.

El mercado global: cifras que hablan por sí solas

Las previsiones económicas avalan esta tendencia. Según la consultora BDSA, el mercado mundial del cannabis legal alcanzará los 55.000 millones de dólares en 2027. El segmento medicinal, en particular, crece de forma sostenida en Europa y América del Norte, impulsado por la demanda de aceites, extractos y productos farmacéuticos.

Para países en crisis, la ecuación es evidente:

  • Inversión extranjera directa: empresas dispuestas a instalarse para aprovechar costes de producción más bajos.
  • Ingresos fiscales: un nuevo recurso para aliviar las arcas públicas.
  • Empleo rural: oportunidades para agricultores en regiones históricamente olvidadas.
  • Diversificación productiva: reducir la dependencia de sectores vulnerables como el turismo.

El cannabis medicinal no es la panacea, pero sí un complemento estratégico en economías que buscan salir del colapso.

Crítica al prohibicionismo

Conviene subrayar un punto esencial: esta transformación sería impensable bajo un paradigma prohibicionista. Durante décadas, organismos internacionales y gobiernos locales persiguieron el cannabis con políticas represivas que no lograron reducir su consumo ni erradicar su cultivo. Al contrario, lo empujaron hacia el mercado negro, enriqueciendo a redes criminales y dejando a los Estados sin ingresos ni control sanitario.

Hoy, los mismos países que antes sufrían los efectos del narcotráfico descubren que la regulación es la verdadera herramienta de control. Regular significa imponer límites de concentración, establecer licencias, recaudar impuestos y, sobre todo, proteger a los ciudadanos frente a productos adulterados.

La paradoja es evidente: lo que durante años se vendió como amenaza, hoy aparece como oportunidad. Y esa oportunidad no es menor: para países en crisis, puede marcar la diferencia entre la dependencia perpetua y un nuevo modelo de desarrollo.

España y la lección pendiente

El ejemplo de Sri Lanka, Marruecos, Colombia o Tailandia debería interpelar también a España. Somos uno de los países europeos con mayor consumo de cannabis, contamos con un clima idóneo para el cultivo y tenemos un sector agrícola potente. Sin embargo, seguimos atrapados en una legislación que no permite dar el salto hacia un modelo regulado.

Mientras tanto, otros avanzan y consolidan posiciones en un mercado internacional en expansión. Si España no mueve ficha pronto, perderá una oportunidad histórica de situarse como líder en Europa, del mismo modo que ha sucedido con las renovables o la agricultura ecológica.

Conclusión

La apuesta de Sri Lanka por el cannabis medicinal no es un capricho, sino un acto de pragmatismo en un país que busca salir del colapso. El cannabis se convierte, así, en símbolo de una nueva etapa: de planta estigmatizada a motor de inversión y desarrollo.

El mensaje para el mundo es claro: la regulación, bien diseñada, no solo protege la salud pública, sino que puede convertirse en una palanca económica para países en crisis. Marruecos, Colombia, Tailandia y ahora Sri Lanka demuestran que el tabú se está rompiendo.

La historia del cannabis ya no es la de la prohibición. Es la de la oportunidad. Y quienes sepan aprovecharla con inteligencia y responsabilidad estarán mejor posicionados en la economía del futuro.

Acerca del autor

Justin Vivero

Escritor especializado en cannabis  y residente en Miami, combina su pasión por la planta con la vibrante energía de la ciudad, ofreciendo perspectivas únicas y actualizadas en sus artículos.